jueves, 19 de marzo de 2009

HOY, DIA DEL PADRE



Hoy, día de San José, en España celebramos el día del padre. No me gustan las fiestas comerciales, lo reconozco. Ni que hoy nos acordemos de la Biblia rememorando a un padre del que nadie escribe ni describe. Tan solo una pincelada, enviada por una amiga, en la que nos recuerda cómo es, en la actualidad un padre, a pesar de las circunstancias. No son todos, pero así somos algunos...

Ramón se separó cuando su hija tenía 6 meses, con la custodia compartida en el bolsillo se tuvo que ir a un piso de alquiler, el primer dia que tuvo a su hija por la noche ( con 6 mesecitos) no paraba de buscar el "manual de funcionamiento de un bebé" por toda la casa , sin encontrarlo, por supuesto, pero no hizo falta, la niña entendió la situación y decidió que sería la niña mas buena y obediente del mundo, para facilitarle las cosas a su papá. Ahora ya tiene 4 años y es la pequeña joya de papá, que la va a buscar cada día al cole, la baña muchos días, va con ella a todas las fiestas de cumpleaños y no concibe la vida sin poder compartirla con ella. A veces l@s amig@s de Ramón no acaban de entender algunas de las cosas que hace por /para/con la niña, pero él cree que debe mantenerse fiel a sus principios y sabe que ella es el SOL que ilumina y calienta su vida

Javier es un periodista en la treintena. Lo conozco desde que llegó como becario y ya entonces apuntaban las maneras del excelente profesional en el que se ha convertido. Candidato a una carrera ascendente, sin duda. Su mujer es informática y tiene ya una brillante trayectoria como ejecutiva en una empresa multinacional. Hace un par de años nació su primer hijo. Y, cuando ella acabó la baja maternal, Javier se cogió una excedencia paternal de un año. Hace poco se ha reincorporado, pero ha decidido aparcar durante una larga temporada sus horarios enloquecidos --disponible siempre para la noticia--, porque ahora tiene que hacer compatible su jornada laboral con la salida de la guardería, la visita al pediatra, las horas de parque y la compra del disfraz de Supermán en carnavales.

José Alberto nunca pensó en ser padre. Vivía razonablemente satisfecho con su trabajo, sus aficiones, sus novias sucesivas, sus amigos... hasta que una historia de amor de las que te descubren el centro de gravedad lo convirtió en padre a los 45 años. Nadie tuvo que decirle que debía ocuparse de su hija. La bañó desde el primer día como si lo hubiera hecho toda la vida, siguió atento la evolución de su dermatitis atópica y no se cansó de probar cremas para curarla. Ahora que la niña ha crecido, le parece tan imperdonable perderse una tutoría rutinaria en el cole como un partido del Barça. Y hay pocas cañas a la salida del trabajo que le compensen no estar por la noche en el ratito de las confidencias y las risas antes de dormir.

Sebas se separó cuando su hija tenía 6 años. Y, a pesar del dolor y el desconcierto, tuvo claro que se divorciaba de la madre, no de la hija. Tuvieron que trocear una precaria economía común y aprender a vivir con lo que queda. El tiempo convenido para estar con la niña es sagrado y siempre está cuando lo necesita. Nada ha sido fácil, pero cuando la mira se acuerda del poeta Ángel González: "Todo lo consumado en el amor, no será nunca gesta de gusanos". Y entonces su vida vuelve a tener sentido.

Miguel se separó hace ya unos 8 años, cuando su preciosa hijita tenía 1 año de edad. Desde un primer momento él tuvo claro que esa era la única manera de luchar por su propia y verdadera felicidad, aunque le dolía separarse “físicamente” de su hijita a la que, a diario, había bañado, dado el biberón y hecho dormir cogiéndole siempre y tiernamente su pequeña manita. Pero también supo que esa difícil y dura decisión sería, con el tiempo, un verdadero legado para su niña: “A veces hay que tomar decisiones y renunciar a algunas cosas para redescubrir el alma y luchar por nuestra felicidad, aunque ésta parezca remota”. Los años han pasado desde entonces y, día a día, Miguel y su preciosa hija, aún sin compartir cotidianamente un mismo hogar, tienen una fantástica y mágica complicidad y un amor mutuo que, quizás, nunca hubieran disfrutado de no haber sido capaces de ser y de luchar por y para ellos mismos, aun en la dolorosa y forzosa distancia...

No son muchos todavía, pero qué alegría conocerlos.


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