martes, 7 de abril de 2009

ESPIRITUALIDAD... ¿O SOLO RELIGIÓN?


El ser humano es un ser eminentemente espiritual. De hecho, en su Alma coexiste su esencia humana y divina, lo que metafóricamente explica, por ejemplo, la bíblica reencarnación de Dios hecho hombre, entre otras. Y eso hace que, de una u otra forma, el ser humano busque -consciente o inconscientemente- su más alta aspiración divina y trascienda su vida simplemente humana. Eso, además, justificaría, por sí mismo, esa innata -aunque en un momento dado, redescubierta- necesidad de "elevar" su vida y asumir su verdadera responsabilidad ante ella!

El camino es, sin duda, la religión, testigo humano, presente tangible y permanente entre nosotros de la presencia de Dios en nuestra vida, lo que satisface nuestra naturaleza espiritual. Pero, con el paso del tiempo, una serie de acontecimientos y tramas político-históricas, partiendo de un Hecho Único, se fueron desarrollando diferentes maneras de ver, de interpretar y de vivenciar ese sentimiento religioso. Y, como no podía ser de otra manera siendo una creación humana, se institucionalizó, heredando ciertas limitaciones humanas, como su cortoplacismo, su miopía, su vanidad y su política, lo que hizo de cada religión y su correspondiente iglesia-institución algo demasiado único, excluyente y, lo que es peor, muchas veces vacía en esencia, desvirtuando su propio origen divino. Hoy, tras el transcurso de los siglos e inmersos en un cambio de sistema, quizás ya demasiado alejados de nuestra esencia divina y de sus referentes en alguna religión, el ser humano sigue buscando reencontrarse consigo mismo y con su espiritualidad innata y pura para poder reencontrar el sentido de su vida. Las diferentes religiones y sus correspondientes iglesias hoy -para una gran mayoría- ya no responden a la espiritualidad humana y a nuestra ansia por trascender en nuestra vida terrena y vacía.

Aquí la reseña de un libro editado en el que se revisitan los estudios de Mircea Eliade sobre las diferentes religiones y sus diversas visiones divinas...


La religión será la gran novedad durante la crisis, y está demostrado

Pascual Tamburri Bariain. El Semanal Digital. 3 de abril del 2009.

Antes, durante y después del cristianismo, la religión es una constante humana con reglas propias. Comprobándolo, el rumano Mircea Eliade creó una nueva disciplina científica en el siglo XX.. Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones. Morfología y dialéctica de lo sagrado. Traducción de A. Medinaveitia. Cristiandad, Madrid, 2009. 660 pp. 22.90 €

El mundo occidental ha vivido desde hace 150 años el mayor cambio religioso de los últimos dos milenios. No se trata de una persecución de la religión ni de la aparición de una nueva confesión que sustituya al cristianismo; aparentemente Europa y sus anexos culturales están experimentando una "apostasía silenciosa". Millones de europeos, más que nunca, dicen no tener ninguna religión, niegan cualquier forma de trascendencia, y especialmente la cultura y la política españolas parecen mutar en consecuencia. Y sin embargo...

Basta que el progreso material se detenga, basta que la opulencia sea menos evidente, basta que flaqueen las certezas materiales sobre las que se construye el abandono militante de la religión para que ésta resurja, a veces en formas inesperadas y en lugares insólitos. Los tiempos de crisis material hacen más evidente la osamenta espiritual no ya de Occidente sino de todas las comunidades humanas. Es cierto que las grandes ideologías materialistas del siglo XIX, triunfantes en el XX, han luchado contra la existencia misma de la religión. Pero no es menos cierto que han perdido su batalla, tanto el comunismo con su intento de supresión sangrienta y de domesticación impúdica como el liberalismo con su proyecto de reducir el hecho religioso a la esfera de lo privado y de fundamentar la convivencia en la libertad de poseer, deificada y convertida en garantía de una identidad asociada sólo al egoísmo inmanente, tolerante y no sangriento las más de las veces pero no por ello menos insidioso.

Ya en el primer tercio del siglo XX los historiadores de las religiones, como el por tantas razones benemérito padre Tacchi Venturi, habían notado la común estructura del hecho religioso, la importancia universal y universalmente presente de lo sagrado y las similitudes inverosímiles entre confesiones. No era por otra parte más que una nueva lectura de algo que ya explicó santo Tomás –dicho sea en estos tiempos en los que "escolástico" parece ser insulto descalificante-: el hombre está constitutivamente religado, la religión es un hecho natural previo a la revelación. Pero la historia de la religiones, incluso cuando fue hecha con curiosidad intelectual y pleno respeto, partía de una voluntad apologética y concluía necesariamente en Cristo como necesario punto de llegada, sin distinguir siempre naturaleza, razón y fe.

Un hombre singular cambió en esto el rumbo intelectual del mundo. Mircea Eliade fue uno de esos rumanos universales que, en un siglo que su patria ha vivido como singularmente doloroso, han aportado luz distintas partes de las artes, de las ciencias y del mundo. Nuestro Occidente ha tenido el privilegio de poder leer y disfrutar a Vintila Horia y a Uscatuscu; Eliade, sencillamente, creó una nueva disciplina científica en torno al hecho religioso.

Eliade dedicó su vida a investigar de manera comparativa las religiones del mundo. No se trata de un ensayista afortunado, sino de un universitario de primerísimo fila, que a lo largo de su vida se benefició de la colaboración de personajes tan diversos como Alois Dempf, Ernst Kantorowicz, Percy Schramm, Carl Schmitt o Carl Jung, entre muchos otros. Lo sagrado está presente en todas las culturas y en toda la historia, y contra todas las vulgatas materialistas resulta ser mucho más que una superestructura. Eliade no es, ciertamente, un escritor de ficción sino un investigador que supo convertir sus intuiciones juveniles en los cimientos de un conocimiento sólido hoy en día indiscutido e indiscutible: la historia de las religiones, de todas ellas entendidas además como un único fenómeno, no se entiende sin él.

Cristiandad tiene el acierto de lanzar en 2009 una cuarta edición de esta Historia de las religiones nacida como manual de iniciación a la materia pero rebosante en sí misma de sugerencias apasionantes. Eliade no sólo fue un humanista de saberes universales, y por cierto conocedor y amante de España como tantos de los suyos, sino también un hombre valiente capaz de respaldar con datos sus afirmaciones. Cristiano de formación, de nacimiento y cultura en un país radical y peculiarmente cristiano, Eliade supo elevar su saber hasta convertirlo en inexcusable en la formación de cualquier hombre culto en el siglo XXI.

Se podrá compartir o no su análisis del porvenir, pero su distinción entre sagrado y profano –dos dimensiones de la realidad humana siempre presentes en ella-, su comprensión de la omnipresencia del misterio de la existencia y de la vida, su gallarda afirmación de que para todas las comunidades humanas de todos los milenios lo real no es lo tangible ni lo visible y su valoración del rito como algo central y no accesorio en toda religión hacen de él una figura clave de nuestro tiempo. Entiéndase: de nuestro tiempo, y no sólo del suyo, y especialmente de este tiempo de crisis que nos es dado vivir.

Jean Meyer, al hablar de Rusia y sus imperios, sitúa esta cuestión donde le corresponde: en la actualidad más radical de 2009. Es cierto, como Alexander Solzhenitsyn había advertido, que a la derrota de un materialismo sucede necesariamente "el triunfo de las abuelas frente a los comisarios". La religión, prohibida o ridiculizada, negada o humillada, vuelva a la luz cuando entran en crisis sus supuestas alternativas. Cómo reorganizar Rusia pareció una locura en 1991-1992 todos los progresistas y bienpensantes, y sin embargo hoy el cristianismo y todas las religiones avanzan allí donde antes imperó Marx. Leer a Eliade es una necesidad para comprender mucho de lo que vamos a vivir en las próximas décadas también en Occidente: conocer las religiones en su intimidad es imprescindible para el historiador que quiera entender el pasado, pero lo es también para el ciudadano culto que quiera entender qué está pasando en nuestras naciones.

Hacerlo a través de Eliade, sea uno creyente o no, es una garantía no sólo de información y de compresión, sino además de un intenso placer intelectual que ya han gozado los lectores de las tres ediciones anteriores y que, sin duda, muchos podrán hacer también ahora. Ciertamente es un libro para todas las estaciones, pero para ninguna como para ésta que busca aún sus propios valores.

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