lunes, 4 de mayo de 2009

LA ESPERANZA ES MÁS IMPORTANTE QUE EL DINERO



Aquí te traigo una conmovedora entrevista. Leyéndola, pienso en dos cosas: en la importancia de la unión y de la esperanza para lograr algo grande; por otro lado, pienso en la gran lección que nos brinda la desgracia -cercana o en países lejanos- a nosotros, los privilegiados primer mundistas, donde nuestro mayor problema es el aburrimiento o poder comprar artículos de lujo que nos permitan parecer lo que no somos. Ambas lecciones son necesarias, como todas las que, a cada uno, nos brinda la vida.

Sin duda, la esperanza es nuestro mejor aliado: la esperanza en uno mismo y la esperanza en lo que cada uno de nosotros puede ser y hacer por el otro, quien nos rodea. Y precisamente es esperanza lo que nos falta en nuestro mundo moderno, inhóspito y ajeno. Desde nuestra vida más o menos confortable, miramos nuestra existencia como si de un derecho de cuna se tratara... sin darnos cuenta de que, para muchos otros seres humanos en la Tierra, esta vida tiene un alto precio y hay que pagarlo para disfrutarla como merecemos todos. Y la suma de esperanzas logra el resto, un mundo más humano y más de acorde con lo que nos pide el alma!

Siempre digo que no hay que sufrir lo que los demás sufren para saber qué se siente sufriendo. El ser humano tiene ese privilegio exclusivo, ausente en las otras especies vivas; así, el dolor ajeno debe ser un detonante de nuestro dolor y de nuestro progreso, de nuestra consciencia sobre nosotros mismos como especie. La miseria en el Tercer Mundo debe reactivarnos, pero no solo para sentirnos satisfechos con nuestra ayuda y colaboración desinteresada, limpiando nuestras opacas consciencias, sino para darnos cuenta de lo que tenemos aquí y ahora... y así relativizar nuestras presuntas miserias humanas. ¿Por qué existe hambre, maldad, enfermedad, injusticia... en el mundo nuestro? ¿Cómo tolera Dios (e interprétalo o llámalo como quieras) esos desequilibrios o renglones torcidos en el mundo nuestro? Seguramente para que aprendamos que, para haber luz, es necesario que exista la sombra y para que, sabiéndolo, seamos capaces de tener la esperanza suficiente para mejorar nuestra vida, cambiar las cosas y así, mejorar nuestro mundo imperfecto.

Disfruta de esta entrevista y piensa en su crudas palabras, para después analizar tu propia vida y darte cuenta de que siempre hay alguien mejor y alguien peor que tú en este mundo. Seguramente te darás cuenta de que eres un afortunado viviendo lo que vives y que tienes el deber de vivir intensamente tu vida al servicio tuyo y de los que tienen el privilegio de rodearte. Y este es tu momento, difrútalo tal como viene!

Cleuza Ramos, 54 años, fundadora de la Asociación Trabajadores sin Tierra de São Paulo"Si mi vida no es útil a los demás, es una vida malgastada". La Contra de La Vanguardia. IMA SANCHÍS - 02/05/2009

Nací en el campo, mis padres eran agricultores, pero cuando tenía 10 años nos fuimos a São Paulo porque querían una vida mejor para sus 7 hijos.

¿Y tuvieron una vida mejor?

En el campo comíamos lo que sembrábamos, en la ciudad mi padre era un peón y pasamos hambre. Yo a los 10 años ya trabajaba como empleada doméstica. Para lavar los platos me tenía que subir a un taburete.

Entiendo.

Cerca de casa se construyó una iglesia y colaboré con ellos en trabajos sociales, me encargaba de los niños.

¿Por qué lo hacía?

Yo tenía una familia, un padre y una madre, y esos niños a penas tenían madre, los hombres de las favelas no se comprometen.

¿A qué edad se casó usted?

A los 16 años, las mujeres pobres se casan muy pronto. Fui muy infeliz.

¿Quién era él?

Un hombre muy rico que quería que yo fuera de su propiedad, incluso escogía la ropa que debía ponerme. A los 19 años ya tenía dos hijas. No me dejó continuar con mi trabajo social, pero yo seguía trabajando con las mujeres de las favelas. Un día mi esposo me dijo: "O yo o el trabajo social".

¿Cómo fue a parar con un hombre rico?

Su coche se estropeó frente a la parada del autobús que yo cogía. Después de 18 años de matrimonio me separé, me fui de casa literalmente con lo puesto.

¿Y cómo sobrevivió?

Era costurera, mis hijas se quedaron con su padre, ya eran mayores y nunca me hubieran seguido a una favela, pero yo quería vivir la experiencia de las otras mujeres.

¿Por qué?

Era como ellas, no era la mujer de un empresario. Empecé a construir un movimiento popular, organizaba a las mujeres, hacíamos grandes manifestaciones, más de 2.000 personas, para pedir una vivienda digna.

¿Consiguieron algo?

Tras dos años no conseguimos ni una casa, entonces decidimos ocupar tierras para llamar la atención, éramos 800 familias y fuimos desalojadas, 400 se colocaron en casas de parientes y el resto hubo que alojarlas en iglesias, polideportivos y escuelas.

¿Sentía que había fracasado?

Los reuní y les dije: "Vamos a comprar tierras" (muy económica entonces). Juntamos el poquito dinero que teníamos entre todos y compramos una pequeña tierra en la periferia. Funcionó. Hoy tenemos 26 barrios populares en los que viven 17.500 familias.

¿La unión hace la fuerza?

A partir de ahí nuestra lucha fue tener hospitales, colegios, electricidad y agua. Lo conseguimos. Pero nuestros jóvenes no podían ir a la universidad pública porque los exámenes de entrada son muy difíciles y sólo acceden los que han ido a buenos colegios.

¿Qué organizó en este caso?

En Brasil hay muchas universidades privadas y la mitad de las plazas están vacías, así que fuimos a negociar las plazas vacantes. Conseguimos que una facultad nos cediera esas plazas a mitad de precio. Hoy ya tenemos a 10.000 formados y 60.000 estudiando en 15 universidades de São Paulo.

Es usted imparable.

La comunidad y los jóvenes nos reunimos todos los meses para hablar de lo que significa ser ciudadano, porque al venir de la favela la mayoría no tiene el sentido del orden, la limpieza y el respeto al medio ambiente. Invitamos a conferenciantes.

¿No son los adolescentes de las favelas en su mayoría traficantes y criminales?

Sí, pero cuando la gente ve una posibilidad mejor, cambian, dicen: "Yo no voy a robar más porque quiero ir a la universidad"; "Yo no quiero hacer más de prostituta, quiero ser enfermera". Cuando un joven tiene un sueño (ser periodista, médico, ingeniero), surge la esperanza. De lo que más hablamos en nuestro movimiento es de esperanza.

¿Y funciona?

Una mujer que es padre y madre, que tiene que sacar adelante a una familia, necesita esperanza.

Esperanza y algo de dinero.

La esperanza es más importante que el dinero. El Gobierno de Brasil reparte mucho dinero entre los pobres, pero darle dinero a una persona es dejarla sin esperanza. Necesitamos ser protagonistas de nuestra propia vida. Mi marido no quería que yo fuera protagonista, quería ser dueño de mi vida.

Usted se volvió a casar.

Sí, pero mi marido es miembro de la asociación, donde yo piso él también pisa.

¿Qué es lo más importante?

Hacer de tu vida servicio. Si yo no hago de mi vida servicio, mi vida no sirve para nada. Servir es servir a otro, hacer algo por lo demás. Si yo no consigo amar a otro, no consigo amarme a mí misma. Si mirando a una mujer sola y pobre con tres hijos no me conmuevo, ¿qué soy yo?

...

En la asociación tenemos un grupo de abogados para defender a las mujeres y exigir a los maridos que colaboren económicamente en la educación de los hijos.

¿Su comunidad está construida básicamente por mujeres?

Sí, el 50% son mujeres solas con familia a su cargo. Y somos nosotras las que vamos a protestar a la puerta del Gobierno, a negociar con las universidades y las que controlamos la calidad de las escuelas.

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