lunes, 1 de junio de 2009

¿LA IMAGINACIÓN AL PODER?



Sin duda, ser un romántico es una determinada -y necesaria- manera de ver el mundo y de vivir la vida. En nuestra sociedad alienante, la gente tilda de romántico a esa persona soñadora y utópica que vive rebelándose continuamente contra el mundo. Creo que todo ser humano tiene algo de romántico y rebelde en su interior, aunque seguramente escamoteado tras una vida ordenada, cómoda y más o menos fácil. Pero, a su vez, es ese espíritu vivo, interior y libre quien le ayuda a gestionar su vida. Sin éste, el mundo se torna vacío e insulso, nos hace mediocres y dota de sinsentido nuestra existencia cotidiana. Pero, aunque ese indomable espíritu interior hemos aprendido a acallarlo y pretendemos domesticarlo, nos acucia en ciertos momentos y nos espolea a cambiar las cosas; seguramente empezamos por intentar cambiar el mundo, cual románticos adolescentes, a una edad en la que nuestras fuerzas sobran y salen a borbotones; con la edad, uno aprende que no hay mejor revolución que la silenciosa y discretamente diaria en nuestro mundo cotidiano, aunque pronto nos damos cuenta del minúsculo campo de batalla (nuestro ámbito personal) que tenemos para lograrlo; pero con más edad, uno percibe el cambio desde dentro de uno mismo, allí donde se logra la energía, la pasión y, a la vez, la paz interior de cada persona; y es allí donde empieza nuestra personal y particular revolución, en la que solo debemos tener el valor de dejar que fluya y que, sin duda, cambia el mundo entero!

Siempre me he considerado un romántico empedernido. Mi innata curiosidad, mi capacidad de crítica y mi constante inquietud vital me lo permiten y me lo exijen. Creo que es un don que debo cuidar y que demanda una cierta valentía ejercitarlo, en un mundo plano donde molestan las personas singulares, valientes y comprometidas con ellas mismas para cambiar su vida! Seguramente, además, el ser romántico -hasta que no se conforma en un estilo de vida dado- promueve la manifestación de lo inexpresado a través del arte. Así, no es de extrañar que yo acabara escribiendo, pintando o haciendo fotografías... para acallar mi espíritu rebelde, silenciado e inquieto. Seguramente todos los grandes artistas surgieron de ese silencio y muchos, dada su extensa obra y biografía, permanecieron en él, gracias a lo cual realizaron una gran aportación a la Cultura y a la Historia del Arte. Otros, los aficionados como yo, apenas seremos recordados como artistas, pero sí como personas singulares que, aunque pretendimos servirnos del arte, solo logramos vivir nuestra propia vida... tal y como la soñamos! Claro, que a decir verdad, eso también es un arte...

Aquí una entrevista que habla del movimiento romántico, desde sus orígenes. Es un poco densa, pero vale la pena leerla, como referente histórico y patente de algo que sientes internamente tú... cuando te atreves! Disfrútala!


"Una metáfora puede volverse una cárcel, pero el único antídoto es otra metáfora más fuerte". "En esta crisis financiera no ha dominado el romanticismo estrictamente, sino un irracionalismo increíble".

PEDRO VALLÍN La Vanguardia. Madrid 30/05/2009

Los primeros artistas románticos reivindicaron su universo como indispensable para el obrero alienado de la época. ¿Por qué entonces sigue siendo pertinente lo romántico hoy en occidente, donde cada cual puede elegir su ocupación laboral?

Eso sería así, que el romanticismo perdiera su sentido, si la vida fuera sólo trabajo, si el hombre fuera un 'animal laborans'. Y el romanticismo no es, en todo caso, el único vehículo para trascender la vida ordinaria; el hombre contemporáneo acude a la fantasía, la poesía o la música. En todo caso, el romanticismo tiene buenas posibilidades para sobrevivir porque el hombre tiene espíritu y anhelo. Mire, existe un símbolo del romanticismo que es la flor azul, que representa la belleza y el anhelo de lo infinito. Pues bien, Karl Marx llegó a afirmar: "nosotros", refiriéndose a los socialistas, "pretendemos recoger en la realidad esa flor azul".

El romanticismo demostró en esos años ser muy versátil. Lo mismo era usado para enardecer la revolución francesa que cobijaba el pensamiento antirrevolucionario de Goethe.

Entienda que lo que hay es una época romántica, que es un periodo limitado que se puede describir con precisión, y autores que se definen como románticos. Y luego también existe un afecto romántico, que se puede exteriorizar en diferentes conceptos y movimientos sociales. En todo caso es un intento por trasladar más fantasía a la realidad en unos años en los que se venía imponiendo un principio de realidad demasiado estricto. Por eso los románticos propiamente dichos eran entusiastas de la revolución, porque ellos creían que con ella llegaba la realidad soñada.

De acuerdo…

Espere, le quiero poner un segundo ejemplo. Diez años más tarde, los románticos empezarán a soñar con el 'nosotros' y surge por primera vez en la historia alemana la conciencia nacional, una conciencia llena de fantasía. Como ve, es en este sentido que el romanticismo tiene capacidad de penetrar en diferentes materias y, en la política particularmente, impregna tanto a las derechas como a las izquierdas.

¿Toda ideología utopista es romántica?

Desde luego, todo utopismo es romántico.

Al nazismo se le han reprochado a menudo sus raíces románticas (o viceversa), pero también su interpretación deshumanizada de la razón científica.

¿Qué pesó más en su opinión?

Mi tesis respecto al nacionalsocialismo es que entre sus fuentes ideológicas no está tanto el romanticismo como el naturalismo pseudocientífico, caso de su darwinismo social o de cierto biologismo, como el que aplicaban a los judíos, tratándolos como bacilos. El romanticismo, en el nazismo es más bien un cierto ornamento artístico, como en la instrumentalización de poemas o canciones.

Goethe temía en los albores del siglo XIX la nueva capacidad de la política romántica, la política posrrevolucionaria, para manejar a las masas…
Decía que cuando las masas ocupan el escenario de la historia, tiende a triunfar la demagogia.

¿Goebbels es, en cierto sentido, la peor pesadilla de Goethe?

Él temía a los demagogos. Pienso en Saint-Just o Robespierre. Realmente cabría decir que sí, Goebbels encarna la peor pesadilla de Goethe. Pero Goethe, claro, no era un romántico. Piense que mostró un gran entusiasmo por Napoleón cuando declaró el imperio. Goethe era un hombre de orden, y los románticos amaban el caos. Decían: "Hay que sentir el caos dentro para poder parir una estrella". Eran caóticos, aunque unos caóticos muy productivos.

Subraya usted que el triunfo artístico del romanticismo coincide con un repentino repunte de la alfabetización. ¿Sin ocio no habría habido románticos?

Seguramente no, pero partimos probablemente de una idea falsa de ocio. Trabajar tanto tiempo es una cosa de la época moderna. Según nuestro paradigma actual, antes todo el mundo era perezoso. Hoy vivimos bajo la religión del trabajo. En torno a 1800, el romanticismo exigía literatos, filósofos, conscientes de su propia valía, era un mundo en que la cultura tenía conciencia y una gran seguridad en sí misma, en sus capacidades, frente a la cultura de hoy, que se encuentra a la defensiva, se defiende pero no participa de aquella conciencia de su valía. La cultura de hoy ha desarrollado temores respecto a la economía, al ocio, a la moral y a la política.

Pero lo que hoy entendemos por artista es un invento romántico.

Sí, es plenamente romántico. Es la misma consciencia de que cada uno es un cofre y sólo hay que bucear en él para sacar a la luz los talentos. De algún modo, según ese paradigma, nacemos como genios y morimos como idiotas.

Goethe decía que lo romántico es lo enfermizo. Freud, que mientras la aflicción es el dolor por una ausencia concreta, la melancolía es el dolor por una ausencia indeterminada. Es pues incurable. Ergo el artista es un enfermo incurable.

Ja, ja, ja. ¡Afortudamente sí! No hay terapia que valga contra el romanticismo. En realidad, Freud recogió todas las ideas románticas tras un siglo de romanticismo.

Como el romanticismo, Freud aportó un modelo de ficción, literario, para dar sentido a una realidad que carece de él.

Bueno, sí. Piense que los románticos no encuentran un sentido sin más, sino que se sienten en el deber de inventarse ese sentido. Se trata de un juego de palabras entre los términos alemanes 'finden' (encontrar) y 'erfinden' (inventar). Proporcionan, desde luego, un conocimiento subjetivo, no objetivo.

En el último tramo de su libro se detiene en las raíces románticas de los movimientos juveniles de mayo del 68. ¿Y la actual antiglobalización y el altermundismo?

En algún punto hay que cerrar el libro, y decidí detenerme en el 68. En cuanto a los actuales movimientos antiglobalización, si nos referimos a Los Verdes en Alemania, que es donde han logrado una mayor presencia política y donde surgió el movimiento, sí que tiene raíces muy claras en el romanticismo: no es casualidad que el ecologismo surja en Alemania, patria del romanticismo y de esa fe en la naturaleza.

Si la metáfora es la gran herramienta del romanticismo, todos los grandes filósofos contemporáneos son románticos: Bauman y su modernidad líquida o su compañero Sloterdijk y su idea de las esferas y espumas.

Es interesante esto. Efectivamente, el romanticismo tenía un gran conocimiento del lenguaje. Novalis, uno de los autores más potentes, hablaba de la varita mágica de la analogía y, en este sentido, la 'metaforología' comienza con el romanticismo. La metáfora también es imagen expresada a través de la palabra, y esta imagen es un elemento para transportar un significado. Schlegel decía que la metáfora es un barco con el que moverse por el océano del lenguaje hacia un significado.

Sí, pero a menudo ocurre que nos enamoramos de la metáfora y hacemos pasar el mundo a su través. Y eso lleva a la filosofía hacia el antirracionalismo.

Sí, es cierto que la metáfora supone un riesgo. Cada uno emplea la metáfora de lo que le es próximo. Para su descripción de la psique, Freud empleó la metáfora de una casa burguesa: desde el subconcisciente del sótano hasta la planta superior, donde está inteligencia. Este modelo de pensamiento es más productivo, pero es verdad que una buena metáfora tiene mucha potencia y puede limitar la visión y convertirse en una cárcel para el pensamiento. Podemos decir que las metáforas al principio son útiles pero a la larga pueden convertirse en una prisión.

¿Qué debe hacer el filósofo?

La experiencia nos dice que una nueva metáfora nos saca de la cárcel de la anterior. Dicho de otro modo, el único remedio contra una metáfora fuerte es otra más fuerte.

Concluye su libro hablando de la necesaria separación entre política y romanticismo. ¿Una crisis como la actual no es terreno abonado para metáforas y demagogia, o sea, para románticos?

Hemos vivido unos años en que los dos ámbitos estaban completamente separados. Pero en esta crisis financiera no ha dominado el romanticismo estrictamente, sino un irracionalismo increíble. La gente de ese mundo de las finanzas ha dejado por completo de lado el principio de realidad practicando, si quiere, un mal romanticismo. Los poetas de hoy son gente muy razonable al lado de estos gestores financieros. El caso es que eso ha provocado un aterrizaje brusco que exige algo de fantasía en la política, algo de imaginación que permita reordenar la realidad.

Pero usted sostiene que el lema "la imaginación al poder" de mayo del 68 no era la mejor idea.

Sí pero, de algún modo, lo romántico no debe eliminarse de la política, sino encajarse en ella, adaptarse a sus principios. Debe actuar un filtro.


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