jueves, 20 de mayo de 2010

¿RAZÓN O CORAZÓN?



La inteligencia es, a la vez, nuestro mejor aliado y nuestro más temible enemigo. Depende de qué papel le demos en nuestra vida. Si le otorgamos el rol de fiel servidor, la inteligencia nos permite el progreso, la educación y, sobre todo, entender el mundo que nos rodea. Pero debemos saber que la mente inteligente y humana tiene un método que se basa en la clasificación ordenada de hechos, estímulos y experiencias y fundamenta en eso su actuación en nuestra vida. Así, ante un estímulo del tipo que sea, busca en el archivo de nuestro cerebro y, a partir del aprendizaje repetitivo ante ese estímulo, busca una respuesta determinada y optimizada, según lo archivado. Pero, junto a cada hecho, estímulo del tipo que sea o experiencia, guarda también una emoción o un sentimiento. Así, frente a, por ejemplo, una puesta de sol, junto a ella brotan sensaciones vividas que tenemos ligada a ella. Eso, en ciertos casos, nos permite conocer y anticiparnos ante situaciones inesperadas y determinadas rápidamente, lo que en casos de peligro, por ejemplo, nos alerta y activa todos los mecanismos de huida o defensa, lo que garantizará nuestra superviencia en muchos casos...

Pero, como he dicho antes, la inteligencia también es nuestro peor enemigo cuando solo confiamos en ella y dejamos que domine nuestra vida. Porque solo sabe gestionar lo anteriormente conocido o bien establece una relación lógica, buscando situaciones similares en el archivo mental para activar su respuesta. Y no todo lo que sucede en nuestra vida lo tiene categorizado, ni es -necesariamente- similar a lo vivido. Ante lo desconocido y nuevo, busca inutilmente la relación con algo conocido y genera una respuesta como la que tuvo en su día o bien inhibe nuestra reacción y nos hace sentir miedo ante lo desconocido. Aparte, debemos recordar dos cosas en su proceder: primera, que la respuesta de nuestra mente es dual o binaria, es decir, blanca o negra, positivo o negativa. Y es difícil hacer esa distinción en la gran mayoría de estímulos, hechos y circnstancias que se dan en nuestra vida.

Es por eso que la mente -por sí sola- no puede ser la dueña de nuestra vida y de nuestros actos, aunque nos dé esa sensación de control y seguridad que el ser humano necesita sentir en su vida. El corazón es quien debe compensar esa excesiva rigidez mental y gestionar los matices de nuestra vida. Ambos -corazón y mente- deben buscar su justa y equidistante participación ante cada situación de nuestra vida. Eso nos permitirá gestionar plenamente la vida con todos sus matices y lo nuevo sin tener miedo, así como valernos de la experiencia para aprender de lo vivido! Yo, particularmente, le llamo alma a ese puesto de control que reparte juego a la mente y al corazón en cada situación... ¿Por qué el ser humano pivota entre una y otra, dependiendo de cada situación? ¿Por qué tener que escojer ser mental o emocional en la vida, si tenemos el privilegio de ser ambas cosas en su justa medida, solo dejándonos llevar por el alma -y su brazo armado, la intuición- que lidera, considerando al corazón y a la razón como meros siervos de ella?

Aquí te traigo un interesante texto que habla del proceso mental y del sentido común. Léelo y extrae tus propias conclusiones...



Antes de abordar los consejos sobre los ejercicios que sirven para adquirir el sentido común, el Shogún nos habla del poder de la deducción.

La operación mental más importante que debe ejercitar el que desee adquirir sentido común en todos sus actos y decisiones es, sin duda alguna, la deducción.

Cuando se han dado a conciencia los pasos que requiere el juicio, resulta de ello un análisis de las situaciones que se convierte en un hábito, que acaba por hacerse de manera automática. Si se ha ejercitado suficientemente esta gimnasia, repetirá todos los pasos de forma casi inconsciente, y por sí misma se impondrá la deducción, que es el principio esencial del sentido común.

Es conveniente estudiar las fases de este análisis, para escalonarlas con método. En primer lugar, es necesario agrupar los elementos que se relacionan con el tema que es objeto del juicio. Es necesario “agrupar” convenientemente los pensamientos.

Se debe pensar en hechos similares del pasado, y por medio de la comparación se les relacionará con el presente a fin de asociar los fenómenos anteriores al actual y de ahí sacar las correspondientes deducciones.

La deducción es siempre el resultado de varias observaciones que el sentido común une entre sí.

El filósofo nos previene contra la propensión que tenemos de rechazar o eludir casi siempre la conclusión que no está conforme con nuestros deseos. Muchas personas –dice- quieren hacer deducciones eliminando los elementos que les apartan de la decisión deseada. Exageran, además, las razones que están a favor de esta decisión. Así se ven muchas gentes que en lugar de aprovecharse del raciocinio son víctimas de él.

Yoritomo Tashi, “El sentido común”.

 

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