viernes, 18 de junio de 2010

A PESAR DE TODO...



Cada cual y cada quien tiene sus propias circunstancias en la vida. Pero no todos las vivimos de igual manera. En sí, no son buenas ni malas, sino siempre una oportunidad para ser más o ser menos! Para muchos, la circunstancia que les ha tocado vivir es algo que pesa, que les obliga a defenderse de ella y a sobrevivirla a cualquier coste! Para otros, sin embargo, esas mismas circunstancias se convierten en la mejor oportunidad para superarse y vivir su mejor vida! Como siempre, dependerá de nuestra capacidad de ver la botella medio llena o medio vacía!

Hay un hábito muy frecuente entre ciertas personas. Comparar "lo que tengo en mi vida" con "lo que pensé tener", "lo que creo merecer" o "lo que me dijeron que tendría". Ni que decir tiene que esa comparación, según como -pero casi siempre- nos garantiza la infelicidad y, por tanto, vivir una vida con resignación. "Ya no miras la luna ni buscas la magia en ella... y en tu vida" le pregunté a una buena y amada amiga -a quien no veo hace demasiado tiempo- y ella, bajando lastimosamente su mirada me contestó con resignación con un "no". Ella, una maravillosa mujer con mágico brillo en su mirada, perdió el buen hábito de buscar el sentido mágico de lo que le rodea y que tantos momentos únicos le había propiciado... Estoy seguro que algún día recuperará esa ilusión por la vida -y, con ella, el brillo de su mirada-, pero no será antes de que sea capaz de superar su pasado y de resignarse ante su presente... y viviendo solo una "buena vida"! Algún día volverá a soñar, a desear y a luchar por tener "la mejor" vida, esa que todo ser humano merece y alcanza, si tiene el valor necesario.

La distancia entre lo que vivimos y lo que soñamos es, ni más ni menos, que la que nosotros pensamos, queremos e interponemos entre ambos! Si renunciamos a nuestros sueños, lo máximo que lograremos es vivir a medias, o sea sobrevivir a unas circunstancias siempre adversas, ajenas y que no dominaremos. Si, en cambio, somos capaces de responder a nuestro yo interior y aspirar a vivir lo que realmente merecemos, eso nos llevará a la búsqueda incesante de nuestra "mejor vida" y, por tanto, veremos y viviremos las circunstancias -por aparentemente adversas que sean- como oportunidades para ser, para crecer y para alcanzar nuestros sueños! Hay algo común entre todas las personas que son felices y que son capaces de hacer felices a los demás: su capacidad de crear las circunstancias y de siempre aprovecharlas para ser y crecer más como personas!

Aquí te traigo una entrevista en la que verás cómo una vida aparentemente complicada puede ser, contra todo pronóstico, la plataforma necesaria para lograr el éxito personal. Extrae tus propias conclusiones...


Alfonso Lara, actor, director, guionista y músico "Hay ataúdes que no caben por las escaleras". La Vanguardia. La Contra. IMA SANCHÍS - 04/06/2010

La vida es mágica?

Sí: las casualidades, cómo estás predestinado a conocer a ciertas personas, por qué dije a los 15 años "yo voy a ser famoso"...

¿Es lo que quería?

Estaba manifestando la voluntad de hacer algo en el terreno del arte, y lo cumplí, cuando todo parecía estar en mi contra. Mi vida era muy negra muy negra muy negra, y siempre hubo una luz ahí.

¿Qué luz?

Los libros y la música son mágicos; algunos me encontraron a mí, como Una temporada en el infierno,de Rimbaud, y me salvaron de un barrio de yonquis; eso es magia.

Cuénteme esa infancia negra.

Vivía en un barrio lleno de gente de mala onda, se traficaba mucho con drogas, allí iba Antonio Flores a pillar heroína. Mis vecinos de enfrente murieron por drogas, y la mayoría de mis amigos.

¿A qué se dedicaba su padre?

Había pasado hambre, como mi madre. Trabajó en un almacén, le dio un infarto, luego trabajó de conserje, le dio otro infarto y se murió con 43 años; lo hizo en mis brazos.

¿Y usted?

Tenía 12 años. Su velatorio fue felliniano, el ataúd no cabía por la escalera, tuvieron que bajarlo por una ventana. Y mi abuela, que estaba loca, haciendo sus conjuros con tijeras y con sal. Yel barato negocio de la muerte. Y la gente me miraba, y no me gustaba.

¿En qué situación los dejó esa muerte?

Económicamente, en la miseria, y persiguiendo un fantasma toda mi vida; pero me dejó una bella estética de la muerte, ese misterio del rostro de los muertos, cómo se transforma, cómo cambia la piel. Me duele no acordarme de su voz. Pero la de mi padre no fue la más terrible, las he vivido peores.

¿Algún amigo?

Sí, Luisma, con 25 años, se tiró por el viaducto de Madrid. Tuvimos que ir a reconocerlo y estaba irreconocible. Y darles la noticia a sus padres y a su mujer. Eso es el horror. Nuestro maestro de interpretación me dio un abrazo en el velatorio tan fuerte que me hizo daño. Al mes siguiente se suicidó él.

¿A usted no le dio por la droga?

Por los porros. Nunca he considerado el hachís o la marihuana una droga enormemente destructiva, pero a raíz de tener ataques de ansiedad lo dejé.

¿Ataques de ansiedad?

Empezaron a darme ensayando Urtain y un día lo sufrí en el escenario. Pero al final ha resultado ser una experiencia muy bonita.

Ser realmente vulnerable en el escenario te hace aprender mucho. Eres más sincero que nunca. Salí de escena a lágrima viva.

¿Ansiedad de qué?

A lo mejor, de esos ataúdes que no caben por las escaleras, de cosas que no tienes solucionadas. Intuyo que está atrás en el tiempo. Yo, que tengo una memoria de elefante, tengo lagunas enormes en lo que se refiere a mi vida.

¿Qué recuerda?

Paseaba por la calle Bravo Murillo, a la que he odiado tanto, hay muchos pasos perdidos míos en ella, solo. Representa la parte fea de mi niñez y adolescencia. Mi madre vestida de negro; hablaba muy poco. Menos mal que llegaron Hermann Hesse, con Demian, y los malditos a rescatarme y enseñarme que se podía hacer algo con la rabia; si no, igual me hubiera dedicado al caballo.

¿Tenía amigos?

Pocos, llegaron a partir de los 17 años, pero mi plan era "vive deprisa, muere joven y hazte un bonito cadáver". Yo he adorado a los suicidas. Pero a los 27 años vi que ya no podía ser Jimmy Hendrix. He aprendido que hasta la muerte todo es vida, y que los hijos, el amor y los amigos, las cosas intangibles, son las que, sin saberlo, te van arropando. A mí me ha costado ser sencillo.

Normal.

Había algo artificioso en mi forma de ser, pero luego pude recuperar la parte buena de mi barrio: la naturalidad y el salvajismo bien entendido: un yonqui que cantaba con alegría Para que no me olvides mientras lavaba billetes llenos de sangre; más natural que eso... Luego he visto mucha pose y fatuidad en el mundo de la cultura.

¿Qué papeles repite?

Los actores solemos repetir un patrón, y el mío es el de ingenuo, pero cuando has aprendido a escuchar y a manejar las emociones con más tranquilidad, puedes jugar a disfrazarte; porque, en realidad, tu interpretación te la da el otro, como en la vida. Yo estoy harto de mí mismo, quiero estar escuchando al otro.

¿Qué es lo mejor que le ha pasado?

Mis hijos y Micaela. El amor tiene algo inmortal: hay algo en mi relación con ella que se mantiene intacto desde el primer día.

Aborrece lo que no es auténtico.

Sí, me subleva lo inflacionado que está todo: el metro, el pan. El monstruo siempre va por delante y nos hace hippies o yuppies o drogadictos a todos. Podemos cambiar nuestro pequeño mundo, pero se gastan mucho dinero en dejarnos solos o en unirnos alrededor de la basura que nos venden.

¿Qué podemos hacer?

El esfuerzo de juntarnos y dar nuestra opinión. Levantarte cada mañana y decidir forjarte un criterio fuerte, tener una opinión personal, apagar el televisor cuando lo que te están dando es basura. Y hacer mi trabajo con la mayor energía y verdad posible aunque sólo haya dos personas en la sala.

 

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