viernes, 10 de septiembre de 2010

¿DERECHO A LA VIDA... O A LA MUERTE?




Es curiosa la controversia que genera el suicidio! Y, a la vez, no conozco a casi nadie que, en sus fueros internos, no haya pensado alguna remota vez en él como salida airosa de esta vida, aunque pocos lo reconozcan publicamente. ¿Quién no, en mitad de un sufrimiento, no ha pensado en dejar esta vida? ¿Quién no ha envidiado -aunque sea en privado y en secreto- a alguien que ha muerto que, con esa muerte plácida, ha logrado dejar atrás los malos momentos o sus penas? Detrás de este sentimiento tan humano como -en ciertos momentos, incluso razonable- está el derecho a la muerte, la eutanasia... incluso el derecho a la vida!

Para muchos, la muerte no es algo que forma parte de la vida, sino -paradogicamente- solo la escapada de ella. Obedece al miedo a la propia vida, sin más! Y aunque la muerte ajena sobrecoje siempre y genera inquietud ante el desconocimiento del paradero final, para muchos esa incertidumbre queda compensada con la supuesta desaparición del sufrimiento y del sobresfuerzo en la vida! Durante muchos años afirmé sin pudor que "cambiaría 10 años de vida por una muerte súbita, rápida y sin dolor". Seguramente también era miedo... a la vida... y, sin duda, al sufrimiento! Y, aunque no me enorgullezco de ello, puedo afirmar que durante un tiempo no demasiado lejano, hubiera dado mi vida entera... por morir o por no vivir como vivía, que es casi lo mismo! Claro que ese tiempo se convirtió -precisamente- en mi plataforma de despegue hacia una mejor vida, la que hoy intento vivir cada día! Y es que, como se suele decir, en muchas ocasiones hay que tocar fondo para poder reflotar y salir a la superficie, volviendo a salir victorioso y empezar a volar alto, de una vez por todas!

Creo que es lícito que alguien sienta la necesidad de marcharse de este mundo, ¿quién no lo ha sentido alguna vez? Generalmente no se discute cómo debe ser la muerte digna, ni cuál es el mejor momento... simplemente uno desea ausentarse para siempre! Seguramente cuando uno siente eso es porque aún no ha encontrado el sentido de su propia existencia, es decir, porque vive una vida a medias! Y claro, esta vida así, sin sentido, no merece la pena vivirla! Si miras a tu alrededor, tal vez te parecerá ver cientos de razones para menospreciar e incluso odiar a la vida, desde ver gentes queridas desorientadas, resignadas y/o desencantadas -aunque sus labios esbocen una sonrisa...artificial- a confictos y problemas de todo tipo en el mundo! Pero, cada uno de éstos, son -precisamente- buenas razones para vivir, oportunidades para hallar el sentido real a la vida y, con éste, hacer algo por este mundo, del que todos somos un poco responsables!

Aquí te traigo una entrevista que habla del suicidio en la historia. Te recuerdo que, en virtud de un acuerdo tácito internacional, los medios de comunicación no citan el suicidio en sus textos, pues los expertos creen que hablar de éste incita a personas con ciertos rasgos psicológicos. Disfruta de esta entrevista y extrae tus propias conclusiones...



Carlos Janín, 66 años, autor del Diccionario del suicidio. "Los intelectuales se suicidan más, porque tienen más ego" "Nuestro suicidio como especie, el ecológico, es el que más me preocupa". La Contra de La Vanguardia. LLUÍS AMIGUET - 28/08/2010

El poeta Yannópoulos, desesperado por la falta de eco de su manifiesto nacionalista griego, firma sus escritos con la palabra "muerte".

Por la patria, mejor vivir.

Pero convirtió su suicidio en un poema: ¡Junto a Brunilda y Marco Curcio, Yannópoulos cabalgó hacia su apocalipsis!

No sé si el caballo estaría de acuerdo.

El caballo, amigo mío, es un caballero. Es más que un animal: recuerde que no figura en el Arca de Noé, donde en cambio sí se censan unicornios. Y la épica universal abunda en caballos tan fieles que lloran la muerte de sus jinetes y al cabo se suicidan.

En este caso, Yannópoulos lo suicida.

Desconocemos ese extremo. Lo seguro es que el 10 de abril de 1910 en Eleusis, lanza su caballo hacia las olas y, cuando ya no puede avanzar más, se pega un tiro en la sien.

Espero que el caballo se salvara.

Otro poeta griego, Kariotakis, también se lanza al mar para ahogarse, pero, tras diez horas de porfía, gran nadador, por no salir a flote, es devuelto a la playa por las olas...

... ¡Y tantos que se ahogan sin querer!

Agotado, vuelve a casa; se pone su mejor traje y seva al café El Jardín Celestial de Préveza; allí se le ve degustando un habano y un ristretto y redactando una breve nota: "Aconsejo a cuantos sepan nadar que no intenten jamás suicidarse tirándose al mar: durante diez horas he tragado agua y siempre subía a la superficie sin saber cómo...".

Suicida, pero quería sentirse útil.

Al día siguiente, tras un largo paseo por la playa, Kariotakis se sienta bajo un eucalipto y se pega un tiro en el corazón.

Supongo que no todos los suicidios tienen un final tan elegante.

El más escabroso y desagradable de mi diccionario es el del estoico Catón de Útica - no confundir con Catón el Viejo-,quien, tras fracasar en su defensa de la República frente al César, se abre el vientre con un cuchillo.

El suicidio político no es tan raro.

Pero Plutarco nos refiere con detalle cómo llaman al cirujano, que remienda el estropicio recolocando los intestinos del filósofo, sólo para que el obstinado Catón vuelva a reabrirse el vientre con sus manos y muera.

Sería estoico, pero fue una casquería.

Como las de Ron Brown en El arte de suicidarse y el suicidio en el arte, donde compila grabados inspirados en suicidios reales reportados en su día por el Illustrated Police News: autocrucifixiones, autoguillotinamientos... Barbaridades.

Pero, vamos a ver, señor Janín: ¿entre el suicidio y usted hay algo personal?

En absoluto. Al redactar el diccionario, sólo me he guiado por la curiosidad y la pregunta "¿por qué tantos creadores se suicidan?".

¿Por qué tantos creadores se suicidan?

No hay una respuesta sino muchas razones.

Universales, porque el suicidio lo es.

Pero aquí en la Península - desde Numancia hasta Alicante-tenemos una rica tradición local de suicidio colectivo ante el enemigo.

Lo de Alicante no me suena.

Bien documentados están los suicidios de familias enteras de republicanos acorraladas y bombardeadas por Franco en Alicante: el padre tiraba de la anilla de una granada y... evitaban caer en manos de los fascistas.

Esa guerra fue un suicidio colectivo.

Nada colectivo, pero igual de empecinado fue el escritor Ganivet al volver a arrojarse al mar minutos después de haber sido rescatado ya una vez de las frías aguas del Báltico: en la segunda tentativa logró ahogarse.

¿Cuál ha sido la época más suicida?

Tal vez el romanticismo: con el Werther de Goethe y su suicidio por amor, desencadenó una epidemia, la Werther-Fieber, frenada cuando la autoridad ordenó exhibir desnudos los cadáveres de los suicidas.

Hasta en el morir somos gregarios.

Los totalitarismos y las tiranías hacen del suicidio huida: Klemperer cuenta cómo la Gestapo recorre hogares judíos incitando a las familias a suicidarse dando pistolas.

El nazismo fue genocida y suicida.

Pero donde el suicidio ha gozado de mayor respetabilidad fue con los mayas, donde la diosa Ixtab, patrona de los suicidas, los guiaba al cielo sin pasar por el purgatorio.

No era una cultura humanista.

La obsesión precolombina por la muerte y los baños de sangre lleva a los antropólogos a concluir que ese raro afán autodestructivo fue la razón de la fácil conquista española.

El suicidio libraba de la esclavitud.

Así se explicaría Matachín, pueblo panameño que toma su nombre del suicidio de un centenar de chinos esclavizados para excavar el canal. Deprimidos por las horribles condiciones de su existencia, los chinos se ahorcaron colgándose de su propia coleta.

¿Cuál es el mensaje de suicida que más le ha impresionado?

El más citado es el de Cesare Pavese: "Basta de palabras, un gesto".

Definitivo.

El poeta segoviano Nicolás Arnero deja subrayada esa frase de Pavese, que contradice con dos versos más: "Intuyo la cobarde humillación / de sustraerme al suicidio". Pero Arnero comete una segunda contradicción y se ahorca el 20 de enero de 1991.

¿Usted cree en el derecho al suicidio?

Otros más grandes hablan por mí: Hegel lo define como "la última soberanía del yo" y Jaspers como "la última libertad de la vida"; Rousseau concluye: "Cuando la vida es un mal para uno y no es un bien para nadie, está permitido librarse de ella".

 

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