jueves, 7 de octubre de 2010

¿AMAR, SIN SOÑAR?



Alguien me dijo una vez que "el amor es algo que permite entregarnos al otro y, en la entrega, descubrir en el otro cosas de nosotros mismos que, de otra manera, no llegaríamos nunca a conocer!" Curiosa y acertada definición! Y es que el amor no es más que "abrirse al otro para encontrarse a uno mismo", diría yo, simplificando el concepto! Obviamente, cada persona en nuestro entorno permite conocernos proyectados en el otro, permitiéndonos ver lo que poseemos o lo que nos falta y valoramos. Pero, en especial en el amor romántico -como denomina Eric Fromm, aunque clasificarlo es ya limitarlo- esa proyección se hace más evidente. El otro, el ser amado, actúa como un espejo nuestro!

Para muchos el amor de pareja no es más que la posibilidad de evitar la soledad, aunque ella sea consustancial -y, por tanto, necesaria- al ser humano. Para otros, un arte difícil de gestionar una relación en el que lo importante es mantener esa llama del amor viva, a pesar de las diferencias, peculiaridades y dificultades circunstanciales de cada uno de los contendientes. Para muchos más, es tan solo una conveniencia social que une a dos personas en un proyecto común, que exije renunciar un poco de cada uno. Pero, para algunos pocos, es el único y verdadero medio para conocerse a uno mismo, conocer al otro y así crecer ambos!

Para amar a alguien, uno debe amarse a uno mismo primero, esa es la premisa. Si uno ansía amarse, antes debe conocerse... y conociéndose se ama más a sí mismo y, a la vez, al otro! Para ello, una relación debe fluir, por tanto, no debe existir el miedo. Porque entregarse y compartir exije valentía, voluntad de entregarse por entero, sin reservas y, sobre todo, deseo de compartir el mutuo descubrimiento. Si uno teme encontrarse a sí mismo, si uno teme lo que el otro pueda hacer con el descubrimiento, esa relación está rota, desde un principio. El miedo ocupa el espacio del amor... y, por tanto, lo bloquea! Cuántas veces nos entregamos a medias, escondemos al otro lo que consideramos poco digno, inconveniente o imperfecto... compartiendo solo lo más conveniente o dándole al otro solo lo que él espera de nosotros. Como suelo decir, el amor -del tipo que sea- es una actitud en la vida, es la ausencia de miedo, fruto de la libertad personal y algo que no puede ser más que radical, irrepetible y único cada vez que se comparte con alguien más!

Una relación es, como cada ser humano, algo singular, algo especial e irrepetible, favorecido por un mismo momento vital de dos personas y con la voluntad mútua de crecer! No admite matices, o se ama o no. Cada vez que una relación solo toma parte de nuestro ser, solo comparte una parte sesgada de uno mismo, ese amor duele... porque no es más que la renuncia a algo que realmente somos, merecemos y que necesitamos compartir, simplemente porque nos lo exije el alma! Darse es algo que proviene del interior, fluye naturalmente y no es más que un ansia esencialmente humana, aunque siempre tenga -como tal- algo de mágica! Pero es imposible que sea mágico si uno no aprende a buscar la magia en su día a día, en su vida... que es donde se halla el amor! Una vida plana sin ese aspecto enigmático e impredecible -basado en la confianza en uno mismo, en el otro y en la vida- no puede ni podrá nunca acojer un amor verdadero, magico e irrepetible! El amor surje cuando surje, aunque hay que estar bien atento a las señales y circunstancias de la vida, teniendo el valor de vivirlo cuando aparezca, aunque para ello debamos ser capaces de soñar, romper los esquemas de nuestra mente limitada... y dejarlo fluir tal y como aparece!

Personas que no son capaces de soñar suelen afirmar que no encuentran el amor. ¿Es posible el amor sin soñar? ¿Es el amor solo un sueño? ¿Por qué hay tanta gente dispuesta a vivir un amor artificial como su vida y, en cambio, solo soñar en el amor verdadero y que merecen? A fin de cuentas, soñar no es más que ser capaz de hacer real lo irreal! ¿No será esa dosis de irrealidad, precisamente, el valor del verdadero amor y el gran reto? ¿Es posible vivir un amor de sueño, sin vivir una vida de sueño?

Miguel Benavent de B.

Te traigo una entrevista de un presunto experto en psicoterapia de pareja, que habla y argumenta sobre el amor... Seguramente el amor es algo más simple que todo ello, es una actitud vital, irrenunciable e integral de todo ser humano y que, como tal, debe tener en cuenta lo físico, lo mental, lo emocional y lo mágico o espiritual de cualquier persona. Extrae tus propias conclusiones...

Robert Roche, 69 años, doctor en Psicología, especialista en psicoterapia de la pareja y prosocialidad. "Ayudar, dar y escuchar llena de significado la propia vida". La Contra de La Vanguardia. IMA SANCHÍS - 28/09/2010

Ha investigado con más de 2.000 parejas...

Sí, y he observado que esperar demasiado de la comunicación crea problemas en la pareja.

Creía que era por la falta de ella.

La comunicación, si no es de calidad, crea perturbaciones y ruido. Puedes estar diciendo una cosa con tus palabras y otra con los gestos, la mirada y la actitud.

La actitud dice más que las palabras.

Y de forma inconsciente. En las relaciones de pareja debe haber un equilibrio pas-pro.

¿Qué es eso?

Un equilibrio entre amor pasional y amor prosocial, que es aquel que se interesa en primer lugar por el otro, que da todo el espacio al otro, que descentra el propio yo, que no parte de sus intereses, sino que trata de escuchar a fondo al otro. A partir de ahí vendrá un enriquecimiento para el yo y también para el tú.

Hay que ser maduro y generoso para eso.

Sin este tipo de amor, la pareja se ahoga en los sentimientos centrados en el yo. Quien invierte en el otro construye y mantiene la pareja.

Pero la pasión es la chispa.

El amor pasional es un amor gratuito, ¡fantástico!, un regalo que no tiene coste.

Te llega de repente, sí.

El amor prosocial tiene un coste, requiere esfuerzo, es altruista, procura más funcionalidad y apoyo al otro, pero dota a ambas personas de la pareja de un gran significado de autenticidad. La comunicación prosocial es la que acepta totalmente al otro.

¿Y se aprende?

Yo, a mis estudiantes les hago practicar ayuda, escucha, consuelo, crear empatía, valorar al otro, ser solidario. Y tienen que practicarlo con un adversario o alguien antipático. Plantean una acción y comprueban qué pasa al llevarla a cabo.

¿Qué pasa?

Las ventajas de la prosocialidad previenen la violencia, mejoran el clima grupal e interpersonal, el tono vital del que da, la salud mental del autor y del receptor de la acción.

De acuerdo, amor prosocial. ¿Y cuando desaparece la pasión?

El amor prosocial es un gran nutridor de la pasión, porque si tu pareja te dedica tiempo, esfuerzo e ilusión, tu pasión renace.

Entonces, ¿por qué todas las parejas andan a la greña?

Se tiene que aceptar que hay desacuerdos y aprender a manejarlos, debatirlos con calidad comunicativa; centrar la atención en conseguir una auténtica relación.

Eso no implica estar de acuerdo.

Pero sí tener como objetivo un encuentro entre el yo y el tú, y sobre la base de la comprensión mutua, tomar las opciones más adecuadas, ponernos de acuerdo sobre nuestros valores y establecer reglas de conducta para seguirlos.

Entonces, hay que ser inteligente.

Pues sí, pero no estamos hablando de coeficiente intelectual, sino de las múltiples inteligencias que nos llevan a conseguir un buen equilibrio pas-pro.

Entendido.

Hay que perseguir una igualitaria participación en la toma de decisiones. Una comunicación de calidad, explicitar las expectativas, y un respeto y autonomía en el crecimiento personal de cada uno.

Usted aplica la prosocialidad en países en conflicto, niños de la calle, escuelas.

Sí, con resultados excelentes. La prosocialidad estimula la creatividad y la iniciativa, se puede desarrollar en todo momento y aplicar a cualquier situación y persona.

Se trata de hacer algo por alguien.

Sí, favorecer el altruismo. Hay que enseñar los comportamientos del dar y mostrar los beneficios. La empatía es algo que tenemos naturalmente, pero la hemos cubierto de polvo, capas y capas de cultura, costumbres y maneras de tratarse. La prosocialidad se debe enseñar y entrenar para no olvidarla.

Nos han enseñado a procurar por nosotros mismos.

De la psicología americana nos ha llegado la asertividad, es decir: mantener mis derechos sin hacer daño al otro; pero la perspectiva prosocial da un paso más allá. Dice: yo voy a empezar por el otro, voy a interesarme por el otro. Vaciarse para acoger al otro.

¿Tiene recompensa?

Gracias a la acción prosocial, las emociones negativas mejoran, y la salud. Ponerse en el lugar del otro calma la tendencia irascible y resuelve rencores y envidias. Cada uno de nosotros tenemos la posibilidad de ser más conscientes de lo que nuestros actos y palabras producen en los demás.

Esa consciencia es poder.

Aumente sus actos de ayuda, de dar, de escucha, de ser empático con el otro, de valorarle, y verá como sentirá un significado en su vida y mejorará su autoestima.

La respuesta no es siempre positiva.

Ponerse en la piel del otro enriquece mi capacidad mental, me abre al mundo. Si yo envío un mensaje con sinceridad, en el 70% de los casos mi acción incide y es multiplicadora, porque si alguien tiene un gesto bueno y sincero contigo, tu actitud y las decisiones que tomes en ese momento cambian. Esa acción produce una cadena de acciones.

Eso no se puede medir.

Sabemos que un puñetazo en un grupo aumenta las posibilidades de que haya otro: lo mismo sucede con las acciones prosociales.

 

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