jueves, 28 de mayo de 2009

LOS HIJOS ¿UN MEDIO O UN FIN EN SÍ MISMO?



Qué duda cabe que la paternidad es un don en nuestra vida! Siempre he considerado que lo más importante que he hecho yo hasta ahora es haber tenido a mi preciosa hijita... con permiso de su madre, claro!

No obstante, muchas veces pienso en lo que significa -en realidad- la paternidad. Tiene sus pegas y sus malos momentos, pero es una cadena perpétua que nos responsabiliza y, por otra parte, nos une a la vida, para siempre. Y es que traer un ser humano a este mundo tiene su riesgo y requiere su valentía, como todo lo importante en la vida. Como lo es, no utilizar a los hijos para realizar duplicados nuestros, réplicas mejoradas de lo que nosotros no tuvimos el valor de ser o perpetuar nuestras carencias y virtudes en ellos... olvidándonos de que son eso, ellos. Tampoco deberían ser una coartada femenina para evadirse y resignarse ante el desamor, como frecuentemente pasa. Los hijos son, en sí mismos, seres humanos por hacerse y en los que nuestra tarea de padres no puede ser otra que ayudarles a ser ellos mismos, a pesar de los pesares... y de nosotros, sus padres. Ellos, en un principio, aprenderán de nuestras enseñanzas y también de nuestros defectos y carencias, que les iremos transmitiendo día a día en forma de lección, con mucho cariño, pero también con una cierta ignorancia. Pero también serán nuestros maestros en la vida resucitando nuestro niño interior que yace olvidado! Seremos sus incuestionables ídolos y protagonistas de su vida infantil y ajena; incluso nos sentiremos orgullosos de que se nos parezcan! Luego, a partir de la adolescencia y la juventud, serán ellos mismos los que decidirán qué les conviene memorizar y, al fin, aplicar a su propia vida... pasando nosotros los adultos padres -no sin resistencia- a ser meros espectadores de su vida, como debe ser y para siempre. Y tras ese a veces traumático encuentro con ellos mismos, nuestro amor por ellos requerirá -y significará- desanudar el cordon umbilical para permitirles alzar el vuelo hacia sí mismos y alcanzar sus propios horizontes!

Muchas veces pienso en las personas y/o parejas que, por cualquier razón, no tienen hijos. Unos, sin duda, por egoísmo, pues eso les permite evadirse de la presunta carga de la paternidad y dedicarse a ellos mismos; otros, por causas físiológicas, lamentablemente no pueden tenerlos; y algunos otros, porque su actitud en la vida no admite cómplices ni víctimas y optan libremente por no ejercer ese precioso derecho; algunos pocos -los menos- porque no encontraron amor suficiente en su vida como para perpetuarlo en un hijo amado. A unos y a otros les digo y les recuerdo que tener un hijo es un tesoro y que es un privilegio que todos deberíamos disfrutar... libremente, pues es un acto de amor! Pero, desgraciadamente, nuestra sociedad tiene soluciones para todo: para hacer de un hijo un mero acto de ratificación de un matrimonio o de los derechos inapelables de la mujer moderna y realizada, o un puro ejercicio de solidaridad humana -con la adopción-, o bien una prueba-error de ensayos clínicos que favorecen la fertilidad y demostrar así que la fecundación natural pronto será ya un mal recuerdo y una simple muestra de debilidad humana... Pero, por lo visto, nadie recuerda la trascendencia de traer a este mundo un nuevo ser humano (con su mitad divina) al que deberemos amar lo suficiente como para ayudarle a ser él mismo. Pocos consideran al hijo como lo que es: un fantástico, mágico y singular fín en sí mismo... más que un medio para perpetuar la vanidad humana o para consumar un matrimonio o revindicar los derechos de la presunta mujer-madre. Un hijo es más, sin duda, mucho mas! Es, ni más ni menos, que el fruto del amor y que, como tal, requiere -y nos devuelve- amor a raudales a nosotros, sus padres!

Aquí te reproduzco una interesante entrevista en la que se trata un tema escabroso: la mercantilización de la paternidad en este mundo lucrativo y loco. Juzga por ti mismo...

Arlie Russell, investigadora de la mercantilización de la maternidad"Encargaban su embarazo en India para preservar su línea". La Contra de La Vanguardia. LLUÍS AMIGUET - 23/05/2009

Visité varias clínicas en Bombay a las que mujeres del primer mundo han encargado su embarazo. Y con la ayuda de periodistas del Indostan Times entrevisté a veintitrés de esas madres de alquiler.

¿Qué es encargar un embarazo?

Un supermercado de la maternidad. Usted puede en esas clínicas comprar semen y un óvulo y a los nueve meses llevarse al niño resultante; o encargar sólo el semen y poner usted el óvulo, o poner un óvulo fecundado por su semen y volver por el niño.

¿Y quién se queda embarazada?

Una madre de alquiler india. Cobran tres mil euros por cada embarazo.

¿Eso es legal?

India ha legislado ahora que sólo se puedan utilizar esos servicios por motivos terapéuticos; pero hasta ahora ha sido plausible encargar algunos embarazos para evitarse la gestación y preservar el tipo.

¿Se mercantiliza así el embarazo?

Sí. Y no es correcto que nadie pague por su embarazo a otra persona, igual que creo perverso pagar por un trasplante de órganos: aparte de por ética, porque, además, hace ineficaz el sistema. Son terrenos donde sólo la medicina pública es eficaz.

¿Cómo eran esas madres de alquiler?

Algunas sufren por ser madres sin serlo. Las normas de la clínica son estrictas: se les prohíbe cualquier familiaridad con los padres clientes y su bebé, así como cualquier relación sexual durante su embarazo: sólo pueden ver a su propio marido y su familia de día, y en público, en la propia clínica.

Eso suena a granja humana.

Estoy abogando ahora por que se prohíba pagar por un embarazo, pero estoy a favor de que madres voluntarias - por amor y solidaridad- se queden embarazadas en lugar de otras que, por motivos terapéuticos, no pueden sobrellevar un embarazo.

¿Por qué le parece mal que se pague?

Pervierte la relación solidaria, y creo que esa falta de contacto es mala para el bebé; para la madre portadora y para la genética. ¿Recuerda usted las amas de leche?

Las benditas nodrizas de antaño.

Daban de mamar a bebés que no eran suyos: hoy esa práctica ha caído en desuso, pero yo no la desaprobaría si fuera voluntaria y reforzara vínculos neoparentales. Del mismo modo, creo que con la madre portadora se ha de crear un vínculo de parentesco nuevo.

¡Pablito, dale un beso a tía portadora!

Sí, algo así. En Bombay conocí a una pareja india en la que ella, enferma de cáncer, encargó su embarazo, pero quiso conocer a la portadora de su óvulo y celebró con ella la fiesta hindú del séptimo mes de embarazo y ahora la consideran la tía de su hijo.

Desde luego, así es más humano.

Recogí un caso en India de una pareja japonesa que encargó un niño - desconozco el porqué-,pero se separaron después y la madre donante lo rechazó. Como la ley india no permite ceder un bebé a un hombre, el pobre padre tuvo que recurrir a su madre.

Benditas abuelas, siempre al rescate.

Hay otros ejemplos de venta de intimidad que no son perversos: un amigo mío con fallos de memoria tiene un servicio de conserjería en India y él vive en San Francisco.

¿Para qué?

A menudo se olvida el coche o las llaves y esa empresa en Bombay llama a todos los parkings de la ciudad hasta que lo localizan. Hacen por él muchas cosas por el estilo.

Suena globalizado, pero útil.

Muchas comunidades californianas intercambian productos y servicios sin dinero de por medio gracias a la gratuidad de internet. Por ejemplo: te doy fruta de mi granja a cambio de tus clases de piano.

Eso es global y local.

Glocal y es bueno, pero también se nos ha convencido de que mercantilizar nuestra intimidad nos proporcionaría bienestar. Se trataba de ganar más que los demás y así disfrutar mejor calidad de vida que nadie.

Ahora el Estado parece la solución.

Sólo para volver a preservar los privilegios de los ricos. Después volverá a ser condenado. El problema es que hay servicios - salud, seguridad, urbanismo, medio ambiente, educación...-que, o los disfrutamos todos, o nadie; no se pueden prestar con eficacia sólo a unos pocos. No se puede afrontar una epidemia curando sólo a quienes tienen seguro privado. Al final se contagian todos.

¿Dónde está el límite de lo comprable?

Un amigo mío no quiso encargar a un payaso profesional la fiesta de cumpleaños de su hija y se disfrazó de Cocodrilo Dundee...

Un padrazo.

... El pobre se esforzó, pero los niños se aburrieron. Y los papás de las amiguitas lo acusaron de rácano e inútil.

¿Y usted qué cree: héroe o rata?

Yo entrevisté a su hija ya mayor y le hice recordar aquella fiesta: me dijo que aquel día se avergonzó de su padre, pero que ahora, al evocar su esfuerzo, le quería más que nunca, porque haber pagado a un payaso era sólo poner dinero y, en cambio, su padre había querido hacer más por ella.

Pero ya había traumatizado a su viejo.

Yo busco esa línea en nuestras vidas donde no entra el dinero. ¿Sabe que muchas amas de casa alemanas contratan limpieza, pero se niegan a que nadie limpie su lavabo?

Pues que vengan al mío: sin remilgos.

Hay espacios de nuestra intimidad donde no entra el dinero, sólo el amor, y creo que es mejor conservarlos.

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