viernes, 5 de junio de 2009

¿AMAMOS COMO LOS ANIMALES?



Soy un gran amante de la Naturaleza y, en el fondo, siempre pienso que ya nos convendría a los humanos aprender de ciertos comportamientos "del mundo animal". Ya desde pequeña, le comentaba a mi hijita que solo el ser humano daña al prójimo con malicia o por venganza; si los los animales lo hacen, es para alimentarse, para mantener el liderazgo en la manada (en el trasfondo, Darwin y su selección natural para mejorar la especie) o para defenderse de un ataque y protejer así su propia vida. Dos motivaciones bien distintas, pues una agresividad va ligada a la supervivencia y otra, a la soberbia, la codicia o el poder por el poder. Siempre acababa diciéndole a mi niña que, en la mayoría de las ocasiones, más nos valdría parecernos más a ciertos animales...

La diferencia esencial entre los humanos y el resto del Mundo Animal es la autoconciencia, es decir, la consciencia de uno mismo, lo que trae consigo nuestra responsabilidad y nuestra libertad. Por lo demás -mal que les pese a algunos- compartimos algunos sentimientos, sensaciones e instintos. Sin duda un animal doméstico "ama" o "se apena" ante la muerte de su amo. Pero los animales no son conscientes de "su ser", de lo que sienten y no se reconocen a sí mismos...

Hace unos días leía en un libro que no es lo mismo "amar" que "tener la voluntad de amar". "Amar" -matiz más o menos- es un sentimiento común de los seres vivos; y, en cambio, tener la "voluntad de amar" es una cualidad exclusiva del ser humano, como ser libre y responsable que es. Dicho lo cual, "amar" en sí, no es un privilegio ni un mérito del ser humano, de ahí que cualquier persona pueda, en un momento dado, sentir amor por alguien o algo en su vida; pero sí es algo muy distinto, desde esta perspectiva, es "tener la voluntad de amar", es decir, la facultad de querer amar y/o ejercitar el amor hacia alguien o algo. Ese acto elevado, basado en la libertad (o lo que es lo mismo, ausencia de necesidad) es el que le otorga la relevancia y, evidentemente, le diferencia del amor "solo-sentimiento", para convertirlo en una actitud en la vida, exclusivamente humana y que entraña mucho más que el "simple" sentimiento.

Ahondando en este tema, llegaríamos a entender por qué hay personas "enamoradas del amor", como yo denomino a esa gente que necesita amar porque requiere continuamente de esos gestos, guiños y rituales típicos de una relación amorosa; mujeres con las que he conversado sobre este tema afirman "necesito amar, cuidar, mimar, estar por alguien especial", por lo que en su vida simplemente buscan a alguien "cualquiera" con quien poder ejercitar su personal e intrasferible -e incluso, según como, peligroso- hobbie o afición"; yo, a esto, suelo llamarle "adicción al amor", para la que se requiere sólo -lamentablemente, en muchos casos- de una víctima propiciatoria a quien dirigir las necesarias atenciones; otras mujeres, en cambio, conversando sobre el mismo tema -al menos- han añadido a su necesidad de amar, la necesidad de "sentirse igualmente amadas, cuidadas, etc. y que el otro esté por ellas", lo que supone un afortunado avance de lo que podríamos denominar un necesario amor recíproco y equilibrado. Pero hasta aquí, con perdón, solo hemos definido ciertos aspectos del amor sentimiento, comunes con otras especies evolucionadas del reino animal.


La voluntad de amar
, es decir, el paso superior y específico de la persona -además del sentimiento en sí- debe añadir el amor a uno mismo y el amor a otra persona concreta e individual, teneniendo la esperanza de que llegará a ser más y mejor como persona, por decirlo de alguna manera; eso es, sin duda, amar la singularidad del otro y su capacidad de crecer y de, a la vez, hacernos crecer, lo cual generará felicidad a ambos. Esa es, por llamarlo de alguna manera, la "voluntad de amar". El Zen distingue entre dos tipos de amor: el amor llamado "sexual", que hereda nuestros condicionamientos, espectativas y también -por que no admitirlo- nuestras represiones, por lo que es limitado en el tiempo y, ni que decir tiene, que es el más común en nuestra sociedad; y el siguiente amor o compasión (nada que ver con nuestro concepto de esta palabra), basado en la libertad y que une a dos seres únicos y singulares que se hacen mutuamente de espejo el uno al otro, lo que favorece su crecimiento personal y, como consecuencia de ello, otorga madurez a la pareja, lo que les posibilita la felicidad.


El otro día recibí un mensaje con este maravilloso video. Lo reconozco, al ponerme a mirarlo, me cautivó desde el primer momento, sin permitirme retirar la vista ni un segundo ante sus bellas imagenes. Seguramente es porque está filmado por un gran cineasta, Jean-Jacques Annaud... y la profesión se nota! Aquí te traigo la mencionada secuencia que conmueve y nos muestra -en un hecho cotidiando de la Naturaleza- la actitud y comportamiento de ciertos animales. Disfrútalo...



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