lunes, 22 de junio de 2009

EL SEXO COMO EXPRESIÓN DE LOS CONDICIONAMIENTOS SOCIALES




De nuevo el sexo como manifestación de nuestros condicionamientos personales, educacionales y sociales. Lejos de ser lo que es -la manifestación natural, corporal y anímica de nuestras emociones- el sexo sigue siendo una expresión de nosotros mismos y de nuestra relación con el entorno. Y, seguramente, la más evidente. En el sexo manifestamos nuestras propias frustraciones, carencias o, en muchas ocasiones, lo consideramos solo una contrapartida necesaria del amor. El sexo es nuestra propia relación con nuestro cuerpo, ese mismo que descuidamos comiendo en exceso, castigándole con el tabaco, el alcohol y los excesos de todo tipo y sin el necesario ejercicio físico. ¿Podemos conciliarnos, de una vez por todas, con nuestro cuerpo como sustento de nuestro ser personal y de nuestro espíritu?

El sexo es, en sí, una poderoda manifestación de nuestros sentidos y, a través de ellos, expresamos nuestro yo interno. En el sexo, gracias a nuestro poderoso instinto animal, somos tal cual somos... y si logramos aparcar nuestros pensamientos y roles sociales, manifiesta cómo somos en realidad, mucho mejor que nuestras palabras vacías. Pero el sexo como tal, para ser pleno, necesita igualmente de sentimientos... sino se convierte en un mero ejercicio más o menos acrobático, pero sin sentido. Y encontrar el sentido al sexo -como a todo lo demás que forma parte de nuestra vida- es necesario para que no nos vacíe. Incluso los más adictos al sexo estarán de acuerdo conmigo que el sexo con amor es mejor... y deja de ser un fin en sí mismo para convertirse en un medio singular y fantástico de expresión del amor... o del odio! Porque ambos forman parte del ser humano y somos nosotros los que -gracias a la libertad- determinamos ese sentido. Para muchos el sexo es la prolongación del mundo que vivimos, es decir, ese juego macabro de dominantes y sumisos, de poderosos y de frágiles... todo eso que configura nuestro Ego insano, demasiadas veces protagonista de nuestra vida externa; para otros, el sexo es una meta en sí mismo para poseer, para denigrar, para dominar a alguien; para algunos pocos es, simplemnete, un instinto que debe ser resuelto y que preferiblemente debería contener y expresar siempre un sentimiento. Por eso el sexo -como lo vivimos y como nos lo venden- es diferentemente aceptado y ejercido por un hombre o por una mujer. Para el varón -lamentablemente más alejado de la gestión de sus emociones- es una expresión de su dominio sobre lo que le rodea; para la mujer, en cambio -como ser más avezado en manifestar emocionalmente lo que vive y siente- el sexo es una prolongación del amor. Porque la sociedad, a unos y a otras, les ha mermado esa capacidad de decidir qué es el sexo para cada uno de ellos, dándole un sentido propio y erróneo, alejado de su realidad personal, corpórea y espiritual.

Piensa en qué deseas del sexo o cómo lo practicas y verás tu relación con el mundo que te rodea. Por ejemplo, los maltratadores -ya sea hombre o mujer- suelen hacer gala de un sexo desenfrenado, insano y basado en el dominio y la posesión incondicional del otro; para el sujeto sumiso, el sexo es la entrega total a su poseedor y amo, a cambio del pivilegio de su atención personal y, evidentemente, se convierten en botín de guerra del glorioso vencedor; para el adolescente es la explosión hormonada y la relación temprana con el propio cuerpo incipiente y el descubrimiento del otro; para una persona en la tercera edad, es algo ya pasado y ajeno, tal y como perciben -desgraciadamente- algunos ancianos su relación con su postrera vida. Así, el sexo es la mejor manera de conocer nuestro fuero interno, nuestra relación con la vida y con lo que nos rodea, ya sea nuestro propio cuerpo o el mundo que nos envuelve.

Te traigo aqui una interesante entrevista, en la que verás las diferentes percepciones que tienen las personas sobre el sexo. Extrae tus propias conclusiones sobre este vital y fundamental tema humano.

David Barba, 36 años, periodista, autor de ´100 españoles y el sexo´"´No añadamos peso al pajarito´, dicen los carcas". La Contra de La Vanguardia. VÍCTOR-M. AMELA - 20/06/2009

¿Cómo viven los españoles el sexo?

En España conviven hoy dos tipos de obsesos sexuales: el pornófilo y el ultracatólico. Uno, obseso con la genitalidad; otro, con su aversión al pansexualismo.

Pero la mayoría estamos en medio.

Seguimos siendo reprimidos en lo que concierne al cuerpo.

Creía que nos los habíamos sacudido…

Saltar de la oración en familia del Padre Peyton al edredoning de Gran Hermano es una pirueta que apenas oculta que seguimos atendiendo a prescriptores sexuales: si antes lo fueron curas nacionalcatólicos y censores, hoy lo son publicitarios, programadores de la tele y tertulianos del corazón. Dictan cómo relacionarnos con los cuerpos.

¿Qué le ha llevado a esta conclusión?

Durante los últimos tres años he entrevistado a cien españoles - personalidades conocidas-sobre su relación con el sexo.

¿Y se le han sincerado?

Más de lo previsible. González Ledesma, por ejemplo, evoca lo sonrojante que era para un chico llegar a la mili sin haberse "estrenado". Él lo hizo en un "casa de tolerancia" de hogareño ambiente "donde se celebraban entrañables certámenes de poesía...".

¿Los burdeles como auxilio social?

Si perviven será porque hay necesidades sexuales insatisfechas en la vida de muchos hombres (y necesidades económicas de muchas mujeres). ¡Mal liberados estamos! Aunque Hernan Migoya sugiere que las mujeres españolas han declarado la guerra al hombre..., lo que las ha vuelto insoportables.

¿Qué personaje se le ha confiado más?

Berlanga me expone su pulsión sádica. Luis Aguilé habla de sus 300 mujeres. Landa, de su castidad. Escohotado, de sus orgías ibicencas. Alaska, de la entrega de su virginidad: "Era un trámite que cumplir: no sentí nada. Más tarde ya empecé a buscar mi placer". Verónica Echegui va más allá...

¿En qué sentido?

Explicita su fantasía de penetrar a un hombre, ¡y afirma que es común a muchas mujeres! Pero que el chico no suele colaborar...

Cómo somos...

Quizá pesen demasiado las etiquetas sexuales: hetero, homo, bi, lesbi, trans... Durante años fue reparador significarse, pero quizá en el futuro sea mejor no etiquetarnos.

¿Qué testimonio ha sido el más chusco?

Andrés Pajares cuenta que, de niño, una amiguita le calzaba un pequeño gorrito de papel en el glande: "¡Mira, como los nazarenos de Semana Santa, con su capirote..!"

Pajares sería luego prescriptor sexual.

En la escena final de una de sus películas tenía que besar a una mujer exuberante... y cuándo supo que era un transexual - un bombero de Chicago muy bien operado-se negó: ese final quedó sólo en tierno abrazo.

Somos hijos de prejuicios cambiantes...

Y muy duros para los homosexuales: ¡muchos acabaron en la cárcel, hundidos!

Hoy son estrellas televisivas: bien ¿no?

El presentador Jesús Vázquez, hijo de coronel, me recuerda que su padre solía llevar a casa a soldaditos mariquitas, graciosos. Luego supo que lo hacía para salvarlos de la crueldad homófoba del cuartel.

Militar compasivo.

En cambio, al presentador de televisión Jorge Javier Vázquez (educado en un colegio del Opus en la idea de que la homosexualidad era horrible), el día en que partía hacia Madrid, su padre, del extrarradio barcelonés, le prevenía: "Jorge, mucho cuidadito en Madrid, ¡que hay muchos maricones!".

¿Los prejuicios sexuales son transversales a todas las extracciones sociales?

La izquierda española ha sido homófoba y puritana: Carrillo me confiesa que rigió el PCE con criterios puritanos "por temor a que se nos infiltrase alguna Mata Hari"...

Para reprimir siempre hay excusa.

Y para ser irresponsable: "Nunca me he puesto condón ni me pondré", me dice Fraga. Dudo de que sea por fe religiosa: es disparatada chulería machista, desdeñosa con las propias responsabilidades. "Yo digo verdades sin condón", alardea Fraga. "¡No añadamos peso al pajarito!", bromea Pajares y esta clase de hombres carcas españoles.

¿Qué hombres españoles estarían en las antípodas de estos?

El joven actor Mariano Alameda triunfó en la serie Al salir de clase:una noche tuvo que encerrarse en su habitación de hotel, aporreadas puerta y ventana por fans apasionadas. ¿Era eso lo que quería? Sentado en el suelo, lloró. Hoy es un feliz psicoterapeuta.

Algo hemos mejorado, ¿no?

Era más sencillo oponerse a la moral sexual del franquismo que a la rubia despampanante junto al último modelo de automóvil. ¿Cómo escapar a la idea de que la felicidad pasa por acopiar dinero, fama y sexo?

Tampoco desdeñemos esas cosillas...

El sexo es energía creativa: veamos su dimensión espiritual de invitación al amor.

¿Le invitó al amor alguno de sus cien entrevistados?

Ejem..., una se interesó al saber que he practicado sexo tántrico...

¡Como Fernando Sánchez Dragó, nuestro iniciado nacional en tantrismo!

Iniciado en casi todo, je, je... No acepté sus condiciones cuando me brindó a su mujer japonesa - treinta años menor que él-para demostrarme cómo ha dominado los celos.

¿Qué condiciones no aceptó usted?

Dejarle mirar. Pero, sobre todo, faltaba lo principal: preguntarle primero a ella.




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