lunes, 21 de diciembre de 2009

CONMIGO MISMO, EN LA ISLA BONITA



Ahora estoy en la preciosa isla de La Palma, en Canarias. Conocida como la Isla Bonita (nombre del disco de Madonna grabado en esta isla hace años), es una isla especial, algo loca y mágica y un escenario único para reencontrarse con uno mismo. Plagada de altos pinos, frondosos bosques asediados por incontrolables incendios que se ciernen de tanto en tanto, con escasos pobladores (unas 80.000 personas censadas), parte de ellos extranjeros que residen en su propio paraíso donde la vida transcurre entre lo primario, la placidez y lo extravagante de unos personajes pintorescos que parecen venidos de la Ibiza hippie de los ya olvidados 70's.

Según parece es época de lluvias en este paraiso canario. No ha dejado de llover, lo que afecta a los vuelos que llegan a esta preciosa y enigmática isla del archipiélago canario. Sus escasos pueblos desperdigados por una isla coronada por su capital Santa Cruz y por otra ciudad, Los Llanos, donde el comercio y la lentitud de su vida cotidiana la hacen un buen lugar de encuentro. El fuerte viento de estos días, presagio de tempestades en la isla más atlántica del arcipiélago, mece sus altos pinos y batea las volcánicas piedras grises de su paisaje. Sus pobladores nativos, muchos de ellos llegados desde otras islas cercanas, escasean, no se dejan ver por sus calles y carreteras, aunque favorecen el encuentro plácido entre unos seres que, a pesar de ser algo taciturnos, no esconden su humanidad, su humildad y su característico sentido del humor, algo taciturno.

Según me dicen, es una isla enigmática porque su realidad se esconde a la vista de los escasos turistas y visitantes. Su vida ordinaria, desperdigada en escasas y pequeñas casas diseminadas en un paisaje de bosques y carreteruelas, fluye pacientemente, pero oculta. Numerosos alemanes residentes, conviven unos con otros, tampoco se muestran a los foráneos y visitantes esporádicos, que buscan en esta isla volcánica la paz de un turismo rural donde el silencio y la naturaleza agrestre, reinan.

Uno puede reencontrarse con uno mismo en esta isla, donde hay poca gente con quien dialogar, a quien demostrar lo que uno es y, mucho menos, explicar y convencer sobre lo que uno no es y solo intenta aparentarlo. No he tenido demasiados contactos en estos días, pero aquí cada uno lleva puesto lo que es en realidad, sin disfraces, sin gestos aprendidos. Aquí cada uno es lo que es y se muestra como tal, aunque en esta pequeña isla todo se sabe! Almas atormentadas, almas risueñas, almas intoxicadas por el exceso de alcohol evasivo, almas toscas que conviven en una isla pequeña pero bonita! Islote natural que garantiza la soledad y, a la vez, esa amistad sutil pero franca de quien convive bien consigo mismo, al borde de un mar Atlántico bravo e inmenso, pero que funde las culturas latinoamericanas y la canaria, aunque tiznadas de centro europeos risueños por una sorprendente Ibiza atlántica, anclada en el espíritu hippie que creí ya desaparecido de este mundo nuestro, dinámico, globalizado y de cada día menor humanidad!

 

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