domingo, 22 de agosto de 2010

PRESENCIAS O AUSENCIAS...



La muerte, sin duda, nos evoca la ausencia y el fin de toda nuestra vida. Por eso nos asusta. Pero, sin duda, la ausencia no es exclusiva de la muerte, ni tan siquiera algo consustancial a ella, pues los hay que continúan bien presentes en nuestro corazón. También hay ausencias en vida, personas que ocupan nuestra vida durante una fracción de tiempo y luego desaparecen, como por arte de magia. Tampoco el fin de nuestra vida es una exclusiva de la muerte. Cada persona que renuncia a vivir como merece, acaba con su vida, vive muriéndose un poco cada día.

Pero también es verdad que, como antes he comentado, la muerte no entraña siempre y necesariamente la ausencia, pues las personas amadas que mueren no desaparecen del todo de nuestra vida. Quedan en nuestro corazón, aunque solo es posible sentirlas en él cuando realmente estamos y vivimos desde nuestro corazón... y no solo en esa vida exterior que nos envuelve y nos distrae. Es por eso quizás por lo que muchas personas sienten la ausencia de un ser desaparecido de nuestra vida. Porque no son capaces de verlo -y sentirlo- en su corazón. Igual pasa con la muerte -o la ausencia de vida, que es lo mismo-, que si uno no vive desde dentro su propia vida, no es capaz de darse cuenta de que, en realidad, está muerto.

En estos últimos meses de verano han fallecido varias personas hasta ahora presentes -y relevantes- en mi vida. Mi madre y el que fue mi amigo y ex socio de la primera empresa que fundé con él a mis 17 años de edad. Ambas fueron personas importantes en mi vida y más allá de nuestra mayor o menor proximidad geográfica en mi existencia diaria, siempre estuvieron de alguna manera en mi corazón. Si me paro a pensar sobre su incondicional presencia, ahora me doy cuenta de que ambas, en su diferente condición, tuvieron momentos de todo tipo en mi vida. Pude tenerlos físicamente cerca y sentirlos lejos o, al contrario, pude tenerlos lejos y sentirlos muy cerca.... hasta que comprendí que hay personas en nuestra vida que, sentidas desde mi corazón, siempre están y estarán bien presentes. Hoy en mi propia vida hay seguramente más personas ausentes y muertas en vida, que presentes y vivas en ella. Pero quien merece estarlo, está aún en mi corazón. Por eso la vida, más allá de un lugar de encuentros y de desencuentros, es un lugar que -desde el corazón- siempre está repleta de personas, momentos y lugares que llenan el corazón, más allá de la memoria selectiva, olvidadiza y manipuladora...

Asímismo, mi vida, afortunadamente, hoy está llena de personas bien vivas y de personas que optaron por morir en vida. Incluso éstas últimas están en mi corazón, aunque reconozco que sufro por no poder empujarles a esa mejor vida que yo intento vivir y que todo el mundo merece. La vida es así! Pero hace ya tiempo entendí que el respeto a su decisión y su indiscutible libertad de vivir como quieren es, sin duda, superior a mi sentimiento de amor hacia ellas. ¿O es que mi amor hoy exige respeto y requiere ser una acción voluntaria y libre, tanto para el que lo da, como para el que lo recibe? Creo firmemente que el amor verdadero e incondicional no entiende de ausencias, ni de una vida a medias y, en cambio, siempre exige respeto y libertad. ¿Si no fuera así, sería amor de verdad?

Aquí te traigo un precioso y anónimo texto de alguien que -por amor- encontró y dedicó a mi amigo y ex socio, una vez fallecido. En él se expresa magistralmente ese sentimiento de "no-ausencia" ante su aparente y repentina desaparición de nuestra vida cotidiana y, en cambio, destaca su eterna presencia en nuestro corazón y en todo lo que nos rodea. Ese es mi pequeño tributo para alguien a quien no pude despedir... porque no fue necesario, pues nunca se irá del todo de mi vida!

Disfrutalo...


No te pares al lado de mi tumba y solloces.
No estoy ahí, no duermo.
Soy un millar de vientos que soplan y sostienen las alas de los pájaros.
Soy el destello del diamante sobre la nieve.
Soy el reflejo de la luz sobre el grano maduro.
Soy la semilla y la lluvia benévola de otoño.

Cuando despiertas en la quietud de la montaña,
soy la mariposa que viene a tu ventana.
Soy la suave brisa repentina que juega con tu pelo.
Soy las estrellas que brilln en la noche.
No te pares al lado de mi tumba y solloces.
No estoy ahí, no he muerto.

 

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