martes, 14 de septiembre de 2010

VIVIR, VIVIENDO!



Si he dado un paso importante en mi vida ha sido dejar de lado todos esos pensamientos y opiniones que tenía sobre mí y sobre mi vida. Mirado con cierta perspectiva -y mi edad me lo permite- nada es hoy en mi vida como había pensado o imaginado... o como me habían explicado! ¿Es peor o mejor? Sin duda, es diferente! ¿Decepcionado? No, en absoluto, pues resulta que la realidad ha superado con creces a la ficción que mi mente había creado! Ah, pero aviso para "navegantes", ha sido superior tanto en lo bueno... como en lo malo!

Pues vaya gracia, exclamará alguien! No, la gracia está en que, con la madurez, he aprendido a dejar fluir la vida tal y como viene... y cuanto menos resistencia a las evidencias y realidades de la vida he interpuesto, más feliz me siento! Como suelo afirmar, "la felicidad es la diferencia que hay entre lo vivido y lo esperado". Y como es difícil -o casi imposible- cambiar la vida, mejor aceptarla y sacarle provecho tal y como viene! Sé que hay muchos gurús y presuntos maestros de la vida que empujan a sus correligionarios a cambiar -por fin- su vida para hallar la tan esperada felicidad e iluminación! Es algo así como "el cambio" que propugnan todos los partidos políticos ante las próximas elecciones... cambio que dicho sea de paso, nunca se da... porque para ello deberían extinguirse casi todos los políticos actuales!

Cuando uno se aferra a "su realidad", esa construida por la mente e intoxicada por la doble moralidad, los condicionantes sociales y culturales e inoculada sutilmente en la educación de los más tiernos niños, uno está comprando todos los boletos de lotería para alcanzar su infelicidad! Y cuanto más se apegue a esa farsa, más distante de la felicidad estará! Claro que, seguramente antes, habrá invertido en su bienestar y en su felicidad asistiendo a cursos, terapeutas, iluminados y visionarios de todo tipo que habrán vaciado sus bolsillos! Luego, una vez aprendidas todas las teorías existentes y creativas sobre lo divino y lo humano, quizás con suerte se dará cuenta de que su vida es suya y que la felicidad no es fruto de un esfuerzo ni de la ayuda, sino de lograr ser cada quien protagonista de su propia vida y de dejar que ésta fluya como lo hace desde siempre, nos guste o nos asuste a ratos de cómo lo hace! Al fin y al cabo, aún nadie me ha podido demostrar que alguien intentando controlar la vida lo haya conseguido!

Como te decía, mi vida poco o nada tiene que ver con lo que yo pensaba y/o soñaba que sería ella! Y si algo puedo sugerirte para tu vida es que seas bien consciente de tus propios sentimientos, de lo que sientas cada minuto y actúes en consecuencia! Si te das tiempo para pensar en tu estado de ánimo y la cabeza -acostumbrada como está- busca las razones y causas de ese sentimiento, ella misma te paralizará o huirás -al menos lo intentarás- de ese sentimiento! La mente solo sabe gestionar lo anteriormente conocido y experimentado... y desecha lo desconocido! Y la vida, ni que decir tiene, está formado por lo conocido y por lo desconocido! Esa es precisamente su grandeza! Si intentamos vivir solo lo predecible, controlado y conocido, no solo estamos viviendo a medias, sino que estamos dejando que el miedo se apodere de nuestra vida y se deshaga de lo demás... que queda celosamente guardado bajo nuestra alfombra cotidiana, pero que entristece nuestro semblante y hace opaca nuestra mirada! Y ya se sabe, donde hay miedo, nunca puede haber amor, así como sin éste es imposible la felicidad! Ni que decir tiene que la felicidad y el amor son los bienes más preciados a los que cualquier ser humano aspira...

Huir de un sentimiento, además, tiene un efecto en nuestra alma -o llámale como quieras-, en nuestro corazón, en nuestra mente y en nuestro cuerpo! ¿Por qué a veces tenemos -sin causa aparente- la sensación aguda de estar decaídos, cabizbajos y cansados ante la vida? ¿Por qué enfermamos? Yo antes llamaba a esos momentos "cuando te pesa la vida", que sin duda todos hemos sentido y en más de una ocasión! Ni que decir tiene que, durante años, intenté -erronea e infructuosamente- cambiar radicalmente mi vida para estar bien... pero en ella las circunstancias externas y ajenas dominaban, luego no pude cambiarla! Era, pues, un simple espectador de mi propia vida, en la que todo sucedía sin que yo pudiera evitarlo y solo podía reaccionar ante los acontecimientos! Hoy entiendo la ansiedad que eso me generaba... y por qué tanta gente padece estrés, desequilibrio y ansiedad, sin causa aparente y en el momento menos esperado, o sea, casi siempre! Y es que no hay duda, o tu dominas tu vida... o bien dejas que ella te domine a ti! Cuántos años malgastados intentando aprender sobre la vida, buscando presuntos maestros y/o guías, intentando cambiar el mundo y a los demás... hasta que uno aprende que, o cambia uno escuchándose a sí mismo y actuando en consecuencia... o no hay nada que hacer, más que resignarse ante la vida! Este inexpugnable castillo es imposible conquistarlo desde fuera! Y, en cambio, cuando uno se conquista a sí mismo, lo de fuera -súbitamente- cambia y las murallas que cada uno crea se desploman!

Así pues, para aprender de la vida y su funcionamiento solo nos queda el triste remedio personal e intransferible de vivir y aprender, simplemente viviendo! Y si, además, uno aprende a confiar en sí mismo y en la vida, aprendiendo a no esperar sino a aceptar lo que viene, mejor que mejor! Afortunadamente, la vida sabe más de nosotros -y de la propia vida- que nosotros mismos!

Aquí te traigo una interesante entrevista a alguien que, desde su profesión, trabaja sobre este tipo de temas. Extrae tus propias conclusiones...


Christophe André, 53 años, médico psiquiatra y psicoterapeuta "Nos apegamos a lo que debería ser en lugar de a lo que es". La Contra de La Vanguardia. IMA SANCHÍS - 11/09/2010

He visto una paloma muerta y me he puesto triste...

Ha recibido una información del exterior que le ha provocado un estado de ánimo, un clima mental.

Metamorfosis silenciosas.

Los estados de ánimo son emociones muy sutiles, pero definen nuestra vida emocional mucho más que las emociones fuertes, que radicalizan y simplifican nuestra percepción de los acontecimientos. Las emociones nos empujan a la acción, y los estados de animo, a la reflexión.

A veces no sabemos qué hacer con lo que sentimos...

Yo más bien diría que no sabemos exactamente qué sentimos y entonces caemos en la cavilación - darle vueltas incesantemente a lo que nos pasa- o la huida; pero cada vez que rechazamos sentir nuestros estados de ánimo, el problema persiste. Lo que hay que hacer es escucharlos, tienen un mensaje para nosotros. El análisis de los estados de ánimo nos vuelve más inteligentes.

Hay que saber hacerlo.

Primero aceptación y después acción, nunca reacción o negación. Aceptar nuestros dolores deja sitio a nuestras dichas, y volcarse (transitoriamente) en uno mismo permite volcarse hacia el futuro; pero aceptar la tristeza no significa sumirse en ella. Y hay que distinguir entre cavilar y reflexionar.

¿Cómo distinguirlo?

Las cavilaciones surgen de la pregunta ¿por qué?:¿por qué he tomado esa decisión?, ¿por qué me ha pasado a mí? La mejor pregunta para ver más claro es cómo:¿cómo hacer para que el problema no persista? Eso es reflexionar. El por qué es una pregunta intelectual, cómo es observación. Conocer cuál es mi experiencia cuando me siento mal trae lucidez para enfrentar el problema.

Los estados de ánimo pueden cambiar varias veces en un mismo día.

Lo deseable sería dar a cada estado de ánimo la respuesta que le corresponde, pero solemos dar a todos la misma respuesta. La herramienta adecuada es la introspección, detenerse y preguntarse qué estamos sintiendo, pero resulta difícil, muy difícil.

No me desanime, doctor.

Un recurso valioso es la meditación de plena consciencia, es decir: estar presente en la experiencia del momento que estamos viviendo, sin filtro, aceptando lo que llega; sin juicios de valor y sin expectativas.

¿Por qué pesan más los estados de animo negativos que los positivos?

Nuestro cerebro está cableado así, nos atrapa más lo malo que lo bueno. Cuando estamos en calma, frente al mar por ejemplo, no nos permitimos disfrutarlo, enseguida nos viene a la cabeza un pensamiento del tipo "debo..." o "hubiera tenido que...". En lugar de estar en el instante presente, vivimos en la anticipación o en el rumiar.

Hay situaciones y sentimientos ante los que no tenemos respuesta.

Hay que aceptar que el misterio existe, pero queremos tener respuestas para todo. La persona ansiosa es la que soporta mal la incertidumbre. La tendencia a la preocupación reposa sobre una intolerancia frente a la incertidumbre.

¿Preocuparse es cavilar sobre el futuro?

Así es. Estar preocupado es tener la mente repleta de problemas por adelantado, ocupada y nerviosa. Deja de haber espacio para otros estados de ánimo, como las pequeñas alegrías cotidianas.

¿Cómo regular la inquietud?

Entendiendo que no podemos controlarlo todo y que los problemas forman parte de la vida, aceptando la incertidumbre; pero preferimos llenar el inquietante vacío de la incertidumbre actuando o anticipando. Nos apegamos a lo que debería ser en lugar de a lo que es.

Enséñeme a facilitar los estados de animo positivos.

Sonría, sabemos que sonreír aumenta los estados de ánimo positivos. Y ante un problema, dé un paseo: en lugar de bloquear el estado de ánimo intelectualmente, muévalo físicamente y tome distancia. Moverse, hablar con otras personas y entrenarse en ejercicios de gratitud son remedios poderosos.

¿Cómo se entrena la gratitud?

Cada noche, piense en tres momentos agradables del día y dese cuenta de que casi siempre esos momentos se los debe a otras personas, al amigo con quien ha compartido la comida... Osi ha estado feliz escuchando música, agradezca ese momento a aquel compositor que vivió hace tres siglos.

Brillante idea.

Pensar tu felicidad ligada a otras personas da más potencia a esa experiencia y más seguridad, nos da fuerza para luchar contra ese sentimiento de soledad existencial.

La dulzura es otra gran herramienta.

Cierto, solemos pensar que la dulzura, la amabilidad, el respeto por los otros, es bueno para los que lo reciben, pero todavía es mejor para quien lo da y es consciente de las consecuencias de sus actos.

La felicidad ¿se aprende?

Un 50%, sí. La felicidad es bienestar más conciencia. Se trata de convertir los pequeños momentos de bienestar en felicidad iluminándolos con la conciencia. Saber que la felicidad es efímera e intermitente, saber hallar dentro de la tristeza o la desdicha un momento para sonreír y asumir la imperfección nos predispone a la felicidad.

 

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