miércoles, 27 de octubre de 2010

UNA SEÑAL INESPERADA...



¿Qué nos hace fijarnos, en un entorno aparentemente aséptico, inócuo y/o rutinario, en algo concreto y que nos llama poderosamente la atención, que despierta todos nuestros sentidos? ¿Por qué en ciertos momentos y, sobre todo, cuando estamos conectados al alma -o a su manifestación más evidente, el amor- aparecen señales que evidencian nuestro sentir interno o, quizás, lo que en ese momento nos perturba, alejándonos de ello e invitándonos a revisar nuestra vida? ¿Por qué se empeña el Destino -o Dios, mismo- en demostrarnos -a través de señales- lo que sentimos, sufrimos o anhelamos en ese preciso instante? ¿Por qué, entonces, no vamos más atentos por nuestra propia vida, para saber reconocer bien lo que sentimos realmente y actuar en consecuencia? ¿Por qué esa manía de imponer nuestros pensamientos, creencias, deseos y "sentimientos mentales y convenientes" a lo que realmente pasa en nuestro interior y que se manifiesta, precisamente, en estas señales que, en todo momento, aparecen en nuestra existencia... y somos capaces de ver? ¿Por qué en ciertos momentos de nuestra vida se sincronizan los elementos, las vivencias, los encuentros... para enviarnos un contundente y diáfano mensaje? ¿No son señales suficientemente claras ese especial libro que ha caído en nuestras manos, esa película que vemos y nos conmueve, ese rincón que visitamos y despierta todos nuestros sentidos, ese momento único que compartimos, ese encuentro "casual" con alguien súbitamente querido, que disfrutamos... que nos evocan un sentimiento concreto y clarificador, que nos apacigua el alma y que permanece en nuestra memoria y en nuestro corazón, como un bello y singular recuerdo? ¿No estará, tras cada uno de ellos, la clave de nuestra propia felicidad? ¿No será, pues, la infelicidad nuestra incapacidad de oír esas señales o simplemente nuestro mal hábito de desatenderlas, por miedo o por estar distraidos? ¿Y, finalmente, la vida plena no consistirá, pues, en la simple y fluida concatenación y vivencia -e incluso creación, por qué no- de esas mismas señales que nos evocan la verdadera felicidad... y que nos la pone delante, aunque no siempre sepamos y/o queramos verla... o tengamos el valor de vivirla, tal cual llega?

 

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