martes, 9 de noviembre de 2010

¿TENER RAZÓN...O CORAZÓN?



En muchas ocasiones, amigos y conocidos afirman que "tengo razón", cuando les explico mi especial punto de vista sobre algo que pasa en la vida. Hasta hace unos años, "tener razón", para mí era un privilegio de mi razón, de mi inteligencia... por llamarle de alguna manera! Hoy, sin embargo, creo que, tenga o no razones para explicar las cosas, no obedece a mi inteligencia, sino a mi corazón! Parece un cambio írrelevante, pues razón y corazón están ambos ligados inexorablemente al mismo ser humano! Pero la diferencia -y, por tanto, el equilibrio- es sustancial, esencial diría yo, para entender, aceptar y vivir la vida!

La razón está hecha de, valga la redundancia, de razones, convicciones y argumentos mentales... y, por tanto, adquiridos, procesados y susceptibles de ser modificados. De hecho, desde pequeños se nos ha enseñado a entender nuestra vida desde la razón, más previsible, pero menos enigmática! Cuando la verdad es que, si atendiéramos únicamente a la parte razonable de la vida -lo que, lamentablemente hacemos comunmente a partir del fin de nuestra infancia- dejaríamos de entender la mayor parte de nuestra vida y lo que en ella ocurre, en toda su amplitud. Quizás esa es nuestra principal lacra a la hora de entender, aceptar y vivir la vida tal y como es, nuestra mejor vida! Lo contrario, es decir, intentar entenderla solo desde la razón, aunque es tentador porque nos da la sensación -falsa, por supuesto- de controlarla y preveerla, nos privamos de vivir lo inesperado, lo mágico y lo relevante de la vida. La razón es limitada... y, por tanto, la visión que nos procurará será, igualmente, limitada. Lo que no conocemos, no lo aceptamos y, como consecuencia, nos da miedo. Y es humano y "razonable" tener miedo a lo desconocido!

Y así nos va, a pesar de los años vividos, gran parte de la vida la pasamos huyendo de lo inesperado, lo incontrolado, lo ignorado, lo no programado... en virtud del miedo que nos provoca lo desconocido, como antes decíamos. Así, es el miedo lo que domina gran parte de nuestros pensamientos, actitudes y actos en nuestra vida ordinaria. Pero eso entraña -siempre y en lo posible- despreciar, desatender y evadir u obviar todo eso que no admite clasificación ni programación y que también forma parte consustancial de nuestra existencia. Así, el verdadero amor, la muerte y muchas otras emociones y situaciones inesperadas, son sustituidas por sucedáneos de ellas mismas, más previsibles y, aparentemente, más controladas y menos desequilibrantes. Ni que decir tiene que eso es como solo aceptar una sola tonalidad de verde al admirar un bosque frondoso en primavera... sesgar la realidad en virtud de unos valores prefijados y, por tanto, restrictivos. En fin, por decirlo de una manera, crear una realidad falsa, pero tranquilizadora!

Menos mal que la propia vida, mucho más sabia de lo que nos pensamos, por sí misma tiene mecanismos para romper esa falsa sensación de confortabilidad y control que intentamos aplicar a todo en nuestra vida. Ella, por sí misma, busca, crea y recrea continuamente situaciones que transgreden nuestra ordinaria percepción de la vida... ordinaria. Una persona que llega a nuestra vida súbitamente y con una mirada silenciosa nos descompone; una situación no prevista (una enfermedad, etc.) que actúa como un detonante, rasgando nuestra realidad controlada, exponiéndonos inevitablemente a lo nuevo, desconocido e inesperado... y, la mayor parte de las veces, obligándonos a tomar cartas en el asunto! Eso es, precisamente, lo que rompe los esquemas y favorece el crecimiento de la persona... acercándole más a su realidad total y, por tanto, a su felicidad! Desde la confortabilidad y la alienación, nadie maduraría, ni aprendería a vivir la vida, tal y como es!

Y es en ese preciso -y precioso- momento cuando la persona tiene la opción de escojer entre el amor o el miedo, eternos contrincantes en nuestra propia y dinámica vida! El amor se basa en la confianza ante lo nuevo y el miedo, en cambio, procura la evitación de lo desconocido... aunque seguramente con argumentos aparentemente sólidos, como experiencias similares vividas y que han producido daño y sufrimiento. Esa es la grandeza del ser humano creado, que en todo momento puede aceptar y disfrutar de la vida plena... o renunciar a ella! Ni que decir tiene que la aceptación de la realidad plena -lo conocido y lo desconocido- trae consigo la felicidad y la satisfacción de sentirse libre para optar por ella! Y, en el extremo opuesto, el miedo y renuncia a lo existente en la vida y a lo sentido en ella, provoca más dolor e incrementa nuestro sentimiento de culpa, de por sí bien alimentado por una sociedad que domina a los individuos "desde dentro", haciéndonos sentir culpables! Así, el amor proviene del corazón, mientras el miedo nace en la razón! Y seguramente la felicidad dependerá de nuestra opción ante cada pequeña decisión de nuestro día a día, de ese sutil equilibrio entre razón y corazón, que es donde yo sitúo al Alma! La resultante es, para mi, una mejor vida y la felicidad simple y cotidiana que, desde hace cierto tiempo, propugno para mi vida... y para la tuya!

Miguel Benavent de B.

 

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