sábado, 17 de enero de 2009

¿DEL AMOR... AL ODIO?



Hace unos días, una amiga participante de nuestro Foro de Opinión preguntaba ¿por qué se pasa tan facilmente del amor al odio en una relación? Aunque supongo que cada caso es un mundo, esta pregunta no tiene fácil respuesta... ¿o sí la tiene?

Intentando evitar peligrosas generalizaciones en un tema tan lamentable como escabroso y que, la mayoría de las veces, tiene consecuencias nefastas en lo personal, como es el maltrato psíquico o físico, habría que ver primero a qué le llamamos amor. En demasiadas ocasiones llamamos amor a la posesividad, a una persona que domina irracionalmente a otra, etc. Y eso no es amor. El amor debe estar fundamentado en el respeto, la comprensión y el sentimiento mútuo de quererse. Pero no todo el mundo es capaz de sentir o practicar este tipo de amor. Hay muchas personas para las que el amor es, simple y llanamente, amarse demasiado a ellas mismas, imponiéndo sus criterios y valores y, lo que es peor, desoyendo los del "otro", ya sea su pareja, su amigo o su empleado; eso es vanidad, egocentrismo o soberbia... pero nunca amor! Así, cuando se llega a una situación en que el sometido y/o la víctima propiciatoria de este ser egocentrico que no sabe amar a alguien, se rebela, su hasta entonces dominador se ofende y se siente amenazado en su Ego y en su amor propio exacerbado, por lo que intenta ejercer y/o mantener su innato e incuestionable dominio y autoridad de la forma que sabe y puede. Ni que decir tiene que, ante una amenaza así, está dispuesto a emplear, si es necesario, la fuerza física para recobrar el poder sobre la otra persona... Quizás hay pasos intermedios hasta llegar a ese extremo, como es el maltrato psíquico que no consiste en nada más que intentar socabar la resistencia del otro mediante el continuado y a veces sutil ataque a su estima y valía personal. Es por ello que una de las consecuencias más evidentes del maltrato psíquico y/o físico es la paulatina aniquilación de la autoestima de la víctima.

Sin entrar en detalles escabrosos, lo más paradógico de una situación de maltrato es cómo una persona puede ejercer su dominio sobre otra al precio que sea... y cómo esa otra consiente tal sometimiento, en contra de su propia persona e integridad psíquica, emocional e incluso física. Deberíamos afirmar con contundencia que el amor debe ser siempre favorable y positivo para sus protagonistas, si no, no es amor, es complacencia, miedo o algún tipo de adicción. Hay incluso quien afirma que esto, al menos en unas primeras fases, se debe al amor ciego o a la propia perseverancia y voluntad por mantener la relación por parte del sumiso... supongo que con la esperanza de que el maltratador llegue a cambiar algún día y se convierta en aquella persona adorable de la que creyó enamorarse. Particularmente pienso que el trasfondo del problema radica en un cierto tipo de personalidad de la persona sometida, que debido a su predisposición a dejarse dominar y cuestionar su propia conducta, acepta ser corregida y disciplinada por su ser amado, su protector, su maestro... dominador. Las raíces que fraguan este tipo de personalidad vulnerable ante estas situaciones deberíamos buscarlas en su infancia o adolescencia, donde posiblemente fue inconscientemente truncada su personalidad debido a su educación excesivamente estricta e intolerante, muchas veces de la mano de sus mismos progenitores y/o presuntos educadores. De hecho, estadísticamente hablando, las personas que han sido de alguna forma maltratadas en sus relaciones de pareja, muchas veces provienen de familias en las que existía algún tipo de maltrato -por sutil que fuera- habiendo sido víctimas directas o meros espectadores de escenas de este tipo en su entorno familiar cercano. Es por ello que no hay que buscar en sus relaciones sentimentales el origen, sino en el tipo de educación que recibieron o cómo llegaron a asumir su rol de víctimas en la vida, lo que les hace buscar -inconscientemente- relaciones malsanas y/o destructivas. De alguna manera, hasta que estas personas que aceptan -e incluso creer necesitar- la conveniente sumisión hasta doblegarse ante otra persona por su propio bien no llegan a ser conscientes de tal error y peligro, seguiran encontrándose una y otra vez personas dominantes en su vida, tanto en lo sentimental, como en lo profesional o en lo social. Y es que este tipo de personalidad, aparentemente débil y sumisa, atrae poderosamente a personalidades fuertes, egocéntricas y dominadoras. Y así, hasta que corrijan la vital y peligrosa tendencia, dándose cuenta de que la mal aprendida abnegación y sumisión a otra persona va siempre en contra de uno mismo y trae, como hemos visto, consecuencias graves en la propia personalidad y vivencia. Ni que decir tiene que también es necesario cambiar el erróneo concepto del amor que estas personas tienen interiorizado. El amor no puede ser nunca un correctivo, sino un sentimiento que nos debe procurar el crecimiento personal mútuo y, con éste, la pretendida y ansiada felicidad!

Como conclusión, aunque la cuestion tratada era por qué se llega tan facilmente del amor al odio en una relación, podríamos afirmar que no se trata de amor, sin más. O, en cualquier caso, no es amor entre dos personas, sino un "amor" exacerbado de y hacia uno mismo de una persona insegura, hasta el extremo de creerse con el derecho de imponer su personalidad, su autoridad y sus valores a otra persona que, por la razón que sea, permite tan cruenta y desequilibrada relación. Ni que decir tiene que, aunque merecería otro artículo aparte, la personalidad normalmente dominadora corresponde al hombre, auspiciada por factores educacionales que promueven y sobrevaloran su fortaleza física, su absoluto control de las situaciones y su capacidad de imponer su autoridad; en el otro lado, la persona sumisa suele ser una mujer educada para ser complaciente, abnegada y, sobre todo, con una peligrosa predisposición a admirar y sobrevalorar a su hombre, que supuestamente le confiere la necesaria protección y seguridad... aunque sea a un muy alto precio!

Seguramente podríamos seguir ahondando sobre este tema que hoy ya es una lacra social en países como España. Incluso podríamos buscarle un sentido más trascendental y profundo a este tema humano y, desgraciadamente, tan candente en los medios de comunicación social. Pero desearía acabar afirmando que la mal llamada violencia de género es, a mi parecer, una consecuencia más de un tipo de sociedad y, por ende, de educación que, con el tiempo, se irá quedando obsoleta, pues está basada en valores inamovibles que diferencian el rol masculino y femenino a partir de principios erróneos, otorgando al fuerte -el hombre- el deber de dominar a la presuntamente débil, es decir, la mujer. Creo sinceramente que, aunque el devenir del mundo sigue favoreciendo aún hoy esta distribución injusta e inhumana de roles entre los sexos, el mundo poco a poco va cambiando... y nuestros hijos e hijas tendrán una visión diferente y lograrán cambiar estos hábitos que no benefician ni al hombre ni a la mujer!


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