Me parece inverosímil como el perverso mundo nuestro incluso utiliza a los ciudadanos del futuro -los niños- para propagar y hacer crónico el odio. Me da lo mismo si se trata de inculcar unos ideales políticos o religiosos, cualquier acción con esa voluntad o incosciencia es una manera de hacer crónico un desacuerdo. Ni que decir tiene que los niños vilmente utilizados nacen, como todos los niños, sin bandera, sin mal y solo guiados por su alma pura. De ahí su predisposición natural a estar alegres, sentirse bien y ser felices...
Pero nosotros los adultos, supuestamente maduros y expertos en la vida, no nos basta con permanecer indiferentes ante la maldad en nuestra propia vida -cuando no, alentarla en aras de la vanidad, el ego o, simplemente, el miedo- sino que transmitimos, involucramos y utilizamos a nuestros hijos como coartada, lo que alimenta el miedo y el odio en nuestra vida, en el mundo y, lo que es peor, lo prolonga en el tiempo. No nos basta haber construído un mundo insano y poco habitable, que también hacemos perennes nuestras debilidades, insalubridades y miedos.
Pero más allá de culpar a alguien por ello, nuestra responsabilidad es como personas, anónimas o no tanto, ante nuestra vida propia, aparentemente insignificante y previsiblemente duradera, donde alegre o negligentemente dejamos reinar la discordia, los pensamientos negativos y nuestro miedo a ser. Si no somos capaces de luchar siquiera por lo nuestro, lo de cada uno, es decir, la posible paz interior, la alcanzable felicidad y el deseado amor en nuestra vida, ¿cómo seremos capaces entonces de elevar la vista para ver lo que sucede alrededor nuestro o a unos pocos metros o kilómetros de distancia, en un mundo hoy global y plano? La vida no es una guerra permanente, sino una lucha para dejar fluir la vida tal y como desde dentro se manifiesta. Cada uno de nosotros tiene el deber consigo mismo de ser, amar y ser feliz para luego compartirlo con quienes nos rodean!
En estos días se está poniendo en evidencia un conflicto que lleva ya demasiados años en el candelero: Gaza. Hay quienes defienden a ultranza a unos o a otros, ya sean palestinos o judíos. Otros, en cambio, critican la inoperancia o participación de las instituciones públicas y organismos internacionales en este enquistado conflicto. Pero sin dar ni quitar la razón a unos y a otros, casi todos desoyen la sutil pero constante voz de su interior que reclama para su vida paz, concordia, amor y felicidad! Después de criticar y realizar amenas tertulias de café con los amigos, colegas y conocidos sobre este escabroso y avergonzante tema, vuelven a su casa, increpan a su pareja por no estar lista la cena, gritan a un hijo travieso como ellos mismos lo fueron a su edad o lo tachan de hiperactivo medicándole para ello, escarmientan públicamente a su empleado, escupen en plena calle, insultan a quien tropieza con ellos o quien con su vehículo interfiere su raudo paso, humillan al que por la razón que sea parece ser más débil, se ensañan ante el empleado que no los atiende tal y como ellos creen merecer, arrancan flores para regalar a su bien amada esposa o permiten que se poden bosques para redecorar su casa...
Aquí un ejemplo de lo que sucede más allá de nuestra vida personal, fruto de una acumulación de indiferencias personales y/o de oportunidades colectivas para beneficiarse del mal propio o ajeno... cercano o distante!
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