miércoles, 25 de febrero de 2009

"YO SOY DE AGUA, MIGUEL"



Hace unos días tuve una asombrosa conversación -a través de e-mail- con alguien que me acabó diciendo "yo soy de agua, Miguel". Es alguien a quien aún no conozco personalmente, pero que logró conmoverme con sus sinceras y sentidas palabras...

¿Qué significa ser de agua? Me encanta la expresión! Seguramente es ser transparente, fluir... pero también sentirse demasiado frágil. "Todos somos de agua", le contesté irónicamente apelando a que el 70% de nuestra masa corpórea es agua. Todos y cada uno de nosotros tenemos en nuestro interior transparencia y fluidez, nos guste o no aceptarlo, lo llevemos con orgullo o con resignación! Pero ante las agresiones externas, más que agua deberíamos ser de cristal, al que hace falta un diamante para rayarlo, para dañarlo irreversiblemente. O quizás un duro golpe, un impacto realmente doloroso. Pero la vida no nos propina tantos golpes de esos! En cualquier caso, solo lo hace cuando estamos preparados para afrontarlos y así redireccionar nuestra vida. El cristal no se erosiona con el uso, no se raya con las leves rozaduras de nuestra vida cotidiana. No exije de nosotros ir parapetados tras una máscara que deforma nuestro verdadero rostro ante las presuntas inclemencias de nuestro día a día. Muchas de éstas aparecen para exijirnos más transparencia, para hacernos más fuertes o para comprobar nuestra voluntad de ser verdaderamente transparentes y fluir con la vida.

Ser agua (fluir) o cristal (rígido y transparente) no es ser frágil, ni débil ante los demás. Con el tiempo aprendí que, pudiéndo ser agua o cristal, dejaba de ser roca. Al principio me dió miedo, pero también aprendí que, siendo agua o cristal, permitía a los demás ver en mi interior, acercarme a ellos de verdad y a que ellos se vieran reflejados en mí, cual espejo. Y eso, más allá de una rémora o falla en mi vida, era un privilegio que tenemos para ayudar a los demás. Solo hay que saber ser espejo ante quien quiere mirarse en él, que no son todos! Ser espejo de alguien lo somos porque eso nos ayuda a deshacernos de esa pesada máscara que utilizamos para protegernos, para huir de nosotros mismos o para creernos fuertes ante la adversidad. Pero esa máscara es inútil, no evita el dolor... tan solo lo oculta tras su hierática expresión de artificial comodidad, fortaleza o complacencia. Porque cuando alguien -quizás a pesar nuestro- logra penetrar en nuestro yo interno, esa máscara es atravesada por el amor, lo que exije mutua sinceridad, transparencia y fluidez.

A veces pienso por qué a ciertas personas les incomoda mi manía de actuar como espejo de los demás. ¿Seré un mercenario del alma? Porque, más que serlo a través de mis palabras, lo soy con mis actos, con mi actitud ante la vida, que exhibo provocadora e impunemente. Creo que esa es una de mis aportaciones a este mundo! No pretendo reflejar a quien no siente la necesidad de ello. No pretendo franquear sin permiso mascaras para llegar al alma de quien aún la teme y huye de ella. Pero, intuitivamente, hace ya tiempo que sé encontrar e identificar a esas personas que, frente a mí, se sienten vulnerables, pero a la vez, en paz consigo mismas cuando ven en mi alma lo que ellos presienten en la suya. ¿La paz interior no es algo inherente al verdadero amor? Ese don de hablar de mis sentimientos y de ser tal cual soy desmorona muros infranqueables y desnuda almas a quien tiene la predisposición -no sin temor- de deshacerse de una vez por todas de su propia e inutil máscara. A veces pienso qué derecho tengo a hacerlo, a hacerles sentir vulnerable ante mí o ante su propia vida. Soy consciente que esto provoca miedo, pero también que ese no es mi objetivo ni mi recompensa. Porque, de vez en cuando, esa manera de comportarme con propios y extraños logra algo mágico, como es que alguien se identifique con lo que mi alma expone y comparte. Al fin y al cabo, en materia de alma, todos somos iguales y lo que vea en la mía expuesta será porque resuena ya en la suya, tal vez enmudecida... pero deseando aflorar! ¿Desenterrador de almas ajenas y prisioneras de su propia máscara protectora? Quizás! Llega un momento en la vida de una persona en el que tiene la necesidad de verse reflejado en un espejo para reconocerse, para liberar su alma revolucionada, pero secuestrada en el día a día. Y, ni que decir tiene, que cuando -súbitamente- el alma emerge ante alguien -por desconocido que éste sea- es un síntoma de que el alma desea ser expuesta, liberada y compartida. Así, personas que no hacemos más que ser y actuar como somos en realidad, atentamos contra conciencias adormecidas, despertamos ocultas pasiones y fantasmas del pasado (de nuestra niñez, cuando el alma campeaba a sus anchas por nuestra vida) y hacemos sentir a nuestro paso paz interior, aunque al hacerlo también generemos algo de miedo ante lo desconocido. Miedo que puede, incluso, provocar lágrimas al sentirnos descubiertos y desnudos, ¿por qué no? ¿No es acaso una simple y sincera lágrima lo único que puede deshacer -eficazmente- el hielo de nuestra fría máscara, aparentemente protectora?

Si todos y cada uno de nosotros fuera y viviera tal cual es interiormente, todos haríamos de espejo de todos y, a la vez, el mundo sería un espejo de nuestra transparencia, nuestra sinceridad interior y nuestra capacidad de fluir ante la vida. Mientras nos domine el miedo a ser como somos ante los demás, el mundo solo reflejará nuestro temor y le dará razones convincentes para sentirlo (la ya famosa Ley de la Atracción), provocando como provoca conflictos bélicos, enfermedades y epidemias, injusticias... El día en que cada uno de nosotros seamos con orgullo agua o cristal para nosotros mismos y ante todos los demás, estaremos más cerca de nuestra felicidad y el mundo cambiará gracias a nosotros! Pero un necesario y primer paso es sentirnos agua o cristal sin avergonzarse ni tener miedo, aunque desate una lágrima celosamente guardada...

¿COMENTARIOS, OPINIONES? PARTICIPA EN NUESTRO FORO DE OPINIÓN

http://forocontigomismo.ning.com

 

Tell me when this blog is updated

what is this?