miércoles, 4 de marzo de 2009

¿CIVILIZAR AL TERCER MUNDO?



La sociedad actual utiliza la dualidad del ser humano (el corazón y la mente) para evolucionar y, a la vez, para desorientarnos. Y ese permanente vaivén causa en nosotros estragos, tanto en la vida personal como en la colectiva. Por un lado apela a nuestros sentimientos para hacernos sentir solidarios con los demás; pero en el otro, gracias a la mente y a su ingenio crea diferencias cada día más insalvables para separarnos unos de otros y crear distancias. Así, esa doble moral nos lleva a destruir el mundo a la vez que redimirlo y sanearlo luego; a privar al prójimo débil (y eso sería extensible a la mujer, los niños, los desheredados, etc.) de su derecho a ser como es, a la vez que afirmamos ayudarle.

Y uno de los más claros ejemplos es el rol del mal llamado Primer Mundo con el Tercer Mundo. El numérico calificativo es suficientemente descriptivo y, por qué no admitirlo, descriminatorio! El Primer Mundo, durante siglos, ha conquistado y hecho valer sus derechos y privilegios sobre el Tercer Mundo, incluso haciendo el oportuno uso del botín de guerra, es decir, despojándole de sus riquezas naturales y recursos. Pero, más allá de los recursos naturales que suponen su sustento económico, hemos saqueado sus valores culturales y religiosos, todo eso que le otorga su propia identidad, como individuo o como colectivo. Evidentemente se ha realizado con la más grave complicidad de la Historia escrita y amparados en presuntuosos ideales políticos, sociales o religiosos. Así, poblaciones enteras han sido desvastadas por la civilización triunfante -la nuestra, qué duda cabe- y despojados de todo lo que les pertenece en aras de su conveniente "civilización", lo que durante siglos fue sinónimo de "evangelización". Y, sin ánimo de polemizar ni profundizar aquí en el tema, los mismos que aniquilaron con la primera bomba atómica a más 50.000 personas -y muchos de sus descendientes- en Hirosima son los que, años después, critican abiertamente la brutalidad del atentado del World Trade Center de Nueva York, con unas 5.000 víctimas! Y es que la paciencia del Tercer Mundo también tiene sus límites...

Ni que decir tiene que ese Tercer Mundo puede haberse beneficiado de esa involuntaria civilización en algunos aspectos -lo que ya sería mucho creer-, como la salud y un cierto bienestar, pero también han sufrido en sus propias carnes la más elemental falta de respeto a sus costumbres -anteriormente llamadas "paganas"- y a sus raíces de identidad y valores. Y, paradójicamente, este nuestro impetuoso Primer Mundo conquistador, vanidoso y pretensiosamente estandarte de la única verdad, la democracia y el progreso sin límites, precisamente hoy carece de esos elementos que dan sentido al individuo, es decir, los valores y los principios humanos, o sea las raíces de nuestra identidad. Y, como sucede con nuestros propios hijos, ya nos valdría aprender algo de ellos, los presuntos, aventajados e involuntarios alumnos nuestros y recuperar todo eso que perdimos en el camino hacia el progreso, es decir, nuestra propia alma. Y es que, a medida que nuestra sociedad progresa, sus individuos van cediendo su individualidad en favor de la supuesta y falsa mejora colectiva; así, el ser humano civilizado -ciudadano y contribuyente del progreso- se sofistica, se culturiza y aparentemente crece, aunque paradójicamente va empobreciéndose como persona al abandonar su propia individualidad, sus creencias y sus valores más profundos. Los efectos son debastadores, como la violencia, las patologías, la vacuidad humana, la sinrazón... Por lo mismo, esas personas del Tercer Mundo, aparentemente menos inteligentes, preparadas y evolucionadas, tienen mucho de lo que nosotros hoy encontramos a faltar en nuestra vida, como es su sentido, la conexión con la Naturaleza y esa necesaria capacidad de vivir la vida tal y como viene, dejándola fluir día a día. Quizás por ello, ellos -los tercermundistas- aún mantienen la sonrisa franca de un niño que vive y siente plenamente su hoy como si fuera el último día de su vida!

Aquí una interesante entrevista de un experto en el estudio de esas tribus aparentemente primitivas, desvalidas y alejadas del progreso. Te invito a leerla con interés y a reflexionar sobre nuestra presuntuosa docencia y altruismo colonialista...

ENTREVISTA A LLUIS MALLART "Dios y yo eramos buenos amigos, ahora ya no hablamos". Este antropólogo y ex misionero acaba de publicar "El sistema médico de una sociedad africana" donde desribe sus más de 40 años de convivencia con la tribu Evozuk. La Contra de La Vanguardia.

No me gusta el término tribu pues suena a "tribu urbana" y es un concepto despectivo.

Me lo apunto. ¿Qué le lleva hasta los la sociedad evozuk?

Yo ya sé que usted quiere que le explique que fui allá como misionero y que abandoné la Iglesia al ver que no tenía sentido exportar una religión nueva en esa sociedad…

Parece aburrido.

Estoy cansado de siempre explicar lo mismo. Forma parte de mi pasado y no reniego de él pero me gustaría hablar de cosas nuevas.

De acuerdo. Hablemos del libro. Se trata de un estudio sobre el sistema médico tradicional

Preferiría usar otra palabra que no fuera la de "tradicional" porque es el antónimo de moderno y yo he estudiado la medicina de los evozuk tal y como la practican ahora, es decir, la contemporánea. Prefiero usar autóctona.

Muy moderno no creo que sea…

¡Es muy compleja! Sino fíjese que mis dos volúmenes que hablan de esta medicina llenan mil páginas. Existe una lógica, una clasificación de las plantas medicinales importantísima, …br>

¿Funcionan?

Yo soy antropólogo, no médico.

Pero habrá podido comprobar su eficacia, ¿no?

Yo veo que mucha gente se cura pero lo que a mi me interesa como antropólogo es saber cuáles son sus criterios para medir la eficacia sin tener laboratorios y porque usan esta clasificación.

¿Y bien?

Tardé veinte años en encontrar una hipótesis. Los ovezuk se fijan en los colores, la textura, el sabor, el olor para elegir una planta u otra.

Explíqueme qué pasa cuando alguien enferma.

Existe la medicina doméstica, la que todo el mundo practica en sus casas. Son remedios caseros para curar cosas básicas tipo diarreas, heridas, etc. Luego si la enfermedad es más complicada o crónica hacen rituales.

¿Curanderos?

Así les llaman en Occidente pero no me gusta usar esta palabra. Yo le llamo terapeutas.

¿Cómo son esos rituales?

Es largo de explicar…

Hágame cinco céntimos.

Muchos rituales se llevan a cabo cuando una enfermedad es crónica y el "hospital de blancos" no ha sabido curarla. Entonces acuden al terapeuta. Estos rituales consisten en diagnosticar su entorno, su familia, su comunidad, y ver en qué ha fallado. Consideran que las causas pueden ser espirituales por lo que no hay que curar el cuerpo solamente sino también el alma. Pueden reunir a centenares de personas que discuten sobre el origen de la enfermedad.

¿Ha evolucionado su sistema médico?

Claro, aunque no de la manera en que estamos acostumbrados en Occidente. Es decir, desde aquí cuando hablamos de evolución nos referimos a que adquieren elementos europeos. Ellos cambian pero dentro de su sistema autóctono.

Puede ser un libro muy útil para los cooperantes.

Sí. Sirve para comprender la manera de pensar de esta gente, algo muy difícil cuando vienes de Europa. No son pueblos ignorantes, ni brujos, ni magos. Fíjese que en toda nuestra conversación no he usado el término brujería.

Un poco brujos sí lo son…

No más que usted y yo. Para Occidente lo que ellos hacen es brujería y, en cambio, lo que nosotros hacemos se llama religión. Mientras nosotros creemos que la persona se divide entre cuerpo y alma y que con la muerte se separan, los evozuk también creen en el cuerpo y en el alma pero pueden separarse cada noche, es decir, tener muertes simbólicas. Los elementos son muy similares a los del cristianismo.

¿Creen en Dios?

Más o menos, pero es por el contacto que han tenido con misioneros. Creen más en los antepasados.

¿Y usted?

Dios y yo éramos buenos amigos, ahora ya no hablamos.

¿Ha hecho mucho daño la colonización?

Ha hecho un destrozo tremendo.

¿Y la cooperación?

Escribí un libro que se titulaba "Ocupas en África" (risas). Me parece una actitud soberbia ir a África a dar lecciones sin ni siquiera escucharles. Somos tan arrogantes que vemos a los africanos por lo que podemos darles sin molestarnos en ver cuánto nos pueden aportar.

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