miércoles, 15 de julio de 2009

LA MÁSCARA ( y II )



Mis años me ha costado ver e interpretar las miradas o, al menos, asumirlo como un talento personal y, al parecer, privilegio de unos pocos. Veo en casi cualquier mirada el fondo del alma y entiendo todo eso que no dice la personalidad dueña de los ojos, a pesar de que intente convencerme de lo contrario con palabras vacías. Claro que, a veces, eso genera miedo o incomodidad! Porque una mirada habla más que cualquier discurso! Y en ojos ajenos siempre sé ver el amor silencioso, el miedo omnipresente, el deseo incipiente, sé ver lo que alguien piensa y siente, lo que se oculta detrás de esa máscara. Muchas veces es mi propia mirada la que no sé ver, por eso necesito del amor para desenmascararme! Porque todos, durante demasiado tiempo de nuestra vida, llevamos una pesada máscara que nos oculta de nosotros mismos y ante los demás de lo que realmente somos! La creamos para sentirnos protegidos de nosotros mismos y de los demás, por miedo! Ilusos, porque llega un día en que la vida nos requiere que seamos tal cual en un momento mágico determinado, ante alguien a quien queremos mostrarnos o entregarnos! Y no hay dolor más grande en esta vida que quererse entregar entero y no poder hacerlo ni tan siquiera por amor... y lo digo por experiencia!

Normalmente, a fuerza de años con la rígida máscara, ésta se resiste a ser retirada, pues se ha incorporado de manera sólida a nuestra personalidad, formándose una con ella. Eso hace que, más de una vez, dudemos de lo que realmente somos y que, fuera de esa máscara, nos sintamos casi siempre desprotegidos y con el alma desnuda... como si esa máscara alguna vez nos hubiera salvado o evitado realmente del sufrimiento o de la desdicha en nuestra vida! Y, al cubrir tras la máscara nuestras heridas, nuestras incoherencias, nuestros errores del pasado, éstos permanecen sin el aire necesario para curar su profunda cicatriz! Y eso nos priva de ser lo que somos, sentir lo que sentimos y, como consecuencia, vivir la vida -libremente- que merecemos! Pero, además, ni que decir tiene que es, precisamente, esa máscara la que nos priva de compartir lo que somos -y nuestra vida- con los seres queridos! Así, la vida se convierte en una "mascarada" o carnaval entre personalidades ajenas, vacías e irreales, que intentan compartir esa vida sesgada que la máscara impone a nuestro día a día!

¿Cómo sacarse de encima la mencionada máscara? No es fácil, porque la hemos ido soldando a nuestro rostro y ratificando con nuestra poderosa mente en cada una de nuestras actitudes, pensamientos, decisiones y experiencias. Incluso hemos convencido a nuestro entorno -los demás- que somos lo que aparentamos, lo que se ve en la misma máscara, sin más... y no admitirán un cambio. Pero la vida -más sabia- va resquebrajando con nuevas e inesperadas situaciones esa máscara, siempre que no intentemos evitarlas u obviarlas, como la mente intenta, engañándonos a nosotros mismos con argumentos vacíos y basados en el temor. En cualquier caso, solo somos capaces de vivir sin máscara -con el alma expuesta- cuando estamos solos con nosotros mismos, en la clandestinidad de nuestro silencio personal y privado... o ante alguien que de verdad nos quiere y su corazón resuena con el nuestro. Aunque muchas veces ni tan siquiera intentamos compartir ese rostro sin máscara con quien afirmamos amar, por miedo a ser heridos de nuevo. Y eso desvirtúa al amor en su esencia, obligándonos a compartir solamente una mínima parte de nuestro ser, lo que nos conviene, con quien afirmamos estar enamorados!

Ni que decir tiene que esa renuncia a nosotros mismos nos hace renunciar también a nuestra vida real, lo que nos trae más problemas que soluciones para vivirla. Para empezar, porque nos negamos a nosotros mismos miles de sensaciones y sentimientos que no encajan en nuestra personalidad enmascarada; por otro lado, porque ese hábito de protejernos -tras la máscara- hace que nos asustemos ante cualquier sensación o sentimiento imprevisto, intenso y real -porque sale del corazón, que, recordemos, habita en el alma- que brota espontánea y sinceramente; incluso, por miedo a ser descubiertos, hemos aprendido a protejernos evitando exponer la mirada delatora de nuestra alma ante un espejo demasiado amigo y/o amado; y, por último, privamos a los demás de conocernos -y, por tanto, de amarnos- de verdad y compartir todo lo que realmente somos! Y eso no podrá ser nunca amor, sino miedo! De ahí al miedo a la vida hay un paso, pues a ella le reprochamos dejarnos en evidencia ante cualquier desvarío o sentimiento súbito nuestro...

¿Cómo podemos amar, sin ser nosotros mismos? ¿Qué le ofrecemos realmente al ser presuntamente amado? ¿Solo una parte conveniente de nosotros mismos? ¿Cuánto tarda en desvelarse esa trama maquiavélica y efímera o en vaciarse el contenido de ese amor imperfecto, controlado y sesgado? ¿Y así pretendemos llegar al amor eterno que tanto anhelamos? Porque así, vamos acumulando amores imperfectos y temporales, a modo de ensayo general, compartiéndonos a medias y dándonos -logicamente- una felicidad también a medias... pero que, cuando se acaban, nos traen desamor como si hubieran sido verdadero amor! Quizás por eso el amor a uno mismo no es más que la firme voluntad de quitarse de encima la maldita máscara para llegar a ser como somos en realidad y poder amar de verdad; quizás por eso amar al otro es saber mirar más allá de su máscara y tener confianza plena de que llegará a desenmascararse y a ser -y ofrecerse- tal como es, con o sin nuestra ayuda... Simplemente porque amar a alguien requiere de la suficiente confianza propia y mutua con el otro, desterrando de una vez por todas el miedo ante ese especial ser amado que -de vez en cuando y súbitamente- aparece iluminando nuestra vida, hasta entonces a media luz! Y amar es favorecer ese camino del aprendizaje compartido para desenmascararse ambos, necesario para entregarse sin miedo -y por amor- tal como en realidad somos y, haciéndolo, crecer juntos hasta la felicidad de compartirse en la totalidad, no solo a medias! Ese es el sentido de nuestra vida y, evidentemente, la causa del verdadero amor! Claro que el camino se hace andando, la verdad siempre acaba imponiéndose y tenemos una vida -larga o corta, lo desconocemos- para aprender a vivir y a amar de verdad


¿COMENTARIOS, OPINIONES? PARTICIPA EN NUESTRO FORO DE OPINIÓN

http://forocontigomismo.ning.com

 

Tell me when this blog is updated

what is this?