viernes, 10 de julio de 2009

¿TENEMOS LO QUE MERECEMOS... O LO QUE CREEMOS MERECER?



Comunmente nos surje la duda de si tenemos o no en nuestra vida lo que realmente merecemos. De ahí concluímos si es justa o no nuestra vida o, lo que es casi lo mismo, si la vida nos trata bien.

Seguramente habría que darle una vuelta a este tema. En primer lugar, deberíamos matizar si en esta vida tenemos lo que merecemos o bien si tenemos lo que creemos merecer, lo que es muy distinto. Aunque sea porque "creer" es algo inducido cultural y educativamente, por tanto algo cambiante en nuestra vida. Es obviamente bueno tener creencias y valores personales, pero siempre y cuando estos se correspondan con nuestro yo interno y en el ciclo vital en que estemos. Si no es así, las creencias suelen ser limitativas y, aunque parezca lo contrario, ir en contra nuestra. De todos modos, en nuestra sociedad se nos exije ser coherentes con nuestras creencias impuestas, como signo de identidad propia. A la gente, a la sociedad, le gusta etiquetar... y no equivocarse con la etiqueta! Pero, visto lo visto, esas creencias ajenas, inoculadas en la educación y preservadas en nuestro entorno social no hacen más que garantizarnos la supervivencia del Ego, o sea la personalidad adquirida y no siempre verdadera. Cuando, a decir verdad, esa personalidad o, lo que es lo mismo, nuestro Ego, no es más que un impedimento para poder alcanzar la verdadera integración como ser humano, como suma de su esencia humana y divina. Esa integración, mucho más elevada que el simple, dual, limitativo y testarudo Ego, exije aceptar la humanidad peculiar de cada uno (con sus cualidades y virtudes, además de con los errores necesarios para aprender) para luego trascender y permitirnos a nosotros mismos optar por una vida mejor de la que el Ego nos ofrece. El Ego se conforma con perseguir infructuosamente la seguridad, la estabilidad y el inmovilismo personal y para él todo es "bueno" o "malo", sin matices. Cuando precisamente la vida es todo lo contrario, aunque nos obstinemos en negarlo. La vida es algo muy rico en matices, contrastes, y, evidentemente, inclasificable por la mente binaria que fabrica nuestro Ego. Y, por decirlo de alguna manera, nuestra verdadera felicidad depende solo de ser capaces de aceptar la vida como viene y con toda su amplitud y variados detalles, siendo como realmente somos, es decir, ricos en repertorio y capaces de saborear los diferentes matices que ella propone! ¿Cuantos "yo" conoces en ti mismo? ¿El realista, el romántico, el trabajador, el soñador, el calculador, el enamorado, el alegre, el temeroso, el triste, etc.? ¿Por qué escoger un solo "yo" para vivir, si precisamente la vida nos brinda cada día miles de momentos y requiere de nosotros un amplio repertorio de sentimientos para vivir esas situaciones cambiantes? ¿Has pensado alguna vez cuántos sentimientos diferentes sientes a lo largo de un solo día?

La otra felicidad aparente, la fabricada por el Ego inamovible, egocéntrico y limitado, solo nos trae problemas con nosotros mismos y, como consecuencia inmediata, con lo demás. Basta mirar la vida de cualquiera de nosotros y sus visicitudes para darnos cuenta de esto! Porque luego -vaya ironía- es el propio ego cuestionado el que nos reprocha el habernos confundido ante las cambiantes circunstancias de nuestra cotidiana vida y quien nos hace sentirnos culpables. Y para seguir adelante en nuestro camino, deberemos saber perdonarnos, entender que, para aprender en esta vida, es necesario el error y saber leer la lección que siempre trae consigo. Y solo mirando de cara al miedo que induce al error es cuando avanzamos en el verdadero crecimiento hacia nosotros mismos y hacia nuestra felicidad; si no lo hacemos así, los errores se van acumulando -porque la vida nos presenta nuevas oportunidades y versiones del mismo escenario del error hasta que aprendamos-, la culpabilidad crece y nuestra propia estima va menguando, haciéndonos sentir cada día más vulnerables, más inciertos y, lo que es peor, haciéndonos aceptar -con resignción y con pena- lo que la vida ajena del Ego nos ofrece... que es muy distinto a lo que soñamos y merecemos en nuestro corazón. Y esa paulatina renuncia a nosotros y a nuestros sueños siempre se paga, de una u otra manera...

Solo aceptando nuestra naturaleza humana -con todas sus flaquezas y torpezas- podemos trascender a esa otra vida que anhelamos y realmente merecemos. Pero, como leí hace poco, las circunstancias no son simplemente, sino que las circunstancias están para cada uno y llegan porque uno, de una manera u otra, las provoca en su propia vida. Lo realmente importante es saber quien reina -o quien queremos que lo haga- en nuestra vida, si el amor o el miedo... a ser, a sentir o a vivir lo que nos toca en cada especial momento y con el sentido apropiado y propio que le demos. Eso, sin más, es lo que hace que sintamos merecida o no nuestra vida singular, irrepetible y mágica. Así, nunca deberíamos acusar a la vida de ser injusta o inmerecida para nosotros, pues dependerá de lo justos que seamos con nosotros mismos y con los demás y de que tengamos el valor de vivir -o al menos aspiremos a ello- lo que realmente merecemos! Y no olvidemos nunca que la Verdad está siempre en nuestro corazón y que nos habla -bajito- desde la conciencia, que llevamos todo el día puesta encima, queramos o no! Y esa Verdad, al fin, siempre se acaba desvelando ante nuestros ojos y entonces solo hay que ser valientes para vivir lo que realmente merecemos... y olvidarnos de lo que creemos merecer!

¿COMENTARIOS, OPINIONES? PARTICIPA EN NUESTRO FORO DE OPINIÓN

http://forocontigomismo.ning.com

 

Tell me when this blog is updated

what is this?