lunes, 2 de noviembre de 2009

¿CONFIAR NO ES UNA FORMA DE AMAR?



Habitualmente nos llenamos la boca con la palabra amor, aunque demasiadas veces es para citar nuestro crónico deseo por el amor romántico, de pareja. Pero el amor es mucho más que eso: es amarse a uno mismo, al prójimo y a todo lo que nos rodea, es decir a la vida. Y amar todo eso significa confiar, apreciar, valorar...

Así como alguien no puede amar a los demás sin amarse primero a uno mismo, uno no puede amar a alguien, sin tener confianza en ella como persona y en su capacidad de ser y de mejorar. Muchas veces obviamos la confianza en el amor... y solo nos acordamos de ella precisamente cuando se viene abajo la confianza en el ser amado, lo que irremediablemente provoca el desamor. No se puede amar realmente a alguien sin confiar primero en uno mismo y luego en ese otro alguien y en la vida misma! Confiar significa creer en la persona singular, creer en su propia capacidad, tener esperanza de que será capaz de amarse suficiente a ella misma para ser capaz de amarnos a nosotros. Claro que será la vida la que dirá el cómo y el cuándo, como siempre hace... solo hay que confiar en ella!

Hasta hace no muchos años, yo era capaz de "amar románticamente" a cualquiera que insistiera en mí y me gustara. Bastaba el momento adecuado, una cierta predisposición de ambos, la lógica atracción mútua y un cierto empeño para seguir adelante. Ese amor era algo fruto de la química, la sensatez y el trabajo mutuo, durara lo que durara. Seguramente había poco amor verdadero en todo ello: había solo deseo, necesidad de compañía, cierta curiosidad por desentrañar al otro o simplemente el reto personal de ambos por conquistarnos y salir victorioso. Es decir, mucho Ego y muy poco amor real por compartir! Era, por decirlo de alguna manera, un combate fraticida entre el ego de la otra persona y el mío propio, en el que había siempre un conquistador y un conquistado, un maestro y un alumno, un dominante y un sumiso! Y es que el Ego no sabe gestionar otra cosa que razones y establece comparaciones entre nosotros y los demás, entre el "yo" y "el otro", en otras palabras, realmente nos separa y no nos une realmente, pues el ego nace de la mente dual y restrictiva. Para él, todo es mejor o peor, bueno o malo, conveniente o inconveniente, positivo o negativo!

Pero llegó un día, no hace mucho tiempo en mi vida, en que apareció el amor verdadero, ese que no entiende de necesaria reciprocidad, ni de comparaciones ni de medidas ni de momentos... ni de egos enfrentados y compitiendo! Es ese amor que no distingue entre quererme a mí mismo, querer al otro, querer a los demás y querer a todo lo que me rodea. Segura y circunstancialmente se personificó en un ser amado especial (aunque nadie es tan "especial" como cree ser, todos somos capaces de amar y de ser amados, tenemos nuestras fortalezas y debilidades por igual), pero que, en el momento preciso abrió irremediablemente las compuertas de un amor verdadero que surgía del alma, que hasta entonces estuvo históricamente cerrado y resguardado ante la vida confusa. Este incipiente amor -quizás el primero real de mi ya larga vida- produjo un amor por igual hacia mí, hacia ella... hacia todos y hacia todo lo que me rodeaba. Y ese amor fue mútuo y mágico... como el que siempre y todos soñamos vivir algún día en nuestra vida. Lo de menos fue su consolidación, su tangibilidad o su fruto... pero un síntoma relevante fue que esa persona amada se convirtió en el espejo en el que mirarme, en el que mirarse ella misma y en el que ambos vimos nuestra nueva vida verdadera, hasta entonces oculta por nuestros miedos y experiencias pasadas. Sin duda es un amor rompedor, único, singular y verdadero, pues nos brindó la oportunidad de abrir nuestro corazón a la verdadera existencia!

Luego, como suele pasar, cada uno fue libre de aceptarlo o de rechazarlo, pero lo que sí es cierto es que fue un salto cualitativo en nuestra vida, común y compartido por ambos en el mismo mágico instante, cuando estábamos realmente preparados, lo aceptáramos como tal o intentáramos esquivarlo por causa del miedo, ese miedo histórico y aprendido que nos empuja inconscientemente a dejarlo escapar por no resultar heridos y por sentirnos demasiado vulnerables nosotros mismos, ante el de enfrente y/o ante nuestra propia vida! Atrás quedaron ya recuerdos de otros amores consensuados, convenientes y con fecha de caducidad! Con ese nuevo amor ambos nos sentimos bien presentes en la vida nuestra y en la del ser amado, para siempre y dependía poco de los hechos externos que sucedieran. Es como una luz que ilumina toda nuestra existencia a partir de ese momento y para toda nuestra vida!

Porque el amor verdadero trae consigo confianza, incondicionalidad, atemporalidad y quizás, por primera vez, serenidad y paz interior ante todo lo que éste provoca y ante nuestra vida! Existe igualmente la química, el deseo, la atracción, la curiosidad mutua por saber cómo es el otro,las ganas de compartir momentos y lugares singulares... pero, ante todo, es un amor nuevo que nos hace crecer a ambos, que estimula nuestra vida por entero y que nos regala un sentimiento puro e intenso que es imposible de evitar y que durará para siempre! ¿No es eso el amor verdadero que todos soñamos... aunque que pocos tenemos el valor de vivir?

Te traigo una entrevista en que álguien habla del amor verdadero y la confianza necesaria, en este caso concreto, ante nuestros hijos. Extrae tus propias conclusiones...


Lenore Skenazy,49 años,´la peor madre de América´."Deja a tu hijo moverse solo, no lo secuestres..., ¡confía!". La Contra de La Vanguardia. VÍCTOR-M. AMELA - 30/10/2009

Dejé a Izzy ir solo al colegio... ¡y vaya escándalo!

¿Estoy ante la peor madre de América?

Ese título me han colgado.

¡Algo habrá hecho para merecerlo...!

Sí: confiar en la vida, en el mundo, en la gente y en mi hijo.

¿Confiar?

Confiar en que mi hijo Izzy, a los 9 años, podía ir y volver él solito de casa al colegio.

¿Y podía?

Claro: desde pequeño ha viajado en metro conmigo y su padre, y días antes de dejarle ir solo, repasamos el trayecto con él.

¿Y qué decía Izzy al respecto?

Como la mayoría de chavales, él anhela sentirse independiente, autónomo, sentirse mayor: le ilusionaba moverse solo por Nueva York, y sabíamos que tenía plena capacidad para hacerlo. Y le dejamos hacerlo.

¿Y dónde estuvo el problema, pues?

En que un policía, al verle solo en el metro, le detuvo: "¿Dónde vas solo, tan pequeño? ¿Lo saben tus padres?", le preguntó. No se creyó que le hubiésemos dejado moverse solo por el metro de Nueva York...

¿Y qué pasó?

Se lo llevó a comisaría y me llamaron a casa.

Vaya susto, ¿no?

Me sobresalté. Por teléfono le confirmé al agente que yo había permitido a mi hijo salir solo. El policía no daba crédito: "¿Y no le preocupa lo que pueda pasarle a su hijo?", inquiría, atónito. ¡Temí ser arrestada!

¿Y no le inquietaba que fuera solo?

¿Qué podía pasarle? ¿Ser robado? ¿Agredido? ¿Secuestrado? ¿Violado? ¿Asesinado? ¿Descuartizado? ¡Por favor! Ese modo de pensar tóxico es mayoritario hoy en mi país, con unas consecuencias espantosas...

¿Qué consecuencias?

Tener tanto miedo a monstruos que atacarán a nuestros hijos ¡convierte a los padres en verdaderos monstruos para sus hijos!

Tanto como eso...

¡Los padres roban a sus hijos la infancia y el gusto por la vida, inoculándoles recelo y miedo! Están encapsulándolos, incapacitándolos para vivir en sociedad. Mire, yo relaté lo sucedido con mi hijo Izzy en mi columna periodística, y asistí a dos reacciones...

A ver: una...

Se me acusó de desocuparme de mi hijo, de ser mala madre, negligente, perezosa, pasota, culpable de lo que le pasara a mi hijo...

La peor madre de América, vamos.

Pero la otra cosa que pasó es que recibí cartas de chavales. Le leo una: "Tengo 15 años. Me llevan en coche de casa al colegio, mi vida es ver la tele, videojuegos... Es divertido un rato..., ¡pero no tengo libertad!: no puedo jugar en el jardín porque mis padres tienen miedo a que me secuestren o me maten. ¡No quiero que mis hijos, si un día los tengo, vivan como yo!".

Se trata de un caso extremo...

No, es común. Cuando yo era niña, correteábamos por la calle, los niños repartían diarios, las niñas de 12 años hacíamos de canguro a niños pequeños, o cantábamos por las casas pidiendo aguinaldos... ¡Nada de eso se permite hoy! Sólo un 10% de los niños de mi país van solos al cole.

Habrá aumentado la inseguridad...

¡Mentira! El índice de seguridad vuelve hoy a ser el mismo que el de 1963, y Nueva York es de las ciudades más seguras del país.

Entonces, ¿a qué responde tanta sobreprotección?

La televisión sabe que repetir sucesos luctuosos, crímenes, tragedias, niños secuestrados, una niña asesinada... nos estremece, atrae, magnetiza y vende. Y lo hacen: ¡los repiten sin descanso! ¿Pasa esto en España?

Estamos en ello.

El efecto de esto es que la gente se queda con un mensaje: "La calle es peligrosa, ¡mi hijo está en peligro!". E incluso algo peor...

¿Qué?

¡Acabas viéndote a ti mismo como criminal! "Si un vecino me deja a su hijito, ¡qué irresponsable es!, porque yo podría...".

¿Qué medidas tomaría usted si mandase en Estados Unidos?

Que no se arreste y enjuicie - como ahora-a padres que dejan un rato a sus niños solos en casa o les permiten salir solos a la calle.

Pobres padres...

Y pobres hijos: cosificados, convertidos en inútiles, no sabrán desenvolverse mañana. ¡Démosles la oportunidad de espabilarse!

¿Cómo?

Déjale que vaya a comprar el pan o el periódico, déjale que complete una vuelta a la manzana en bici él solo, déjale que vaya a comprarse un helado... Enséñale, ¡y suéltale! Ser buenos padres consiste en eso.

¿Qué otro consejo daría?

Me escribió el otro día un señor de 90 años: "Recuerdo el día en que, con 10 años, me dejaron subir solo al tren...". Tras casi un siglo de intensa existencia, ¡Segunda Guerra Mundial incluida!, al final de su vida, ¿quién era ese hombre, quién había sido siempre? ¡El niño valiente que subió solo al tren...!

Confianza es el mensaje, ¿verdad?

Confía más en lo que ves que en la tele: ¿secuestran cada día a un niño en tu ciudad?

¡No!

Pues no lo secuestres tú: ¡tenemos secuestrados a nuestros hijos! Alguien me soltó: "Esta madre prefiere darle a su hijo un día de diversión a una larga vida", ¡dando por hecho que alguien matará a mi hijo!: así de aberrante es la mentalidad estadounidense.

¿Qué es lo peor que le han dicho?

"¡Ojalá algo horrible le pase a tu hijo, para que aprendas!".


¿COMENTARIOS, OPINIONES? PARTICIPA EN NUESTRO FORO DE OPINIÓN

http://forocontigomismo.ning.com/

 

Tell me when this blog is updated

what is this?