jueves, 3 de diciembre de 2009

EL TREN DE LA VIDA



De nuevo la sencillez de un texto de mi amiga virtual Cora, desde Argentina, hablando sobre la vida. Como siempre, un placer leerle, aprender de ella y compartirlo contigo.

"En la estación de la vida, me encontraba deambulando un día. Mientras me distraje un momento, se me pasó el tren de los años. Como un caminante perdido, sin rumbo y sin esperanzas, emprendí lentamente el camino de regreso. Mi andar era lento y taciturno, como el de los condenados a muerte. Como único equipaje, llevaba a ... mis espaldas, todo el peso de la frustración, y pedazos de ilusiones rotas. En ese retorno forzoso... en ese desandar lo andado, empecé a buscar un recodo del camino, un lugar donde dejar mi carga; donde llorar mis angustias...donde renovar mis fuerzas. Empecé a plantearme muchas cosas...como si debería continuar, hacia el final del camino, o decidir arbritrariamente, que ya lo había alcanzado. En ese retorno forzoso, busqué un lugar donde desplegar el arrugado mapa de la vida, en el que las rutas se me presentaban muy confusas.
A los costados del camino-pensé- debe existir un rincón donde se guarden los sueños; donde se esconda el viento en tiempo de calma, y donde la primavera espera hasta que pase el invierno. Pero mientras buscaba, fui seducida para quedarme a descansar bajo la sombra fresca y restauradora del milenario árbol del conformismo absoluto. Este se yergue esbelto y peligrosamente camuflado como el prototipo ideal de un fresco remanso...
En realidad, no es más que un voraz y silencioso sepulcro abierto, siempre dispuesto a devorar al caminante cansado y solitario. Como quiera, aquella sombra me atrapó, y sin mucho esfuerzo me desconecté, acomodando lo real a lo imaginario. Cerrando mis ojos, pretendí viajar con mis pensamientos a otra estación, en algún punto distante, y tan lejano como inexistente.
En los rincones más profundos de mi corazón, deseaba borrar ésa línea delgada y sutil entre la conciencia y la inconciencia...entre lo bueno y lo malo; lo lindo y lo feo; lo santo y lo profano...lo puro y lo vil. Cuando me encontraba sumergida en las caudalosas aguas de estos divagues, que además eran totalmente intrascendentes, pude sentir que una vez más el tren de los años con su particular algarabía, pasaba de nuevo a mi lado... otra vez se alejaba aceleradamente de mí, dejándome el sabor amargo de la derrota...de lo irreparable de una gran pérdida.
¿Cómo abordarlo ya? ¿Habría en el, una plaza reservada para mí?...¿Figuraría yo aún en la lista de pasajeros?. Me sacudí para no caer otra vez en un divague tan intrascendente, como el anterior. De pronto, un revoloteo de ángeles, querubines o serafines, me rescata de las profundas oscuridades del abismo, en que mi mente estaba naufragando. Cargándome en brazos, me alejan lo suficiente como para arrancarme de la influencia de aquella sombra maléfica del conformismo tramposo en el que me había refugiado.
Esos seres celestiales...¿estuvieron ahí?...¿fueron reales, o los soñé?. Como dice el apóstol Pablo: " todo lo que experimenté, no sé si fue en el cuerpo o fuera de él, pero...¡qué bien se siente que el cielo
entero esté a nuestra disposición para levantarnos!. Qué bueno sentir que aún estoy en pie y en la estación de la vida!"

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