viernes, 29 de enero de 2010

SIN JUZGAR



Juzgar es uno de mis antiguos defectos, que hoy intento pulir! Siempre me he considerado una persona exigente y estricta conmigo mismo y con los demás. Supongo que algo tiene que ver mi educación excesivamente rígida, tanto en mi familia, como en el colegio! Eso, según parece, me otorgaba el derecho a juzgar! Pero para juzgar, uno debe establecer criterios claros e inamovibles sobre lo bueno o lo malo, lo correcto o lo incorrecto, lo conveniente o lo inconveniente! Pero, con el tiempo y la experiencia, uno también aprende que la vida no es blanca o negra, sino que tiene infinidad de matices y excepciones a la regla.

Lo peor de todo es que nadie puede garantizar la justicia en nuestros juicios hacia nosotros mismos o hacia los demás. Lo que hoy puede ser justo, mañana puede dejar de serlo! Lo que es justo para mí, puede no serlo para otra persona! La posesión de la verdad no existe, ni es un privilegio de una persona... y menos puede ser fruto de un planteamiento solo intelectual. La verdad -como la justicia- brotan desde dentro, desde nuestra conciencia! Fuera de ella, los juicios son intransigentes, efímeros y demasiado condicionados por las circunstancias solo externas y los hechos vividos. Y, en cambio, nuestra verdad interior es infalible, certera y severa, aunque no siempre se corresponda con lo de fuera o lo que pensamos! Entre otras cosas porque, si uno no es justo consigo mismo, le costará ser justo con los demás o con lo que vive! Y, a decir verdad, pocas veces somos justos con nosotros mismos! Para empezar, nuestra historia y nuestra educación cartesiana nos impide, por ejemplo, aceptar el error -propio o ajeno-... a pesar de ser la única manera eficaz de aprender en esta vida!

Por otro lado, si una persona ha sido injustamente tratada en su vida, inconscientemente se comportará injustamente con los demás... "ofrecemos lo que nos han dado y buscamos lo que creemos nos falta"! Solo cuando uno es capaz de cuestionar su rígida visión de la justicia, será capaz de aceptar el error o de entender que uno no es siempre justo consigo mismo o con los demás! Cuando uno es capaz de cuestionar su visión mental, su percepción solo racional y su comportamiento ante los hechos, es cuando uno es libre de aceptarlos como parte de la vida, de aprender de ellos si son equivocados y de reencontrar el camino hacia la verdad! Y cuando uno reencuentra su verdad, halla la paz consigo mismo! Y es que la verdad está, ni más ni menos, que en nuestro interior... y basta dejar la mentira para que se muestre tal como es! Los juicios no son más que ilusiones de una mente dual, temerosa y cartesiana que nos impone una vida en blanco o negro, o sea, irreal e incompleta! ¿Lo mejor? Sin duda dejar de juzgarnos a nosotros mismos, a los demás... o a la propia vida! La vida es rica en matices y todo lo que en ella vivimos tiene un sentido! Con los años he aprendido a ver que todo lo presuntamente bueno o malo de esta vida tiene que ser, ni más ni menos! Intentar juzgarlo, evitarlo o cambiarlo es inútil y un claro síntoma de la poca confianza que tenemos en nosotros mismos o en la vida! Juzgar es tener miedo, sin más! ¿Lo contrario? Amar, es decir, comprender, aceptar, confiar, respetar...

Aquí tienes un precioso texto sobre los juicios. Disfrútalo...


SIN JUZGAR

Ya hemos visto que es mucho mejor intentar comprender que juzgar. Criticar, juzgar, lo sabe hacer todo el mundo. Hasta la persona más ignorante del mundo sabe criticar. No tiene ningún mérito, y se pierde tiempo y energía.

Yo también lo hacía siempre, con los demás y conmigo mismo. Hasta que un día entendí, me di cuenta, de que era absurdo criticar, que no me hacía sentir bien, que perdía el tiempo y que no mejoraba nada, ni a los demás ni a mi mismo. ¿Qué hacer entonces? Comprender. Porque todos estamos aprendiendo y evolucionando en esta vida. Todos cometemos errores y tenemos miedos. Nadie es perfecto. Mucho mejor comprender y ayudar, que juzgar y criticar.

En lugar de fijarme en los defectos de las personas, empecé a cambiar y a fijarme en las virtudes, en las cosas buenas, en las que me gustan, de las que puedo aprender y me ayudan a ser mejor.

Y este cambio de percepción personal (fijarme en lo mejor de cada persona para aprender de ello) me ha llevado a ser mejor. A mejorar cada día. A ver las relaciones con los demás (sean príncipes o mendigos) como un gran aprendizaje. Todas las personas, y digo bien: todas las personas de este planeta tienen algo (una virtud, una actitud, un potencial o habilidad) distinto a nosotros. Y por lo tanto, de todas podemos aprender.

Cada persona con la que te relacionas puede ser un maestro, y cada relación, una oportunidad. Oportunidad de aprender, de evolucionar, de crecer y de ser mejor persona. Una oportunidad para conocer tus límites y superarlos.

Me encanta hablar con la gente. Me encanta sonreírles, ser amable, escucharla, comprenderla, apreciarla y animarla. Soy feliz, me siento bien hablando con la gente. Y además ¡resulta que hago amigos por todos lados y me aprecian! ¡Es un chollo! Pruébalo. Practícalo. Insiste... vence tus miedos y timidez, ya verás como te sentirás mejor, mucho mejor. Con determinación, ilusión y alegría de vivir. Adelante. Serás mejor.

“Cómo ser feliz cada día”, Raimon Solà



¿COMENTARIOS, OPINIONES? PARTICIPA EN NUESTRO FORO DE OPINIÓN

http://forocontigomismo.ning.com

 

Tell me when this blog is updated

what is this?