jueves, 25 de marzo de 2010

CRECER ¿GRACIAS A LA ADVERSIDAD?



Es difícil a estas alturas de mi vida intentar hallar la lección clave que cambió, definitivamente, mi vida. Evidentemente, me decantaría por la invasión del amor verdadero en mi vida, aunque sea reciente. Algunos pensarán que eso es algo pretensioso, cuando no obvio! Está claro que dejar entrar el amor y desterrar el miedo de la vida de cualquiera es todo un logro! Evidentemente, esa sigue siendo mi lucha diaria y, día a día, se va consolidando el amor en ella, sin desestimar que existe aún bastante miedo por superar. Todo el mundo admite que el amor es lo más importante a alcanzar en nuestra vida... ¿qué hay de nuevo o de original en ello?

Particularmente creo que para llegar a implantar el amor en mi vida ha sido muy importante saber por qué no estaba ya en ella. Mi hija, sin ir más lejos, nació preciosa y rebosante de amor que compartía por donde quiera que fuera ¿Perdemos con la edad esa innata capacidad de amar de un niño? Por buscarle un símil bíblico, diría que esta es la veradera metáfora de la expulsión de Adan y Eva del Paraiso. El Pecado Original. Pero en la vida real (a pesar de que muchos me creen colgado del misticismo irreal o ilusorio), las cosas son mucho más simples. Mi propia hija, año a año en su corta vida, va aprendiendo a tener más miedo, pues nosotros los adultos le inoculamos nuestros miedos personales -si aún los tenemos- e incluso el sistema educativo y la sociedad lo hacen! Seguramente esta secular transmisión del miedo es involuntaria o en forma de cariño paternalista, precisamente para adaptarla a un mundo regido -cada día más- por el miedo, lo que explica la necesidad de leyes, autoridades y normas que rigen el Sistema vigente y perverso que casi todos acatamos! A su edad y paulatinamente mi hija ha ido alejándose de ella misma y de su ser auténtico, en favor de lo conveniente y de una obediencia que -teóricamente- le permite convivir mejor con su entorno familiar y social más inmediato! ¿Dónde quedó su innata capacidad de amar? Es difícil de contestar... o no tanto, en su interior, esperando ser descubierto de nuevo a través de su vida!

A partir de aquí y volviendo al cambio más importante en mi vida, ahora veo que fue darme cuenta de que mi gran privilegio -contra todo pronóstico- es haber padecido mucho sufrimiento en esa presunta adaptación al medio inhumano que me circunda o por las circunstancias inesperadas de mi vida teóricamente previsible. Esta cierta adversidad que cada uno vive va actuando como lastre en nuestras decisiones, pensamientos, sentimientos y acciones o, lo que es lo mismo, va cercenando nuestra libertad personal, cada día más condicionada por nuestros miedos inoculados externamente o bien por los propios, fruto de las malas experiencias vividas! Así, uno mismo, con el paso de los años -si logra capear los temporales internos y externos con una cierta dignidad aparente- se ve a sí mismo como un orgulloso superviviente... aunque siga sin duda alejado de su yo autentico, libre y amoroso, el que originalmente tuvo de niño! Año a año, acostumbrados como estamos -y se nos enseña- a mirar hacia otro lado ante las dificultades, el sufrimiento o lo que nos perturba nuestra aparentemente plácida y confortable vida, se van acumulando los infortunios y los miedos no resueltos, lo que sin duda provoca un vital desasosiego, cuando no un estado de apatía, casi depresivo. Lo síntomas más claros y evidentes son la ansiedad, el desánimo, el estrés, la desconfianza y todos aquelos elementos cotidianos que conforman nuestra realidad personal y social más inmediata. Ni que decir tiene que el amor, ante estas evidencias tan lamentables como humanas, está aún muy lejos de todo ello!

Así, entramos en una dinámica en la que sobrevivir a este medio contraproducente, inhumano y tóxico se convierte en el alimento del miedo y, por tanto, del Ego que engordamos a costa de nuestra desgracia aceptada u oculta! A medida que él crece, el amor -o sea la ilusión, la confianza, la libertad, etc.- desaparece de nuestro escenario vital y, sin él, empieza a pesarnos la vida! Por decirlo de alguna manera, nos convertimos en víctimas propiciatorias de nosotros mismos, de los demás y de la propia vida... todos ellos reunidos en una conjura cósmica siempre en contra nuestro y de nuestra felicidad! Y cuesta vivir una vida con este lastre! La mirada con chispa, los gestos inocentes, la manifestación espontánea de sentimientos, las sensaciones vitales que muestra insolentemente cualquier niño... desaparecen en favor del ser adulto, es decir, el del ceño fruncido, la seriedad, la presunta inteligencia, la vanidad, la competitividad, la tristeza... todo eso que, lamentablemente, consideramos normal en una persona bien adaptada, razonable y madura en este mundo! ¿Lo contrario? La mal llamada locura... de quien se niega a ejercer ese rol diabólico e inhumano, de quien se rebela ante lo establecido o de quien tiene la osadía de intentar siempre ser él mismo, muchas veces en contra de todos y de todo! Si es así, viva quien tiene el valor de ser loco... en este cuerdo mundo!

Sea como fuere y volviendo al tema que nos ocupa, la lección más importante de mi vida fue aprender que ese cúmulo de desgracias y de infortunios es, precisamente, lo que posteriormente me enseñó todo lo necesario para poder crecer como persona, gestionar mejor mi mejor vida y, por fin, estar en condiciones de reencontrarme con el amor que yacía agazapado en mi interior, esperando a ser rescatado! Sí, el amor estuvo en mi interior desde mi niñez, pero a medida que pasaron los años, estaba más y más amedrantado por mí mismo y por mi Ego de superviviente! Ese, sin duda, fue mi gran descubrimiento vital, del que, por cierto, no hace mucho! Todas mis desgracias e infortunios se convirtieron, precisamente, en mi palanca de despegue hacia el reencuentro conmigo mismo, es dicir, redescubrir el amor, la fe, la paz, la libertad... que siempre tuve dentro, pero que nunca había tenido el valor de vivir en mi anterior vida de presunto adulto!

El ser humano está obsesionado por poner nombre y apellidos a todo suceso en la vida y, de paso, si es posible, crear una terapia o un método para convertirlo en un lucrativo -aunque en este caso, humanamente necesario- negocio! Así, hoy se le llama Resiliencia (algunos le llaman Síndrome del Patito Feo, en referencia al popular cuento infantil) a la capacidad de gestionar y/o procesar la adversidad con el fín de recuperar al ser humano que la padece. Es algo natural y una capacidad humana innata, pero que hoy día ya tiene nombre propio. Te traigo un interesante artículo sobre la resiliencia, extrae tus propias conclusiones!

RESISTE ALGO QUE QUEDA

Avanza el estudio de la resiliencia, la capacidad de encajar adversidades y superarlas. La palabra, derivada del latín 'resilire', significa rebotar, y aplicada a la psicología es la suma de flexibilidad, resistencia, adaptación y recuperación del ser humano

La Vanguardia- Nuria Escur Barcelona 15/02/2010

Los habitantes de países occidentales no abandonan este mundo sin antes haber afrontado, por término medio, dos serias adversidades que pusieron en peligro su integridad física o mental. Así lo cuantifican estudios epidemiológicos del último lustro. La capacidad para resistir es algo que ponemos a prueba diariamente: en el trabajo, en casa, en el barrio. La sociedad moderna, con retos y/o trampas, nos exige grandes dosis de adaptación, y que salgamos indemnes, ahora se sabe, depende de nuestro particular manejo de un fenómeno: la resiliencia.

Qué significa? Es la capacidad humana de encajar, resistir y superar las adversidades. La palabra, derivada del latín resilire, significa rebotar, y aplicada a la psicología es la suma de flexibilidad, resistencia, adaptación y recuperación del ser humano. Charles Darwin aseguraba en El origen de las especies (1859) que "no son los más fuertes de la especie los que sobreviven ni los más inteligentes. Sobreviven los más flexibles y adaptables a los cambios".

En esa dirección apunta el psiquiatra y profesor de la Universidad de Nueva York Luis Rojas Marcos en su último libro –"el que más tiempo me ha llevado"–, escrito tras ocho años de investigación: Superar la adversidad (Espasa). "Quise hacer este estudio no para saber por qué se rinden o perecen las víctimas de desgracias, sino por qué hay tantas que luchan y sobreviven", detalla el hombre que dirigió durante siete años el mapa de salud de Nueva York. Unas sociedades fomentan la resilencia más que otras. "En EE.UU. se glorifica más que en España la capacidad del individuo de luchar contra adversidades y sufrimiento –explica a La Vanguardia el psiquiatra–, y en España, en cambio, se tiene más apoyo familiar, resignación y creencia en fuerzas mayores".

Los seis pilares de la resiliencia.

Los expertos han identificado seis rasgos identificativos de las personas con más resiliencia: tienen conexiones afectivas ("la mayoría de los supervivientes de desgracias dicen que una clave para sobrevivir fue pensar en una persona a la que se sienten unidos"), funciones ejecutivas ("la introspección, el autocontrol, la energía para tomar decisiones ayudan a no tirar la toalla"), centro de control interno ("sentir que controlas tu vida y no depositas esperanzas sólo en la suerte, fuerzas espirituales o terceras personas"), autoestima, pensamiento positivo ("no incompatible con la capacidad de evaluar ventajas e inconvenientes") y motivos para vivir ("se alimentan de pasiones, no de instintos").

Razones para continuar.

Los cuatro motivos más frecuentes para querer vivir, según estudios de varias universidades estadounidenses y europeas, son: experimentar el amor en sus diversas facetas, tener una misión o deber moral, la determinación de no rendirse ante la adversidad y el propio miedo a la muerte.

Nadie se libra de las desgracias. Algunas son previsibles, como la pérdida de seres queridos; otras, insospechadas, como un desastre natural, y son estas últimas las que suelen plantear un reto emocional mayor. Con ellas hay más resiliencia porque no existe el sentimiento de culpa. Lo que más acrecienta el estrés es la incertidumbre futura, especialmente en nuestra época. Para luchar contra ella los estudios americanos y europeos proponen la misma solución: creer que el azar no es un enemigo. El destino, los malos caprichos –como les llamaba Voltaire– de la suerte nos pueden ayudar a conseguir metas en las que ni siquiera pensamos.

Las mujeres, más resiliencia. ¿Existe una lectura de género de la resiliencia? Parece que también. En todas las etapas de la vida, más hombres que mujeres mueren prematuramente en situaciones estresantes o traumáticas. "La mujer tiene más capacidad de superación, y el hombre tiende a exponerse más a situaciones de peligro. Ellas, más partidarias de conciliar y protegidas por el efecto reductor del colesterol de los estrógenos –explica el doctor–, suelen perecer más tarde. Viven siete años más que ellos". Y otro dato: aunque la ansiedad y la depresión se diagnostican más en mujeres, tres veces más hombres que mujeres se quitan la vida. ¿Razones? Según el estudio, "ellos son más impulsivos, menos tolerantes al sufrimiento crónico y más reacios a buscar ayuda profesional".

Aunque la genética también favorece la tendencia a la resiliencia, Rojas Marcos concluye con una reflexión extraída de sus casos clínicos: "La inmensa mayoría de los humanos no sólo no tiramos la toalla, sino que celebramos la vida hasta el final. Al afrontar adversidades, lo más común es superarlas".

 

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