martes, 23 de marzo de 2010

HA LLEGADO TU PRIMAVERA!



Tardé mucho -es verdad- pero al fin llegué a darme cuenta de que la Naturaleza es una permanente metáfora de la vida, un espejo donde podemos vernos reflejados cada uno de nosotros. Inmutable, siempre rodeándonos, la Naturaleza es hoy mi gran y siempre próxima maestra que, minuto a minuto, me brinda importantes lecciones sobre cómo es la vida y cómo debo vivirla...

Y ya hay varias de sus esenciales lecciones de la vida, inmejorablemente explicadas y eternamente documentadas, que he aprendido de ella. La primera, que todo cambia a cada instante, que no hay nada permanente en ella! Cada segundo que pasa hay un cielo nuevo y diferente, hay una nube singular, hay una temperatura y un color irrepetible... hay un instante mágico para vivir. ¿Has visto alguna vez en toda tu vida dos días iguales, dos puestas de sol similares, dos noches repetidas? La segunda lección importante es que todo pasa... la tormenta, el rayo, el calor, la lluvia, el atardecer, el frío, las nubes, el agua... la propia vida! Todo fluye en la Naturaleza y en nuestra propia vida! La tercera lección que aprendí de ella es que todo fluye con un sentido propio y siempre causado por el amor, pues en ella no existe el miedo, su gran enemigo! ¿Has visto en tu historia vivida una nube dudando si dejarse llevar o no por el viento, has oído un ruiseñor dejando de cantar al nuevo día, o una flor con miedo a brotar ante un día desapacible? En la Naturaleza, como en nuestra vida, cada cosa tiene su misión, su propio sentido, todo se cumple y nada se compara... el árbol es tan importante como una simple y microscópica ameba, el elefante tan magestuoso como una simple y laboriosa hormiga, el minúsculo sol comparte el mismo cielo que la estrella más grande y luminosa! Y cada uno de sus integrantes, forman un Todo impecable, permanente e insustituible, lo que me incluye como ser humano!

Hace ya un tiempo que descubrí todo eso en la Naturaleza, esa que constantemente me envuelve y ante la que pronto aprendí a dejar la vanidad humana de tan solo servirme de ella, como hace el ser humano egocéntrico, que aún piensa -iluso- que todo está ahí para usarse... y degradarlo en beneficio propio! Ni que decir tiene que, usarlo y tirarlo, no puede llevarnos más que a nuestra autodestrucción como seres humanos y supuestamente inteligentes! Sabiéndola mirar sin miedo, me dí cuenta de que yo, insignificante y minúsculo ser ante un inmenso y magnífico Universo, soy parte esencial de todo Ello, que tengo mi propio sentido y que mi existencia es tan importante como la de una Galaxia. En la Naturaleza pude encontrar a Dios, quien la creo y que mueve los engranajes para que todo funcione con sentido y cambie a cada instante... muy lejos de ese dios que algunos creen en los altares! Ante la Naturaleza, al fin, me sentí único e irrepetible, con el deber de ser yo mismo y de cumplir mi particular misión en esta larga o corta vida y ante todo mi Universo! Todo pasa, recuerda, debo darme prisa... aunque dando tiempo al tiempo! Supe ver que lo único que me separa de Ella -y, por tanto, de mí mismo- es la mente, esa que aparentemente nos distingue como seres privilegiados, pero que, a la vez, nos confunde engañándonos y haciéndonos creer únicos amos del Universo! Y es que la mente es la que cambia el amor por el miedo para dominarnos, para privarnos del Todo... incluso de nosotros mismos!

Y la Primavera es, cómo no, una bella metáfora de lo necesario para ver y sentir nuestro propio renacimiento a la vida plena! Antes que llegara ella, hemos tenido que padecer el frío otoño e invierno, sobrevivir al blanco manto de la nieve, aguantar las inclemencias del tiempo invernal, del viento que hizo caer nuestras hojas... Pero bajo ese clima invernal, la vida transcurría dentro nuestro... acumulndo fuerzas, almacenando deseos... para brotar luego y radiante, durante la Primavera! Y lo que brota en ella es todo color, calidez, aroma, alegría... desde el más pequeño brote de hierba, hasta la espectacular flor de la más pura fragancia! El color en cada primavera va adueñándose de cada rincón, de cada situación, por remota y pequeña que sea. Su calidez va impregnando cada uno de nuestros poros de la piel, así como cada átomo que se encuentra a su paso, ya sea de una simple flor campestre, de un colibrí o de una inmensa montaña! Incluso nuestro corazón late más rápido para poder estar más atentos a lo que sucede, para disfrutar de la Primavera en toda su plenitud, nuestros ojos se abren de par en par para admirar tanta belleza... tras el necesario, largo y grisáceo invierno y otoño pasados...

Ha llegado la ansiada Primavera, sí! Abre bien los ojos, respira hondo, siéntela en tu piel, huele su aroma... y emborráchate de ella y de ti mismo, Todo está aquí y ahora para que sientas y desees tu propio renacimiento, con valor y sin miedo! La primavera es solo el inicio, que culminará en el verano! No en vano el mismo Jesucristo resucitó -y resucita cada año- en Primavera, enseñándonos que primero hay que morir un poco, para luego renacer radiante, como todo un Dios, ese que llevamos cada uno de nosotros dentro! Y ese Dios interno, hecho hombre -cada uno de nosotros- es el que te amarra a la verdadera vida, al Alma, con su Paz y su Amor perennes y que siempre brotan, a no ser que la estúpida, prepotente y limitada mente interponga el miedo ante ella! Porque, tal y como la Naturaleza enseña, todo tiene su sentido en nuestra vida y como parte del Todo, ofreciéndonos el tiempo necesario y brindándonos la libertad y el valor suficiente para desenmascarar el miedo que inunda nuestra temprana existencia... hasta que llega, junto a nuestra particular Primavera, al fin, el renacimiento del Alma!

 

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