martes, 9 de marzo de 2010

LA SENSACIÓN DE ABANDONO



Desde siempre el ser humano tiene una preocupación, la sensación de abandono. Ya sea por soledad o por falta de amor, la sensación de abandono es especialmente cruda y penosa. Particularmente, creo que es una de esas sensaciones que me ha acompañado en mi vida entera. Desde que mi padre se fue de nuestra casa a mis 11 años de edad, el miedo al abandono me ha perseguido día y noche, aunque no siempre he sido plenamente consciente de ello. Seguramente, durante muchos años, paliaba ese sentimiento desolador rodeándome continuamente de personas, haciéndome necesario ayudando a mis amig@s y evitando en todo momento estar sólo. Ni que decir tiene que, como consecuencia, era hipersensible a esa sensación cuando eran personas amigas quienes lo padecían, ya fuera causada por una muerte inesperada de un ser querido o en rupturas sentimientales bruscas con huida.

Y hoy creo que la vida me está intentando enseñar que el abandono, como tantos otros sentimientos, depende de cómo se viven y cómo los siente uno para gestionarlos. Me explico. Hoy ya estoy aprendiendo que los sentimientos que nacen en el alma no dependen tanto de los elementos y circunstancias externos, de las formas. En el alma, afortunadamente, todo es paz, quietud y amor, aunque fuera, en nuestra vida ordinaria haya caos, desjustes y ausencias. En estos momentos, pienso que la vida desea que yo experimente mi vida desde dentro, desde esa paz y ese amor que ahora inunda el alma. Momentos no compartidos, gestos coartados y palabras silenciadas pasan a un segundo lugar, frente al sentimiento intenso de comunión que se siente por dentro. Sé que es difícil de explicar y de entender, si no se siente!

En los últimos tiempos he sufrido importantes ausencias en mi vida. La persona que considero la mujer de mi vida está hoy ausente de ella, desde hace ya casi tres años, aunque la siento siempre conmigo. Amigos míos, perennes en mi cotidianidad hasta ahora, han ido desapareciendo paulatinamente de mi vida ordinaria, pero están aquí, conmigo. Hace escasos días una gran y maravillosa persona que apareció subitamente en mi vida hace muy poco tiempo, me remite un correo en el que, de forma velada, creo entender una despedida. Y podría citar muchos otros ejemplos de personas que, de manera intensa y privilegiada, entraron en mi vida, pero al poco tiempo desaparecieron sin dejar rastro y, a veces, sin siquiera dolorosas despedidas. Demasiadas casualidades para vivirlas en tan poco tiempo y por una misma persona! Seguramente alguien pensaría -o yo mismo, desde la obtusa razón- que se trata de mi actitud actual frente a esas personas, a las que provoco miedo o amor, sin términos medios; otros pensarían que es el propio y normal devenir de la vida, por el que unas personas llegan y otras se marchan; uno mismo puede también obsesionarse preguntándose el por qué de esos abandonos, qué ha hecho uno para que personas que, aparentemente, le quieren o le han querido, decidan repetinamente abandonar nuestra vida, sin previo aviso, aunque siempre con dolor.

Seguramente no es una casualidad, pues hoy ya no creo en las casualidades. Pensando en voz alta, creo que no es fortuito que esto le pase a una persona como a mí que, precisamente, ha sido víctima propiciatoria e histórica del abandono prematuro de su padre, hace ya muchos años. Fue un abandono en pleno, sin despedida previa, sin una razón convincente y, para colmo, concluído sin explicación ni justicia, con el propio fallecimiento de mi padre, del que me enteré por una nota en la prensa. Nunca hubo -al menos conscientemente- sentimiento de culpa, como afirmaría algún terapeuta. Tan solo hubo abandono, ese sentimiento punzante y crónico dificil de entender y de aceptar, pero siempre muy doloroso. La mente, siempre en busca de razones y argumentos -ciertos o no- para intentar entender o poder escapar del sufrimiento, durante años me intoxicó intentando hacerme sentir culpable, luego me hizo sentir sólo y, finalmente, tuve que aceptar ese abandono como un hecho singular, parte de la vida e irremediable y, en todo caso, como un derecho personal de un tercero que no me daba opciones! Así quizás pronto aprendí a ver que la vida no siempre tiene explicaciones sensatas para explicar lo que sentimos, ni falta que hace... o que lo que sucede en ella y muchas veces, hay que aceptarlo porque las cosas son como son, sin intentar entenderlas, solo viviéndolas! Con el tiempo, uno llega a la conclusión de que las cosas no suceden nunca porque sí, sino que tienen su propio sentido, aunque no seamos capaces de verlo en un primer instante!

Pero, un paso más alla, aparte de las diferentes razones y circunstancias que rodearan a cada presunto abandono, siempre había la posibilidad de encontrar su sentido profundo, ese que solo entiende el alma. Así, hoy soy capaz de entender -con mi corazón y no con mi cabeza- que el sentimiento hacia cada una de esas personas presentes o ausentes en mi vida cobra un significado y un valor propio! De esa manera, a quien amé en su presencia, conseguí seguir amándole en su ausencia, desde mi alma y para siempre. Por decirlo de alguna manera, conseguí que mi sentimiento por esas personas se basara en lo que profundamente sentía, más que en lo que externamente vivía con o sin ellas. Ni que decir tiene que es difícil de explicar, pero es algo que te da una visión distinta y especial de la vida y una manera de vivir que exculpa a esas personas que, por una u otra razón, deciden libremente acercarse o alejarse de mi vida, por momentos. Hoy, para todas ellas, las presentes y las ausentes, en mi corazón no hay un reproche, ni una sombra... sino un profundo sentimiento de comprensión y de amor, un respeto sincero ante una decisión ajena y personal! No negaré que el amor requiere de sus formas de expresión y persiste gracias a los sentidos que nos evocan a cada instante a la persona querida y hoy quizás ausente, aunque quizás por ello siempre existe la confianza plena en la vida para soñar que vuelvan algún día y poder compartir todas esas caricias, besos, miradas, abrazos... que se quedaron atrás, en el tiempo! Pero siempre, nos guste o no, existe esa razón -oculta o no- para una presencia o una ausencia! Porque desde el alma -que no entiende de distancia ni de tiempo- incluso un silencio y una ausencia expresan un sentimiento puro y sincero!

Esas pesonas hoy ausentes de mi vida están y estarán siempre presentes en mi alma, ya sea con su silencio o con sus esperadas palabras. Y mi alma y yo sabremos quererlas igual en la distancia o en su maravillosa presencia, si deciden volver a mi vida algún día! Qué libertad es poder amar a alguien ausente y, en cambio, sentirlo como si estuviera permanentemente, día a día, en mi vida! Qué amor más puro sintiendo la presencia de alguien ausente, solo soñando en su mirada, su aroma, su sabor, únicos, insustituibles y mágicos... como si estuviera aquí, siempre conmigo, amándome como siempre y compartiendo para siempre todos esos momentos de soledad, pero desde el alma y con su dulce compañía ausente! Qué soledad más plena de quien ama y se siente amado -aun en el silencio y en la distancia- por un ser ausente pero eternamente amado!

¿COMENTARIOS, OPINIONES? PARTICIPA EN NUESTRO FORO DE OPINIÓN

http://forocontigomismo.ning.com/

 

Tell me when this blog is updated

what is this?