miércoles, 2 de junio de 2010

CUIDATE DE LOS JUICIOS PROPIOS... Y DE LAS OPINIONES AJENAS



La opinión

Normalmente nos preocupamos demasiado de lo que opinan los demás sobre nosotros mismos o sobre lo que hacemos. Irónicamente digo que hay personas que hacen un plebiscito o referéndum popular cada vez que toman una decisión. Este vicio adquirido de cuestionarnos es algo que, sin duda, refleja indecisión o inseguridad! Cuando alguien, en cambio, actúa desde dentro, con la firmeza que otorga la Conciencia, las decisiones son algo menos costoso, aun ante la posibilidad de equivocarnos. Y no es que la Conciencia no sea infalible, sino que ante una decisión cualquiera sin ella, la mente crea unas espectativas que tememos no se cumplan. Pero la vida muchas veces tiene sus propias respuestas que no necesariamente coinciden con lo que nosotros -o mejor, nuestra mente racional- esperamos de ellas. No debemos olvidar que ese es un proceso mental y que la mente, como tal, solo sabe gestionar los argumentos y razones tangibles, conocidas... y por tanto es incapaz de gestionar lo desconocido y nuevo!

El juicio

Uno de los avances más evidentes del crecimiento humano es, precisamente, dejar de enjuiciar! Para emitir un juicio sobre nosotros mismos o sobre los demás, deberíamos tener información que no siempre tenemos disponible y, sobre todo, ser conscientes de que -a pesar de lo que la mente diga- las cosas no siempre son como parecen, buenas o malas. Pero sí es importante ser capaz de cuestionarse a uno mismo, indagar en los motivos reales de nuestros comportamientos y así conocerse mejor uno, precisamente para ser más justo con uno mismo. Pero hay que diferenciar el juicio de los demás, que el sentirse permanentemente enjuiciado por los demás, extremo éste que suele ser consecuncia de la falta de integridad en el juicio o, lo que es lo mismo, de alineación con la propia Consciencia. De nuevo, cuando actuamos según la coherencia de la Consciencia, desaparecen los juicios -injustos- sobre uno mismo y, como consecuencia de ello, los errres provocados por la permanente huída de uno mismo.

Te traigo un interesantetexto que habla sobre estos temas. Espero te interese y puedas extraer tus propias conclusiones...


El sentido común nos hará ver la diferencia que existe entre el juicio y la opinión, diferencia que casi nadie quiere analizar, ni siquiera admitir. Se llega a confundirlos de modo voluntario casi siempre.

La opinión es una convicción que puede modificarse. Depende del estado de ánimo, de las preferencias, de consideraciones diversas. Depende con frecuencia de la ligereza o inexactitud de percepciones iniciales.

Para que el juicio se base plenamente en el sentido común debe desechar toda clase de prejuicio personal y el deseo de formular una conclusión que pudiera halagar nuestras preferencias.

La integridad en el juicio constituye uno de los dones más raros, pero al mismo tiempo el más noble que nos es dable poseer. Debemos, pues, convenir con el Shogún que el sentido común coopera a la producción de las nobles aspiraciones y no se limita únicamente a la materialidad, como muchos quieren hacer ver.

(...)

El filósofo nipón nos habla también de la bondad. Se cree comúnmente –dice- que la bondad, como la belleza, es un don innato. Conviene destruir un error tan antiguo como profundo. La bondad se adquiere por el raciocinio y la lógica, como tantas otras cualidades, y el sentido común sirve para formarla. ¿Se ha pensado alguna vez en los sinsabores que las gentes de mala condición añaden todos los días a los que les imponen ya las circunstancias? ¿Se puede disfrutar de lo bueno de la vida cuando los nervios vibran de impaciencia o la cólera nos domina? Las personas que carecen de bondad son las primeras víctimas de su defecto.

La bondad causa alegría; hacer bien es provocar un goce justo, que nos produce bienestar y contento. Conviene, pues, ser bueno siempre que haya ocasión, y precisa el maestro que lo seamos sin el menor egoísmo ni vanidad. Como no todas las almas son capaces de agradecimiento; el que hace bien puede esperar la ingratitud. Si se ha hecho el bien como un donador que cumple su misión, que le causa una satisfacción íntima, sin preocuparse de las consecuencias de su acto, y no como un acreedor que reclama una deuda, la ingratitud no causará ofensa alguna. Si el favorecido se muestra agradecido, la satisfacción de ser bueno será aún mayor.

Yoritomo Tashi, “El sentido común”.

 

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