martes, 20 de julio de 2010

EL ALMA DE LOS ÁRBOLES


Hace unos días, una buena amiga mía me decía "Miguel, haz el favor de vivir en el mundo real, ya", más o menos con esas palabras. Eso me hizo reflexionar sobre el mundo real que mucha gente vive y al que mi amiga me invita a frecuentar. Gente que huye de su verdad refugiándose en una alegría efímera o artificial, pero sin sentido; gente que ve -y vive- en los demás su propio sufrimiento o maldad; gente que navega por una vida cotidiana, previsible pero vacía... Y la suma de todo ello -y de todas esas gentes- no puede ser otra cosa que un mundo inhumano, basado en el miedo, insolidario y casi nada tolerante ante la diversidad, cuyo crecimiento depende de la destrucción del entorno y de la diferenciación por la diferenciación, ya sea tras un credo, un país, un sexo, un color de piel o una bandera.

No creo estar en un mundo diferente y ajeno a todo ello, sin duda. Como el que más, tengo mis facturas que pagar, que soportar muchos días el mal humor o el sufrimiento de la gente que me cruzo y tengo que lidiar con mi día a día lleno de incertidumbre, de dudas y de razones convincentes para sentirme mal conmigo mismo... y/o con los demás! Pero, aún siendo ese mi hábitat natural -como el de cualquiera de los habitantes de este planeta- hace ya tiempo estoy aprendiendo a mirar mi vida -sí, esa misma vida- de otra manera! Y ese, sin duda, es un privilegio que pocos tenemos el valor de hacer, lamentablemente. No es siempre y en todo momento, porque una vida llena de cimas de dicha y felicidad no sería una vida completa! Acepto las bajadas y las subidas en mi vida como algo consustancial a ella y que son, precisamente, estos contrastes los que me ayudan a ser y a crecer como persona. Seguramente entre esas personas que padecen con resignación solo la cruda realidad y yo, no nos diferencia más que una especial manera de ver y de vivir la vida: con sentido! Sin sentido todo es más tosco, más duro, más gris, más desilusionante, sin duda! Pero, aún intentándolo a diario desde estos escritos, es inútil intentar convencer y animar a alguien a que aprenda a ver y a vivir la vida que merece, con más color y con más ilusión! Solo los niños lo hacen en sus primeros años de vida, pero incluso a ellos les arrojamos nuestras sombras y amenazas -por amor, claro está- para que "crezcan como personas"... y nos ayuden así a perpetuar este mundo insustancial y vacío que, entre todos, hemos fabricado! En el "cuantos más seremos, más reiremos", todo sirve!

Además de la propia visión de un mundo artificial, vacío e inhumano como todos vemos y vivimos cada día, particularmente le he de añadir el sufrimiento que siento -o presiento- en esas personas a quienes quiero y que, en algún momento, renunciaron a lo único que les ayudaría a entender lo que pasa a su alrededor y a encontrarle el verdadero sentido a su vida, sea cual sea. Personas que, en su día, compartieron minutos, horas o años conmigo, viviendo, disfrutando y hablando sobre la vida, en las que supe ver su ilusión incipiente... pero a las que la propia vida ha doblegado en su día a día hasta hacer desaparecer el brillo de su mirada! Y aunque acepto su derecho a ser y a vivir su propia vida no dejo de tener la tentación de enseñarles el camino hacia arriba, hacia lo que realmente son y merecen en su vida... seguramente muchas de las cosas que ya compartimos en su día!

Porque la vida se trata de eso, de mirar hacia arriba, siempre. Precisamente te traigo una entrevista de alguien que mira nuestro mundo desde lo más alto, desde las copas de los árboles, donde sin duda, hay vida propia y, seguramente, su propia alma. Léela y extrae tus propias conclusiones!

Meg Lowman, 55 años, estudiosa de las copas de los árboles "El techo de los bosques es el octavo continente" La Contra de La Vanguardia. VÍCTOR-M. AMELA - 07/07/2010

Meg, ¿puedo llamarla arbonauta?

Por qué no: paso gran parte de mi vida en las copas de los árboles, navegando en un océano de hojas y ramas...

¿Qué hay ahí arriba?

Un continente, el octavo continente:un continente verde, aún por descubrir.

¿Por qué por descubrir?

Es una amplia superficie vegetal, a varios metros sobre la superficie terrestre, inexplorada. ¿Sabía que tenemos mejor explorados los fondos marinos que la canopia?

¿Canopia?

Sinónimo de baldaquín o marquesina, es el término técnico con el que los botánicos denominamos la cubierta vegetal aérea de los bosques, la azotea de las selvas.

¿Y dice que sigue sin explorar?

Sabemos más de Marte que de la Amazonia. Hasta ahora los botánicos habíamos estudiado lo que teníamos al alcance de las manos. Pero no la techumbre de los árboles. Me dedico a eso desde hace veinte años.

¿Y qué ha encontrado en ese octavo continente verde?

Millones de seres vivos. Un montón de especies animales, gusanos, serpientes, otros reptiles, arañas, ranas, escarabajos, mosquitos, pájaros, monos, y vegetales como plantas parásitas, hongos, lianas, flores... ¡Hay millones de especies desconocidas, nunca estudiadas!

¿Ha descubierto usted alguna especie?

Un par de especies de escarabajos: Novocastia nothofagi,en un bosque australiano, y el Nutmeg (lo de meg es en mi honor: lo bautizaron así mediante un concurso infantil vía internet), que come plantas aéreas.

¿Y cómo trepa usted hasta allá arriba?

No trepo: accedo mediante globos, zepelín, helicóptero o grúa, y desde arriba me bajan hasta las copas mediante un arnés.

Debe de ser excitante...

Lo es. Y para recoger muestras y trabajar mejor, depositamos en las copas unas estructuras neumáticas y con redes. A veces construimos unas pasarelas de madera.

Más allá del trabajo, ¿qué momento es el mejor que ha vivido allá arriba?

¡Tantos...! No me olvido del amanecer en la selva amazónica desde ese elevado trono a cuarenta metros de altura sobre el suelo... Surgen los rayos de sol, y se desatan cantos de pájaros, zumbidos de insectos, aullidos de monos... Cada árbol alberga sus criaturas, sus sonidos, y se eleva desde la selva una sinfonía hacia el cielo...

Espectacular.

Te das cuenta de que cada árbol tiene alma: tiene su voz, bebe su agua, respira a su ritmo... A los indígenas los alimentan, cobijan, dan leña, alimento, anticonceptivos y afrodisiacos naturales... Y ellos los consideran guías, ven ahí espíritus de sus antepasados.

No me extraña.

¡Te das cuenta de que ese tapiz vegetal en el aire es el centro de la vida! Desde ahí se regula la temperatura del planeta, se atrapa CO , 2 se libera oxígeno, se generan las nubes... Estoy sentada en el pulmón del mundo.

¿Cuál es el árbol más alto en el que ha estado?

El gabonenis, en Camerún: tiene 60 metros de altura. El kapok o el cedralinga, en Bombay e Indonesia, con 50 metros...

¿Cuál es el más interesante?

Me han sorprendido algunas especies de árboles australianos: uno puede aguantar 45 años siendo un plantel de 5 centímetros de altura, hasta que llega el clima propicio para crecer... Hay otro cuyas hojas están recubiertas por pelos muy urticantes...

No subiría usted ahí...

Bien protegida. Descubrí un gusano capaz de comer esas hojas sin que le pase nada. Si no aparece pronto un depredador de ese gusano..., desaparecerá esa especie de árboles... y, con ella, el propio gusano (si no aprende a cambiar de dieta).

Elija un árbol para vivir.

¡Un ficus de India! Es fuerte, con ramas horizontales: podría hacerme una casita. Alberga monos, aves... Tendría buena vista, una fuente cerca, y allí es sagrado.

¿Soñaba de niña con este trabajo?

De niña tenía delante de casa un campo con árboles a los que me subía con una amiga. Su hermano es Tommy Hilfigger...

¿El conocido empresario de la moda?

Sí: mientras Tommy se quedaba en el sótano de su casa cosiendo, su hermana se subía conmigo a los árboles. Ahora le he propuesto crear la Fundación Tommy Tree Houses: casas en los árboles para concienciar a la gente sobre este tesoro vegetal y animal.

¿Sus hijos comparten su pasión, Meg?

Con cuatro y cinco años los tenía conmigo allá arriba. Hoy son jóvenes científicos: es importante dar a conocer la naturaleza a los niños, compartirla con nuestros hijos.

¿No tuvo ningún susto?

Alguna vez empuñaron una serpiente creyendo que era una rama. Y yo una vez me caí desde quince metros de altura...

¿Qué utilidad práctica para la gente tienen sus investigaciones?

En el techo de selvas y bosques hay una biblioteca genética, una ingente cantidad de información biológica para obtener sustancias y medicamentos. Y modelos valiosísimos para el futuro de la bioarquitectura.

¿Subir a los árboles nos ayudará en el futuro?

Eso siempre nos ha ayudado: una especie de mono arborícola, el ardi,fue ancestro común de los actuales monos y homínidos.

 

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