miércoles, 22 de diciembre de 2010

LLEGÓ EL INVIERNO...



Ayer, con el solsticio, llegó el invierno al hemisferio Norte y el verano, al Sur. Qué relativa es nuestra vida y cuánta importancia le damos a lo que nos rodea y lo que nos diferencia! Precisamente el otro día pensaba en el fenómeno social de Facebook, en el que personas de todo tipo y condición, ubicadas en diferentes lugares y hemisferios de la Tierra coinciden en un mismo "muro", expresan sus similares sentimientos, los comparten y no son tan distintos como, a priori, podríamos suponer, al tener vivencias distintas en escenarios completamente diferentes! Qué pequeña y limitada es la mente humana, que solo busca obstinadamente la dualidad, la separación de los iguales, la confrontación de los presuntamente opuestos y la distinción entre las razas, países, clases, sexo, circunstancias u orígenes de cada ser humano!

El invierno no es la oposición del verano, sino parte del proceso cíclico y necesario para llegar a él! El otoño ha ido, día a día, desprendiendo las hojas antes verdes y ahora ocres, pardas y rojizas de los árboles... y el invierno llega después de él para que la vida parezca ausente y no quede nada vivo sobre la superficie, cubriéndolo de nieve y de frío, de nieblas que todo lo ocultan y todo lo adormecen. El paisaje se torna gris, día a día, y el anterior manto de amarillos y pardos se vuelve marrón grisáceo, como los cielos del crudo invierno. El agua del mar toma el color metálico de un espejo plateado y frío, los árboles se hierguen en su desnudez mostrando su huesuda silueta sin hojas en el horizonte, los animales se refugian en sus madrigueras esperando que la luz y el calor les llame de nuevo hacia fuera...

Y ahí, inerte, reposa el valle apagado, la hierba muerta o bajo el manto espeso y blanco de la nieve, mientras que el color ha desaparecido del paisaje, tan solo tiznando un rato el cristalino azul del cielo en un día frío y ventoso... Todo está visiblemente muerto, sin color, sin relieve, sin vida aparente en un paisaje dormido! El viento, el frío, la escarcha, la niebla, las nubes... campearán a sus anchas por los valles y las colinas, serpenteando por los cauces secos y levantando polvaredas de nieve que retarán a las nubes...

Pero todo eso es aparente, porque así como en la otra parte de nuestro mundo hoy celebran la llegada del color, del olor y del placer de la viva y alegre primavera, aquí, bajo el cielo gris y el manto de nieve o los prados yermos, también está la vida! Bajo el matorral seco, en esa cavidad agujereada en la roca, bajo la nieve helada... hay vida, recogida, silenciosa y discreta, pero vida al fin y al cabo! Los animales, los arbustos, la hierba... guardan en su interior esa sangre y esa sabia que les mantiene vivos a todos ellos y protegidos de las inclemencias del crudo invierno. Así, permanecerán en estos desapacibles tiempos de frío, haciéndose robustos desde y por dentro y, a la vez, preparando toda su energía para que cuando la calidez y la luz de la primavera llame a su puerta, todo esté listo para florecer, salir de la madriguera, disfrutar del sol, aportar miles de colores y olores a este mágico momento previo al Verano!

Pasea por un bosque nevado y aparentemente sin vida e intenta no escuchar al viento que silba por entre las ramas, los árboles y los valles... y sentirás en el silencio la vida bajo tus pies, a tu alrededor, junto a ti, en cada paso que des! Porque ahí está la vida, cerca de ti, fortaleciéndose cada día un poco más para sobrevivir al frío y a la crudeza del invierno! ¿Lo ves, lo sientes? Sí, hay vida, siempre hay vida bajo las inclemencias del tiempo y de la vida, como la hay bajo tu piel, en tu corazón... aunque debas primero acallar el ruido para escucharlo, latiendo en tu interior! Porque el invierno y el sufrimiento invitan al recogimiento, a la quietud, a la introspección de cada uno consigo mismo... al calor del hogar o del amor, protegiéndote de esa intemperie que nos circunda, nos nubla la visión y nos ensordece!

Y allí, bajo el manto de la indiferencia, de la inoportunidad, del qué dirán, de lo que toca, de lo que nos enseñaron a pensar, a sentir y a hacer en cada momento de nuestra vida, estás tú, bien vivo, firme y quizás silencioso, respondiendo a todas esas preguntas que tú, contigo mismo, te haces y te respondes en voz baja...

Bajo tu piel, como bajo la nieve que cubre el movimiento de la vida latente pero real, hay también vida! Tu corazón late cada segundo aunque no quieras, recordándote que, pese a las inclemencias de fuera y del dolor, la vida maravillosa que siempre soñaste está esperando para salir, para compartirse... en la primavera de tu ser único, irrepetible y mágico que tú, sin duda, eres! No dejes que las apariencias, tus propios actos equívocos o tus palabras vacías lo oculten, como la nieve y el frío ocultan todo lo que es bello, pero que está escondido solo a la vista. Dentro, debajo, detrás... estás siempre tú, aunque durante el invierno o el sufrimiento, seguramente en silencio y creciendo contigo mismo... hasta que llegue la fortaleza del amor -siempre extrovertido, singular y contagioso- de tu próxima Primavera!

Miguel Benavent de B.

 

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