lunes, 31 de enero de 2011

¿AGRESIVIDAD O... DOLOR?



Hoy quizás te sientes irritado, irascible... y basta cualquier motivo o controversia para que saltes hecho una furia contra cualquiera que se ponga delante! No te preocupes, todos tenemos algún día así... y ya sabes, todo pasa! Pero, más allá de ese impulsivo temperamento, deberías ir más profundamente y averiguar qué es lo que te hace sufrir para sentirte y reaccionar así! Aunque parezca mentira, esa ira incontrolada, esa violencia gratuita o ese mal humor súbito e inexplicable son muchas veces síntomas inequívocos de que te sientes dolido por algo... aunque, de entrada, no seas capaz de saber por qué! Pero, créeme, la mayoría de las veces es así...

Un ejemplo típico y cotidiano es la cierta irascibilidad y baja tolerancia que mostramos los padres frente a nuestros hijos, después de un agotador día de trabajo! A la menor ocasión, les gritamos o castigamos, sin que el hecho concreto quizás lo merezca! Cuando sentimos profundamente algo que nos inquieta, nos perturba o nos duele, nuestra reacción -aprendida y, luego, convertida en espontánea- es mostrar furia o cólera ante cualquier mínimo hecho que sucede alrededor nuestro... poniendo en evidencia nuestra falta de equilibrio interior! Esto explicaría muchas de las actitudes agresivas que muestran las personas y, la suma de ellas, conforman un mundo violento como el que nos ha tocado vivir!

Y, evidentemente, la solución a esto no es otra que tratar de averiguar qué sentimos profundamente para reaccionar así! Es verdad que muchas veces existen motivos aparentemente suficientes para sentirnos agredidos y defendernos... o hacer que salten los resortes de nuestra propia agresividad! Pero el motor de este estado de ánimo no es otro que una huída hacia adelante frente al dolor, pues en la mayoría de los casos esa reacción no forma parte de nuestra personalidad ordinaria. Si no buscamos las razones profundas y vamos reincidiendo en esa actitud de escapatoria, entonces sí puede incoporarse a nuestro repertorio habitual y conformar un caracter agresivo! Un caso corriente de este tipo de personalidad es la de los "viejos cascarrabias" que, a la primera de cambio, gritan y humillan a quien se cruza en su camino, por cualquier motivo o discrepancia! Y, un poco más allá, encontraríamos a muchos de los maltratadores que se sirven de su agresividad para dominar y someter al prójimo, normalmente alguien más débil... y al que, paradójicamente, temen!

Tras ese comportamiento agresivo -y gratuito- muchas veces está el sufrimiento oculto -pasado o presente- y esa terca educación recibida de ocultar el dolor y la vulnerabilidad bajo ese comportamiento agresivo y prepotente! Una vez más "mira como actúas y te diré cómo te sientes", donde lo aparente es lo opuesto a lo que hay realmente en el interior! Y precisamente por ser una conducta aprendida, puede ser erradicada con la suficiente voluntad y perseverancia. Al fin y al cabo, el ser humano es libre para actuar como actúa, siempre y cuando sea consciente de su debilidad, desee superarla y se de cuenta de lo perjudicial que es ese tipo de reacciones, para él mismo y para los demás! Si, en cambio, perpetúa ese comportamiento agresivo e impulsivo y lo convierte en un rasgo más de su caracter y en un mal hábito, le costará rectificar y erradicar esas reacciones negativas!

Y es que en nuestra vida, siempre tenemos la libertad de decidir cómo actuamos o no, más allá de los condicionantes internos o externos que nos empujan a actuar como muchas veces actuamos! Ser libre no es más que dominar esos impulsos internos y estímulos externos para supeditarlos a nuestra verdadera manera de ser, de sentir y de actuar!

Miguel Benavent de B.

 

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